BLOG ORLANDO TAMBOSI
O eminente cientista Avi Loeb explica por que as ameaças de Putin podem fornecer a resposta ao Paradoxo de Fermi e dar uma resposta a outra grande pergunta da humanidade: estamos sós no universo? Artigo do autor, publicado por El Confidencial:
La
bola de fuego en el cielo que llamamos Sol lleva 4.600 millones de años
fusionando núcleos de hidrógeno. Su luz permite la química de la vida
que conocemos en la Tierra, que usa también los productos de la fusión
del interior de las estrellas masivas que precedieron al Sol y que
explotaron como supernovas para enriquecer con elementos pesados el
material que formó el sistema solar. En los primeros diez millones de
años del sistema solar, el material sobrante del disco de acreción que
alimentó al Sol dio lugar a los planetas, incluida nuestra propia base,
la Tierra.
Los
elementos pesados del disco solar se segregaron primero en su plano
medio, coagulando químicamente en partículas de polvo, luego se
agruparon en grandes rocas por la fricción y los vórtices del gas
circundante, y finalmente crecieron lo suficiente como para que la
gravedad los mantuviera unidos como planetas rocosos. Por consiguiente,
el núcleo del Sol, que se acreció en una etapa temprana, debe poseer una
mayor abundancia de elementos pesados que su envoltura, que se acreció
más tarde, después de que los elementos pesados se agotaran durante la
creación de los planetas. Los datos sobre los neutrinos emitidos por las
reacciones de fusión en el núcleo del Sol confirmaron recientemente esta esperada estructura de capas de cebolla.
Cuando entré en el mundo de la astrofísica hace 35 años, no sabía cómo brillaba el Sol. Esto me avergonzaba, ya que John Bahcall,
que generosamente me ofreció una beca de cinco años en el Instituto de
Estudios Avanzados (IAS) de Princeton con la condición de que me pasara
al estudio de la astrofísica, dedicó su carrera a los neutrinos solares.
John fue un pionero en la astrofísica de neutrinos que, además de mejorar nuestra comprensión del interior del Sol, llevó al descubrimiento de las masas de neutrinos y confirmó que
las supernovas crean estrellas de neutrones, con un tamaño de una
ciudad como Boston y una masa comparable a la del Sol. Mis primeros trabajos con John versaban
sobre la difusión de elementos en el Sol, un hundimiento de elementos
pesados por la acción de la gravedad que no es lo suficientemente fuerte
como para explicar su inferida sobreabundancia en el núcleo solar.
Fotografía del sol tomadas por el Solar Orbiter de la ESA.
Hace un siglo, ningún astrofísico sabía cómo brillaba el Sol. Hacia 1920, Sir Arthur Eddington especuló que la fusión del hidrógeno en helio libera energía según la equivalencia de masa y energía de Albert Einstein. Tras el descubrimiento del neutrón por
James Chadwick en 1932, los físicos pudieron calcular la energía de
enlace de cada núcleo a partir de la diferencia entre la suma de las
masas de los neutrones y protones libres que los componen y la masa real
del núcleo. La energía de este enlace nuclear alimenta las estrellas.
El hierro-56 tiene 26 protones y 30 neutrones, y es el producto final de la combustión nuclear en las estrellas porque tiene la menor masa por nucleón.
Núcleos más pequeños que el hierro liberan energía al aumentar su masa
mediante la fusión nuclear, mientras que los núcleos más pesados que el
hierro liberan energía al romperse mediante la fisión nuclear. Mientras
que las estrellas se alimentan por fusión, todos los reactores nucleares
que producen electricidad en la Tierra se basaban hasta ahora en la
fisión. Los reactores de fusión naturales con confinamiento
gravitacional del gas en combustión, también conocidos como estrellas,
son estables. Sin embargo, los conceptos de reactores de fusión fabricados por el ser humano, basados en el confinamiento magnético o inercial, sufren inestabilidades violentas.
Enrico
Fermi recibió el Premio Nobel de Física de 1938 por identificar nuevos
elementos y descubrir reacciones nucleares. También creo el primer
reactor nuclear de fisión autosostenible y se hizo la pregunta de por
qué ninguna civilización alieníge
Nuestro conocimiento nuclear puede utilizarse para el bien y para el mal. Durante la segunda guerra mundial, el Proyecto Manhattan, dirigido por el físico Robert Oppenheimer (que
más tarde se convertiría en director del IAS en Princeton), desarrolló
las primeras bombas nucleares. En la actualidad, las armas nucleares
incluyen bombas de fisión, como las lanzadas en 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki, y bombas termonucleares que utilizan la fisión para desencadenar la fusión entre isótopos de hidrógeno, deuterio y tritio.
En 1942, Enrico Fermi construyó en la Universidad de Chicago el primer reactor de fisión autosostenible fabricado por el hombre. Ante esta demostración, fue reclutado por
Oppenheimer para el Proyecto Manhattan. En 1950, mientras estaba en Los
Álamos, Fermi hizo la famosa pregunta sobre la existencia de
civilizaciones tecnológicas extraterrestres: "¿Dónde está todo el mundo?"
Una posible respuesta es que se aniquilaron uno o dos siglos después de
descubrir la energía nuclear y ya existen. La mayoría de las estrellas
se formaron miles de millones de años antes que el Sol. Llegamos tarde,
pues; su fiesta ha terminado. En otras palabras, Fermi podría haber encontrado la respuesta a su pregunta en sus propios actos.
Recientemente, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha intensificado la retórica nuclear,
afirmando que utilizará "todos los medios disponibles" para defender el
territorio ruso. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, advirtió
que el mundo corre el riesgo de un "armagedón" nuclear. Una escalada de
la guerra en Ucrania a un conflicto mundial podría suponer un riesgo
existencial para la humanidad. Puede proporcionar una respuesta a la
pregunta de Fermi al demostrar que especies tecnológicas como la nuestra
pueden no ser lo suficientemente inteligentes como para evitar el uso
de armas nucleares.
Un
fotograma tomado de la televisión rusa en tiempos de Boris Yeltsin
muestra los maletines que contienen los códigos y el terminal para
ordenar el lanzamiento de misiles nucleares rusos.
¿Estamos al borde de una tercera guerra mundial?
En
conjunto, el conocimiento científico tiene un impacto desestabilizador
en una sociedad tecnológica, que se manifiesta en la posibilidad de una
guerra nuclear, una pandemia mortal por una guerra biológica o una fuga
accidental en un laboratorio, una inestabilidad de la inteligencia
artificial o un cambio climático provocado por la contaminación
industrial. Podríamos obtener una perspectiva estadística de nuestras
posibilidades de sobrevivir estudiando miles de millones de exoplanetas
rocosos. Las cicatrices tecnológicas en las superficies o atmósferas de
planetas habitables similares a la Tierra podrían instruirnos sobre las
catástrofes más comunes que desencadenaron la desaparición de otras
civilizaciones tecnológicas.
Esto
recuerda a la historia bíblica, en la que comer el fruto prohibido del
árbol del conocimiento del bien y del mal provocó la expulsión de Adán y
Eva del Jardín del Edén.
La expulsión tenía por objeto impedir que comieran del árbol de la vida
y, por tanto, que vivieran para siempre. En efecto, si nuestros
conocimientos tecnológicos no nos destruyen, podrían permitir un
mecanismo de autorreparación del cuerpo humano, como el empleado por
los tardígrados, que permitiría a los astronautas sobrevivir en el espacio para siempre.
Esperemos
que podamos permanecer en el paraíso durante mucho tiempo. Tal vez sea
hora de pasar menos tiempo en las realidades virtuales del metaverso, el
multiverso o las hipotéticas dimensiones extra, construidas
artificialmente por los humanos, y más tiempo en observar la belleza de
la realidad real que nos rodea, modelada por la naturaleza.
En palabras de Henry Thoreau,
que vivía cerca del camino de mi paseo matutino cada día al amanecer:
"Amo la Naturaleza en parte porque no es el hombre, sino un retiro de
él. Ninguna de sus instituciones la controla ni la impregna. En ella
prevalece un tipo de derecho diferente. En medio de ella puedo alegrarme
con una alegría total. Si este mundo fuera todo hombre, no podría
extenderme, perdería toda esperanza. Él es la restricción, ella es la
libertad para mí. Él me hace desear otro mundo. Ella me hace contentarme
con éste".
Avi Loeb es jefe del Proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller “Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth”.
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