O historiador britânico trata, em sua nova obra, da brutalidade desencadeada pela Revolução Russa de 1917 e o banho de sangue do posterior enfrentamento civil. David Barreira para El Cultural:
"Todo ha pasado ya y estoy de vuelta", saluda enérgicamente Antony Beevor
(Londres, 1946) al otro lado de la pantalla. No parece a simple vista
que acabe de sortear tres días de hospitalización por Covid-19 ni que
esté tratando de derrotar a un cáncer con sesiones de quimioterapia. El
popular historiador de la II Guerra Mundial acaba de publicar Rusia.
Revolución y guerra civil 1917-1921 (Crítica), un volumen de ritmo
extenuante que bosqueja un catálogo de los horrores provocado a raíz de
uno de los episodios decisivos del pasado siglo.
Explica
Beevor, especialista en historia militar, que empezó a trabajar en este
libro hacia 1989, cuando se propuso escribir una obra sobre todas las
revoluciones que presenció Europa tras la Gran Guerra. Ahora, como autor
consolidado por la crítica y las ventas, ofrece un relato lleno de
sangre y atrocidades que prioriza la dimensión humana. Y no se olvida de
mencionar a sus ayudantes: Lyuba Vinogradova, con quien ya colaboró
para armar Stalingrado y que se ha recorrido los archivos rusos durante
más de cinco años; y Alexei, que ha hecho lo mismo en Ucrania. "Hasta
que, por supuesto, tuvo que apagar el ordenador y coger un rifle", dice
el historiador.
Pregunta.
Se han publicado cientos de estudios sobre esos diez días que
conmocionaron al mundo, como los definió John Reed, y la posterior
contienda. ¿Qué es lo novedoso de su enfoque?
Respuesta.
Creo que lo principal es la diferencia que existe entre las fuentes. La
mayoría de la gente que ha escrito sobre la Revolución rusa y la guerra
civil lo ha hecho sobre todo desde un punto de vista de análisis
político: el desarrollo del bolchevismo, cómo se hicieron con el
control, las disputas entre los partidos... Para mí, el punto más
importante es que la guerra civil rusa fue el conflicto más influyente
del siglo XX porque otorgó un carácter internacional a la división entre
los rojos y los blancos, aplastando el centro liberal. Fue un círculo
vicioso de miedo y odio que llevó a la Guerra Civil española y a la II Guerra Mundial. Y aún vivimos con las consecuencias hoy.
Los
otros libros que son muy analíticos a nivel político creo que fallan a
la hora de reflejar el carácter de la guerra y de la lucha. Y para esto
hacían falta los testimonios personales y detallados de ambos lados que
hemos encontrado en los archivos rusos y ucranianos. Nos muestran hoy en
día cómo fue la vida bajo tal sufrimiento y tal control totalitario que
se estaba estableciendo en en la Unión Soviética como resultado de la
guerra civil.
Asamblea del sóviet de Petrogrado en 1917.
P.
Su relato se centra en describir los acontecimientos y recoger los
testimonios de los protagonistas, tanto principales como anónimos, sin
casi profundizar en análisis. ¿Qué se logra con esta visión?
R.
El elemento humano. Es un conflicto que estaba deshumanizado en muchos
aspectos. Me sorprendieron muchísimo, por ejemplo, los diarios de
oficiales británicos que estaban en Siberia y en el sur de Rusia con los
refugiados, entre los que había muchos burgueses y muchos aristócratas.
Fueron los hombres quienes cayeron en la apatía absoluta y se dieron al
alcohol. Eran patéticos. Las mujeres intentaron mantener a las familias
unidas, fueron las que mostraron valor y coraje real durante esa época.
Y creo que es fácil ver muchos detalles de verdad humana en esos
relatos sobre lo que realmente estaba pasando dentro de ese sufrimiento
inimaginable.
P. ¿Se imaginaba un escenario tan brutal, cruel y violento, lleno de atrocidades?
R.
Tenía una idea, pero lo que encontré fue mucho más allá de cualquier
cosa que me pudiera haber imaginado. En las zonas en las que estaban en
minoría, los bolcheviques buscaron atemorizar al resto de la población.
Pero lo que me parece aterrador es leer los detalles de la crueldad y el
sadismo, particularmente de las checas en Ucrania, en Kiev o Járkov.
Está más allá de cualquier tipo de comprensión humana en muchos
aspectos. No solo se trataba de eliminar a los enemigos para protegerse a
uno mismo, sino que parecía que existía un verdadero placer a la hora
de infligir ese dolor y sufrimiento totalmente gratuito con esos métodos
de asesinato y de tortura. Eso me ha resultado muy chocante y no tengo
claro si lo he entendido completamente.
P. Asegura que "en lo que atañe a la inhumanidad implacable, nadie superó a los bolcheviques". Y recuerda que los nazis aprendieron de sus métodos. ¿Fueron el odio y el terror el motor de la revolución?
R.
La época de Goebbels nos hizo ver que la combinación de odio y miedo es
lo que produce este efecto. Tanto en España como en Rusia existe este
elemento macho en el que el hombre no puede mostrar su miedo, lo que
crea una reacción más explosiva todavía en el campo de batalla y en
términos de violencia. Ambas cosas están muy vinculadas a esta
internacionalización del miedo que produce la violencia. Y creo que eso
fue tal cual en la guerra civil rusa. Este tipo de conflictos producen
más miedo todavía, porque es difícil identificar a los enemigos. Las
líneas del frente no están tan claras.
P. ¿Cuáles son los principales mitos de la Revolución rusa?
R.
El principal es la inteligente propaganda de los bolcheviques.
Entendieron que no tenía sentido la argumentación, sino repetir
eslóganes. Y por eso describo en el libro la escena de los activistas
que van en un tren hacia Moscú repitiendo consignas. Sabían que los
campesinos, así como muchos habitantes de las ciudades, no tenían ni
idea de política porque nunca habían tenido ningún tipo de implicación
en ella. Entonces, lo que había que hacer era dar con la frase, con el
eslogan adecuado, y metérselo en la cabeza a los campesinos. Esto
funcionó bastante bien.
Además, el golpe de Estado bolchevique estuvo basado en tres grandes e inteligentes mentiras que venían de Lenin,
quien sabía que iba a haber una guerra civil. Empezó prometiendo tierra
a los campesinos, pero luego se dio cuenta de que eso era un gran
error. Así que adoptó el eslogan de los grandes revolucionarios, tierra y
libertad, prometiéndosela cuando en realidad iban a ser granjas
colectivas. En el caso de las fábricas, aseguró que los sóviets las
controlaría. Bien, eso fue cierto, pero los propios sóviets estaban
controlados por el partido y el Estado. Y tercero, prometió paz y en
cambio su plan era transformar la guerra imperial contra Alemania en una
guerra civil internacional. Estos fueron los tres grandes mitos
bolcheviques sobre los cuales se fundó toda la Unión Soviética.
P.
El Lenin que emerge en estas páginas es un hombre implacable dispuesto a
provocar un "genocidio de clase" con la intención de alcanzar el poder
absoluto. ¿Habría que considerarlo como uno de los grandes tiranos de la
historia?
R. Sí, sin duda. Sin Lenin
no creo que hubiera podido existir el golpe de Estado bolchevique. Fue
el único que tuvo esa motivación. Era brillante a la hora de saber lo
que podía conseguir. Tenía un desprecio absoluto por cualquiera que
estuviera en desacuerdo con él. Muchos otros, incluso Trotski, tenían
sus dudas sobre el éxito del golpe de octubre. Pero Lenin sentía que con
cualquier golpe lo importante no era cuántos activistas tenías de tu
lado, sino cómo la gran mayoría se mantenía indiferente.
P. Y a pesar de su sangrienta biografía, su momia sigue siendo venerada hoy en la Plaza Roja de Moscú…
R.
Desde el intento de asesinato de Fanni Kaplán en 1918, Lenin fue
santificado y se estableció una especie de culto de personalidad en
torno a su figura. Se convirtió en un héroe, en el símbolo de la
revolución, de la Unión Soviética. Y ahí se quedó. Putin no quiere
quitarle de ahí, a pesar de que su obsesión es con el antiguo Imperio
ruso. Él no habla de Lenin. Y apenas menciona a Stalin, a no ser que
haga referencia a la gran victoria de mayo de 1945. Putin está muchísimo
más interesado en el pasado zarista, que es lo que él quiere restaurar.
Y su gran héroe, su modelo, es Pedro el Grande. No hay estatuas de
líderes soviéticos en el Kremlin. Son todos zares.
Putin
ha tenido mucho cuidado en la manera en la que ha reducido la
importancia de los dos bandos de la guerra civil, incluso trayendo de
vuelta los restos de generales de las fuerzas blancas para ser
enterrados, cosa que alarmó mucho en su momento. El miedo a otra guerra
civil es algo que ha enraizado profundamente en Rusia. Pasó con la muerte de Stalin,
cuando todo el mundo lloraba desconsoladamente no por su marcha, sino
por un miedo a otra contienda fratricida. Putin, de hecho, lo utiliza
mucho como argumento para que Rusia se mantenga unida contra Occidente.
P. Muchos analistas dicen que el autócrata ya ha perdido la guerra en Ucrania. ¿Lo ve así?
R.
No. Creo que se está empezando a decir que ha sufrido una derrota
estratégica, pero no está perdiendo la guerra. De hecho, lo que están
intentando hacer es una paz temporal para lograr más tiempo para
rearmarse y reorganizar sus tropas. Putin cree fervientemente en la
máxima napoleónica de retroceder para entrar con más fuerza. No nos
podemos fiar de Putin en cualquier tipo de tratado de paz.
Y
es muy importante que Occidente, no solamente la OTAN, ante los
problemas de una recesión global, de la crisis alimentaria o energética,
no se debilite y no obligue a Ucrania a aceptar una paz que no sería
tal. Si hay algún tipo de acuerdo, debería tener una garantía de que
cualquier intento por parte de Putin de volver a atacar encontraría una
respuesta contundente por parte de Occidente. No sabemos si todos los
países estarían dispuestos a respaldar algo así, pero Ucrania no está en
posición de aceptar cualquier tratado de paz con alguien tan poco
honesto como Vladímir Putin.
P. Finlandia y Suecia finalmente van a engrosar las filas de la OTAN. Putin ha advertido en numerosas ocasiones que actuaría ante la expansión de la alianza. ¿Teme una III Guerra Mundial?
R.
Putin ha dicho abiertamente que quiere reconstruir el Imperio ruso, no
solamente la URSS. Eso incluiría Polonia. Así que me parece una amenaza
muy real. Que Suecia y sobre todo Finlandia se unan a la OTAN otorga una
perspectiva completamente diferente al frente norte. Los finlandeses
tienen capacidad de desplegar a 1,2 millones de soldados y están muy
bien organizados. Tienen unas fuerzas militares muy sólidas, como se vio
en la Guerra de Invierno (1939-1940).
Creo
que la nueva reunión de la OTAN es fundamental, especialmente por el
cambio del enfoque más económico al militar. Y sí, me temo que el
peligro de una IIIGM no ha desaparecido. No estoy diciendo que sea
probable, pero desde luego es un peligro real. No conocemos el estado
mental de Putin lo suficientemente bien y no sabemos si estaría
dispuesto a utilizar algún tipo de arma nuclear. Él, como Stalin, quiere
infundir miedo, no amor.
P.
Usted es enemigo público en Rusia desde que se publicó Berlín. La
caída, 1945, donde sacaba a la luz las violaciones cometidas por el
Ejército Rojo. Le han acusado de generar una leyenda negra, pero hoy en
Ucrania estamos viendo el mismo comportamiento de los soldados rusos…
R.
La destrucción, la violación y la matanza de civiles son algo que se ve
como casi normal por parte de las tropas rusas, jóvenes de 18 años. A
menudo hablo de una teoría de la opresión que dice que los oprimidos,
los que están obligados a sufrir, generan más opresión todavía. Y esto
ocurre con los reclutamientos. En Rusia ha habido años con 5.000
suicidios anuales dentro de las fuerzas militares debido a las
condiciones a las que se enfrentaban.
Es
un régimen que trata a su propia gente casi tan mal como al enemigo, y
eso se dio en la II Guerra Mundial, con pérdidas masivas e innecesarias
sufridas por parte del Ejército Rojo. Los soldados se vieron obligados a
salir a la tierra de nadie en medio de la noche para arrancarles los
uniformes a sus compatriotas muertos para poder reutilizarlos. Esto fue
terrible para ellos y cuando llegaron a Alemania sacaron su ira con las
mujeres alemanas en las violaciones masivas ya famosas. Tristemente
estamos viendo eso mismo hoy en el escenario ucraniano y cómo los
soldados sacan su ira y lo pagan con inocentes.
P. Estos meses estamos viendo también muchas comparaciones entre Putin y Hitler. ¿Cree que hay algún tipo de paralelismo entre sus acciones y comportamientos?
R.
Hay que tener muchísima cautela a la hora de hacer paralelismos
históricos. En los años 30 Reino Unido y Francia no podían creerse que
alguien pudiera estar dispuesto a provocar un conflicto europeo como la I
Guerra Mundial. Pero Hitler tenía una determinación absoluta. Lo mismo
hemos hecho con Putin: no nos imaginábamos que hoy en día alguien
pudiera iniciar una guerra tradicional como las que hemos visto este
siglo en Siria o Chechenia. Hay que tener mucha cautela sobre cómo le
juzgamos y con la manera en que distorsiona la historia, presentando a
los ucranianos como si fuesen una extensión de la invasión nazi de la
URSS. Más que paralelismos con Hitler, habría que hablar de ecos o
rimas. La historia nunca se repite.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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