Não é uma questão de 'direita' e 'esquerda', mas de Atenas ou Esparta, de sociedade aberta ou sociedade tribal. Artigo do historiador Loris Zanatta para o Instituto Independiente:
Si
fueran consecuentes, los peronistas gritarían :”¡Rusos, go home!”
frente a la embajada de Moscú; los kirchneristas desfilarían con
pañuelos blancos bajo sus balcones. ¿No son guardianes de la “soberanía
nacional”, campeones de los “derechos humanos”? ¿Hay soberanía más
negada que la ucraniana, derechos humanos más violados que los
ucranianos? Detalles espantosos emergen de los territorios liberados de
la ocupación rusa: matanzas, torturas, violaciones. En tiempos en que se
invoca el “diálogo”, sería un buen mensaje: sobre los “fundamentos”,
sobre la dignidad humana y la democracia, todos estamos de acuerdo. Pero
no, eso no pasará, el embajador ruso puede dormir tranquilo. Siempre
tan locuaces, indigenistas y curas villeros, sindicalistas y colectivos
estudiantiles, militantes ecologistas y grupos feministas callan: cada
uno, a su jardín; ¡ay de mirar en el del vecino! Siempre listos para
marchas y tomas, misas de desagravio y feriados por decreto, ante estos
temas no hay nadie que se indigne, exija, proteste. ¿Por qué?
Porque
no creen en ello ni han creído nunca, dirán algunos. Comprensible.
Invocar valores universales en defensa de intereses particulares es el
deporte más antiguo del mundo: mi soberanía nacional es sagrada, la de
los demás depende; los derechos humanos son inviolables, si no los viola
un amigo; la paz primero, según el caso; viva la democracia, si me
conviene. ¿Cuántos “héroes” humanitarios hemos visto abrazar a odiosos
tiranos? ¿Cuántos “pacifistas” aclamar a íconos violentos? ¡Cuántos
sofismas para defender lo indefendible, justificar lo injustificable,
tratar como verdugo a la víctima! Déjà-vu. Abanderado de los
“oprimidos”, Fidel Castro celebró la invasión soviética de
Checoslovaquia. ¿Qué importa? La fe es más fuerte que la vergüenza,
digiere mejor que los avestruces, se levanta siempre pura de sus
miserias.
La
verdad, sin embargo, nos guste o no, es que muchos creen en ello, creen
en serio defender la soberanía y los derechos humanos ensañándose
contra Ucrania, que resiste, y justificando a Rusia, que agrede. Lo que
es peor, mucho peor, porque si el cínico puede en algún momento tomar
nota de la realidad, el creyente siempre la doblegará a la fe, a costa
de prostituir las palabras, de llamar libertad al fascismo, democracia
al comunismo, derecho al abuso y progreso a la peor nostalgia
reaccionaria. Así fue entre las dos guerras, así es hoy. Al fin y al
cabo, ¿qué es un siglo de diferencia ?
Arreciaban
entonces como arrecian hoy frenesíes identitarios y tormentas
patrióticas, catastrofismos anticapitalistas y cruzadas antiliberales,
reacciones antiglobalistas y anuncios apocalípticos. El “populismo de
derecha” era nacionalista; el “populismo de izquierda”, comunista. El
arquetipo del primero era el fascismo; el del segundo, el estalinismo.
Como los populismos de hoy, los populismos antiguos se odiaban, pero
sabemos que ninguna pasión es más cercana al amor que el odio: palabra
de Molotov, palabra de Ribbentrop. Lázaro Cárdenas se inspiró en ambos
para consolidar la “dictadura perfecta” mexicana: corporativismo
político y estatismo económico. Desde Bolivia hasta Cuba, desde Chile
hasta Brasil, ¡cuántos corazones latían por el Eje, cuántos por el
Ejército Rojo! Veinte años después palpitaron por Castro, luego por
Chávez, incluso por Ahmadinejad. ¿Por qué no por Putin? ¿Derecha?
¿Izquierda? Nadie lo explicó mejor que el padre Benítez, mentor de Eva
Perón: el peronismo es “un comunismo de derecha”; lo que es como decir
un “fascismo de izquierda”.
Como
hoy, entonces los unía el enemigo común, el “enemigo eterno”:
“plutocracia demoliberal”, la llamaban, “oligarquía neoliberal”, la
llaman. El lenguaje refleja las genealogías históricas de quien lo usa.
En suma, el “enemigo” fue y es el Occidente laico y racionalista, la
civilización burguesa e individualista, son sus admiradores en el mundo,
sus predicadores que atacan la “pureza” de los “pueblos” y sus
“culturas”. Hija de Juan Calvino y de John Locke, tronaba un célebre
jesuita porteño, esa civilización es culpable de haber destruido el
orden cristiano medieval, jerárquico y corporativo; un pueblo, una fe,
un líder: ¡ese sí que era bueno! De ahí el anticuerpo populista: la cruz
habitual del habitual Estado ético, la espada habitual del habitual
colectivismo. Así, a la “derecha” se unen, como antaño, nación y
religión, y a la “izquierda” se unen nación y “pueblo”. “Pueblo” que,
huérfano de la “clase”, se volvió “etnia”; la etnia, “cultura”; la
cultura, “religión”. ¿Serán tan diferentes entre sí? ¿Serán tan
diferentes a los de entonces? ¡Se entiende que a todos los cautive tanto
Putin! ¿Lo admira más Evo Morales o Nayib Bukele? ¿Jair Bolsonaro o
Lula da Silva? De Orban a Podemos, de Vox a Grillo, de Meloni al Papa,
no hay quien no lo haya cultivado y cortejado, halagado y alentado;
algunos por pusilánimes, otros por cómplices.
La
Argentina no es ninguna excepción. Partiendo de polos opuestos, unos
invocando el bolivarianismo y otros el trumpismo; algunos arremetiendo
contra la “tiranía de las finanzas” y otros contra la del “género”,
kirchneristas y “libertarios” convergen insultándose hacia un mismo
punto. Lean sus blogs. Todo el mundo encuentra en Putin lo que busca:
unos, el antioccidentalismo barato; otros, el moralismo mojigato. ¿Quién
más que él odia como ellos al Occidente “ateo y libertino”? Así lo
llamaba un ferviente filósofo católico. Consternado por la grisura
democrática de su ribera rioplatense, celoso de los notorios triunfos de
los vecinos de enfrente, se definía como un “peronista uruguayo”.
Ante
una crisis similar a la de la Segunda Guerra Mundial, ¿la Argentina
seguirá los pasos de entonces? ¿Está apostando, otra vez, a un futuro
antioccidental? ¿No es todavía suficientemente evidente el efecto
trágico de esa elección obtusa, trágico para el desarrollo, la
democracia, la reputación? ¿Qué cuento enseñan en las escuelas?
¿Explican acaso que la “tercera posición” era una vieja idea fascista
contra los valores democráticos y liberales? El mundo democrático
liberal es a veces mediocre e irritante, injusto y petulante, farisaico y
presuntuoso. Pero ¿los otros? ¿Lo odian por sus vicios o por sus
virtudes? Después de todo, es el único que permite expulsar en paz a los
malos gobiernos, juzgar a los gobernantes corruptos, defenderse de los
abusos del poder, tratar de construirse un proyecto de vida sin
coacciones aplastantes. Sujeción o ciudadanía, obediencia o
responsabilidad: de esto se trata, ni más ni menos, en Ucrania ahora
como en Polonia entonces, con Putin como con Hitler, en la Argentina
ayer y hoy. No es una cuestión de “derecha” e “izquierda”, sino de
Atenas o Esparta, de sociedad abierta o sociedad tribal. La historia
cambia, el dilema no.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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