Uma perspectiva psicológica do putinismo ocidental
Algumas ideias sobre as razões psicológicas que podem explicar a atitude de desculpar Vladimir Putin. Marcel Gascón para Letras Libres:
Se
ha escrito mucho sobre los motivos ideológicos de quienes justifican o
disculpan las acciones de Putin desde Occidente, pero apenas se han
abordado las posibles explicaciones psicológicas. Me gustaría compartir
con los lectores de Letras Libres algunas observaciones al respecto, que
son fruto de mis interacciones personales, tanto con apologistas del
dictador ruso como con aquellos que se dedican a desacreditar y buscar
defectos en la víctima (Ucrania) en el momento mismo en que está
sufriendo una agresión.
Héroes de teclado
Quiero
hablar en primer lugar de quienes reivindican, en Twitter y a través de
blogs y artículos de prensa, una heroicidad colectiva que ellos mismos
se atribuyen erigiéndose en cruzados de causas proscritas por las élites
y el sistema. Sorprende que muchos de estos usuarios y columnistas
críticos con la flacidez acomodada de nuestras sociedades no hayan visto
un ejemplo de lo que piden en la movilización patriótica que estamos
viendo en Ucrania.
La
razón podría estar en la imagen que les devuelve el espejo ucraniano.
Es más fácil exaltar las gestas de quienes expulsaron de España a los
árabes o cruzaron el Atlántico en barcos precarios de la época para
conquistar América que conmoverse ante las que protagonizan nuestros
contemporáneos. Los héroes del Descubrimiento y la toma de Granada, o
los de la resistencia a los nazis y la Guerra Civil en cualquiera de los
dos bandos, ya no existen, como no existen las circunstancias en que
actuaron.
Ucrania
está aquí al lado y ofrece múltiples formas de implicarse en una causa
radicalmente justa desde muchos puntos de vista: el patriótico, el
nacionalista, el antifascista, el anticomunista; el de la libertad, el
de la democracia, el del antiimperialismo o simplemente el del humanismo
y la justicia más elemental para una gente que quiere decidir su futuro
libremente y se niega a someterse a un dictador.
La
resistencia ucraniana recuerda a todos estos desencantados que el
heroísmo no solo existe. Es posible y lo tienen a unas pocas horas de
avión a Rumanía o Polonia y un trayecto desde allí, en tren o autobús,
hasta las ciudades europeas donde hoy se muere por los valores supremos
de la libertad y la justicia.
Ucrania
no les deja seguir culpando a la sociedad y el Zeitgeist de la vida de
molicie en que viven. Continuar haciéndolo requiere ignorar a Ucrania, o
decir que no es verdad lo que estamos viendo todos desde febrero.
Admirar a un coetáneo
Esta
incomodidad ante las gestas contemporáneas se agrava cuando los héroes
tienen nuestra edad. Los aficionados al fútbol perdemos la pasión
infantil que teníamos por los jugadores cuando alcanzamos su edad.
Porque nos vemos obligados a aceptar que nunca llegaremos a lo que han
llegado ellos y dejamos de verlos como referentes.
Zelenski
tiene 44 años y un estilo de persona normal que atrae la simpatía de
algunos pero espanta a otros. Su conducta desde que empezó la guerra
solo puede despertar admiración, pero es más fácil venerar a un viejo en
retirada que es fruto de otra época y con el que no nos medimos. A
alguien como Putin, por ejemplo. A alguien como Castro o a alguien como
Trump (quien, a diferencia de los dos líderes anteriores, no es un
dictador ni un asesino).
Zelenski
es, además, un artista, un cómico, un actor de formatos comerciales y
comedia ligera. Es un rasgo que se le afea a menudo, incluso entre
quienes le defienden: es verdad que era un simple actor, pero se ha
ganado el respeto de todos. ¿Cómo que pero? Ser actor no es sinónimo de
estupidez, ni tampoco de frivolidad.* Sí es signo, en cambio, de una
cierta valentía sin la que nadie subiría a hacer reír y conmover desde
el escenario. Y de la inteligencia que requiere abandonar la literalidad
envarada que castra a la mayoría para ganarse la vida jugando a ser
otro.
Además
de un líder valiente que resiste junto a su pueblo y galvaniza a la
nación en su lucha por la supervivencia, Zelenski es un hombre de muchos
registros capaz de hacer reír a la gente y seducir bailando, como lo
demuestran sus actuaciones
en el programa de baile de la tele ucraniana que ganó en 2006. Son,
todas ellas, aptitudes raras y muy codiciadas. Que el presidente de
Ucrania las aúne no ayuda a su popularidad entre ciertos segmentos de la
población, porque muy pocas personas podemos evitar compararnos.
Ampliar el santoral
La
epopeya ucraniana la protagonizan, a menudo, personas jóvenes y de
mediana edad de clase media europea, con estilos de vida y profesiones
muy parecidos a los nuestros. Esta cercanía puede ser un factor de
identificación, pero también, por las razones expuestas antes, de
desconfianza y rechazo.
Cuando
admiramos a alguien nos gusta pensar que haríamos lo mismo en su
situación. Cuanto más se parece a nosotros el admirado más exigente es
ese ejercicio, más directa es la interpelación.
Rendir
homenaje a alguien accesible, de carne y hueso, requiere más humildad
que postrarse ante lo remoto. Mucha gente que sí ha digerido a Churchill
le pone peros a Zelenski. Siempre surgen resistencias cuando se trata
de ampliar el santoral.
El ladrón y su condición**
Las
reservas hacia Ucrania vienen a menudo de personas cínicas. Gente que
ha optado en la vida por el cinismo y necesita negar la viabilidad de
actitudes más nobles para poder ir tirando. Ucrania es una refutación
radical e incontestable de su mundo, en el que Rusia habría ganado la
guerra en tres días.
*Sí
es un signo de estupidez y superficialidad asociar el humor a la falta
de seriedad y la profesión de actor a la superficialidad.
**Quiere el ladrón que todos sean de su condición.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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