O professor e ensaísta alemão conversa com Arno Gimber no Centro de Cultura Contemporânea Conde Duque, no encontro intitulado "A arte de viver". Álvaro Cortina para El Cultural:
“De
entre los autores que he tratado, Friedrich Schiller puede ser muy bien
uno de mis favoritos. Schiller me emociona. Por motivos de salud, él
tenía que haber fallecido diez años antes de cuando lo hizo, finalmente.
Aquí obtuve mi primera definición de idealismo. El idealismo es cuando
el entusiasmo permite vivir diez años más: el espíritu que se impone al
cuerpo”, dijo anteayer el historiador y ensayista alemán Rüdiger Safranski
al catedrático Arno Gimber en el Salón de Actos del Centro de Cultura
Contemporánea Condeduque. El encuentro tuvo un título que recordaba a
Goethe, una figura predilecta de Safranski: “El arte de vivir”, se llamó
este acto.
Se
dice que vivimos tiempos hostiles para la alta cultura y que el yermo
de una globalización hueca no hace más que crecer. Pero, aunque esto
fuera cierto, existen también contrafuerzas admirables que trabajan en
el presente y difunden en el presente, para nosotros, para todos
(también para la mayoría) un saber humanístico con el rigor y la gloria
de cualquier época dorada: hoy Radio Clásica radia su sabiduría, y sus
armonías hoy aparecen las últimas narraciones de Cormac McCarthy en
Nueva York, hoy Miquel Barceló expone en París, hoy Juan Mayorga
trabaja en el teatro de Madrid y hoy se venden, tan bien como ayer, los
ensayos de Rüdiger Safranski en cualquier librería española.
En
los últimos 20 años este deleitoso instructor, este profesor sin
cátedra, nos ha dado a conocer a miles de lectores de lengua española
las cosas de la mejor Alemania, muy ligada, de suerte casi congénita, al
romanticismo. “A nivel biográfico un autor romántico supuso una gran
influencia en mi modo de ver el mundo. A fines de los 60 y hasta
mediados de los 70 yo fui muy marxista. Participé en el movimiento
cultural del 68 en Alemania. A nivel intelectual, se trataba de un
dogmatismo auténtico. Pues bien, yo me liberé del dogmatismo al estudiar
a E.T.A Hoffmann (de quien escribí un libro que aún no se ha traducido
al español) y al romanticismo, en profundidad”, recordó el pensador.
En biografías intelectuales sobre Goethe, sobre Schiller, sobre las sucesivas generaciones en Romanticismo: una odisea del espíritu alemán, sobre Schopenhauer, sobre Nietzsche, sobre Heidegger,
el benemérito Safranski ha contextualizado y explicado, para todo el
mundo, páginas notoriamente oscuras e incomprensibles. Ha desplegado un
humanismo genuino, fuerte en especulación, fuerte en filología, fuerte
en historia y con capacidad expresiva. Funde este autor vida y obra de
estos gigantes del XVIII, XIX y XX. Estos libros estilosos,
actualizados, bien documentados y sin el exceso del comentario a los
comentaristas de la bibliografía secundaria han llegado siempre de manos
de Tusquets.
En
Madrid, anteayer, habló sobre su obra y, ya se ha dicho, sobre el
romanticismo: “Al que desconoce el romanticismo le falta la mitad de la
vida”, aseveró. ¿No son la mitad de nuestra vida los ideales a los que
se aspira? Safranski señaló que su libro Romanticismo se titula, en
alemán, “un affair alemán” (y no “una odisea del espíritu alemán”)
puesto que para él la cultura alemana tuvo algo, digamos, muy íntimo con
ese movimiento moderno. Aunque el romanticismo es, ciertamente, un
movimiento europeo, Safranski quiso enfatizar en este libro lo que
significó para su cultura, la germana.
Buena
parte de su coloquio versó sobre este difícilmente catalogable
universo. “El romanticismo promovió una religión con medios estéticos.
En un primer momento, se trató de un movimiento de izquierdas. Los
románticos primeros siguieron la divisa de que la realidad se puede
cambiar. A partir de 1800 adquirieron un tono más conservador. Pero los
románticos conservadores siguieron apelando a la religión por medios
estéticos: su interés pasó a ser la historia, y no tanto el cambio
político: la historia profunda del pueblo que produce canciones y
cuentos y leyendas”.
El
historiador propuso, además, una analogía entre aquellos tiempos
aurorales del espíritu alemán y sus propios años mozos, y se acordó de Pink Floyd, de Woodstock y de las drogas: señaló, con la picardía apropiada, que el divino Novalis, visionario y poeta paradigmático del romanticismo, también consumía sustancias psicotrópicas.
Tampoco
se olvidó Safranski del vínculo entre Alemania y España. Cervantes y
Calderón estuvieron en el Olimpo de aquellos hombres. La traducción de
Tieck del Quijote es un hito de aquel movimiento. “Cervantes era para
los románticos una figura clave. El Quijote es un romántico que no sabe
que lo es. Él tenía la suerte de poder hechizar la realidad, aunque no
se diera cuenta de ello. Los románticos eran más finos que el Quijote:
ellos querían dirigir el hechizo de la realidad. El romántico no quiere
perder la soberanía y el control”. Por lo demás, metido en hispanismos,
Safranski observó su éxito en nuestro territorio y señaló que solo en un
país ha tenido tanto éxito como en España: en Holanda.
También ha meditado Safranski en ensayos libres sobre el tiempo, el mal y la filosofía práctica. Su último libro, Ser único,
gira en torno a un tema típico de sus autores bien conocidos. En
términos generales, valoró su labor del siguiente modo: “Lo que me gusta
de la filosofía es lo literario y, viceversa, lo que me gusta de la
literatura es lo filosófico. Mis biografiados están, a su manera, en ese
límite. Aprovechan la imaginación para hacer filosofía. Uno puede
acordarse, al respecto, de Nietzsche,
por ejemplo. Nietzsche es un artista del lenguaje. Nietzsche se deja
conducir a ciertas ideas por el mismo lenguaje, que le enseña parajes
que desconocía”. Sobre el creador de Zaratustra, Safranski opinó: “Hoy
es el filósofo más vivo. ¡Es un fenómeno!”.
Con un habla apasionada, este pensador disertó en su lengua nativa sobre los retos de Europa, su relación con Adorno
(de quien estuvo cerca de escribir un libro, según reveló) y sobre
otras cosas que le preguntaron sus no pocos lectores, congregados en el
salón del Condeduque. En definitiva, es un hecho feliz que alguien como
Safranski genere tanto interés entre lectores muchas veces jóvenes de la
capital.
Lo
que dijo del filósofo de la voluntad de poder (“Nietzsche ist ein
Phänomen!”) se le puede aplicar a nuestro historiador de las ideas:
Safranski es un fenómeno. Como Radio Clásica, como McCarthy, como
Barceló, como Mayorga y otras luminarias hoy en marcha, este germano
traducido a nuestro idioma y a 25 más nos ha mejorado. Ayer se pasó este
maestro de Alemania del sur por Madrid y, al término de su
intervención, se formó una cola de gentes que querían su libro firmado
por él. Damas y caballeros: no todo está perdido.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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