Nunca se viu tanta preocupação do coletivo em imiscuir-se no particular e regulamentar inquisitorialmente a vida dos indivíduos. Fernando Savater para The Objective:
La
Abadía de Thelema, en cuya entrada figuraba el lema mas emancipador
(«haz lo que quieras»), fue una creación de Francisco Rabelais y ocupa
un capítulo sustancioso de su «Gargantúa». El siglo pasado, el
ocultista, nigromante y mixtificador Aleister Crowley fundó una especie
de religión (o anti-religión, más bien) llamada Thelema, basada en el
mismo principio absolutamente permisivo. En el mayo parisino del 68 se
leyeron graffitis de consejo parecido y con frecuencia la publicidad
comercial ofrece anuncios que suenan casi a lo mismo. Sin embargo, no
puede decirse que vivamos en una época precisamente thelemática, si me
perdonan el ambiguo neologismo. Nunca se ha visto tanta preocupación de
lo colectivo (autoridades, influencers, médicos, curas de varia
confesión y confusión, grupos identitarios en defensa de ciertos
comportamientos pero sobre todo en hostigamiento a otros, etc.) por
inmiscuirse en lo particular y reglamentar inquisitorialmente la vida de
los individuos. Desde luego, todos parecen respetar el lema de la
legendaria Abadía. ¡Haz lo que quieras, claro, cómo no! ¡Estamos en el
reino de la libertad! Pero que no se te ocurra querer esto, o lo otro, o
lo de más allá, porque va contra el respeto a mi identidad, o al medio
ambiente, o al derecho de nuestros vecinos, o a la salud pública o… En
fin, que todos estamos a las puertas de la Abadía de Thelema, admirando
su libertino frontispicio, pero sin que por una cosa o por otra nos
dejen entrar…
Por eso ha escandalizado bastante el principal nombramiento que ha hecho la sustituta de Boris Johnson, Liz Truss.
Siendo mujer, no se ha apoyado en un hombre de confianza, como hicieron
sus antecesoras femeninas en el cargo, Margaret Thatcher y Theresa
May. Por el contrario ha nombrado como viceprimera ministra a otra
mujer, Theresa Coffey, casi desconocida
(no sólo en Europa, claro, sino en la propia Inglaterra). Esta buena
señora de 50 años es soltera, sin hijos y además católica practicante,
lo cual en Gran Bretaña casi siempre es indicio de un humor algo
rebelde, unas veces tipo Chesterton y otras modelo Graham Greene. Sin
duda Miss Coffey es chestertoniana, porque le gusta fumar –puros, por
más señas-, no desdeña una pinta de cerveza o incluso más de una, y le
encantan las fiestas, de lo que hay testimonio en fotografías que corren
por las chivatas redes sociales. Además es evidente, como se ve en esas
mismas imágenes, que comparte con Gilbert Keith una figura más bien
oronda, a la que según los cánones habituales le sobran varios kilos. No
seré yo quien se lo reproche, desde luego, ni nadie debe hacerlo si no
quiere incurrir en gordofobia, una de tantas inclinaciones pecaminosas
de esta época en que tanto abundan.
Ahora
bien, supongamos que ustedes son personas de amplio criterio, tan
amplio que en él caben los gordos, los alegres bebedores e incluso –
horresco referens!– los fumadores y fumadoras. De acuerdo, pero aún no
saben lo mas grave: la rolliza señora Coffey no sólo es viceministra
primera, es decir el cargo más importante tras la nueva premier, sino
que también ha sido encargada de la cartera de Salud. ¡Ah, eso ya no
puede ser! gruñen algunos torquemadas (por cierto, hubo más inquisidores
y quema brujas en las islas que en España). ¡Se pone al frente de la
salud pública a un desafío viviente a las vigentes normas de higiene!
Theresa Coffey no se ha inmutado por esta pequeña borrasca que la rodea.
Con serenidad y lógica ha respondido a sus críticos que ella debe ser
la gestora de las instituciones sanitarias, las cuales conoce bien como
paciente, pero nadie le ha pedido que encarne un ejemplo de vida para
quienes deseen estar sanos. «No soy un ejemplo a imitar», dice
sonriente. En esto discrepo de ella: sí creo que es ejemplar como
muestra de lo que es la verdadera salud, no un mecanismo que funciona de
acuerdo con el folleto de instrucciones oficial sino una forma de
armonía y contento con uno mismo que hay quien alcanza a través del
ascetismo y otros por medio de un buen Cohiba. ¡Adelante, señora,
cuidado con donde echa la ceniza y ni caso a las advertencias de los
cenizos!
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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