BLOG ORLANDO TAMBOSI
O blog publica com exclusividade o prólogo do professor David Noble ao livro El Mito de la Tierra Plana (A Escandalosa Manipulação dos Historiadores Modernos sobre Colombo), de Jeffrey Burton Russell, professor emérito de História da Universidade da Califórnia, em tradução da Editora Stella Maris, de Barcelona (2014):
Jeffrey
Burton Russell, que ha publicado extensamente sobre la historia
intelectual del mundo de la Edad Media, traslada con este libro el foco
de su atención hacia la historia moderna. En El mito de la Tierra
plana(1) se presenta ante los lectores con un análisis maravillosamente
estimulante sobre los poderosos convencionalismos que han sido
tradicionalmente utilizados para definir las diferencias entre el
Medievo y la Modernidad. La gran paradoja subyacente en este análisis
consiste en la subversión de ese conocimiento convencional.
Al
comienzo de su libro, ofrece una retahíla más que suficiente de citas
extraídas de textos utilizados en las universidades, en los institutos y
en los colegios norteamericanos, en donde se insiste con obstinación en
la existencia de un consenso entre los hombres cultos medievales, desde
el 300 al 1492 d. C., en el sentido de que la Tierra era plana. Esta es
también la tesis de un influyente historiador, Daniel Boorstin, que la
plantea sin ambages en un reciente libro de divulgación histórica que se
ha convertido en un clásico popular, Los descubridores(2).Russell, en
cambio, utiliza su profundo conocimiento de la historia cultural de la
Edad Media para demostrar que la realidad es justo la contraria. Existía
un conocimiento generalizado entre los pensadores —tanto alto como
bajomedievales— de que la forma terrestre debía ser redonda.
Conforme
al paradigma de lo que Russell denomina el «error de la Tierra plana»,
nos hallamos ante una narración que sostiene —equivocadamente— que con
el empeño racionalista de Cristóbal Colón comenzó la liberación de los
hombres modernos de las supersticiones propias de la Iglesia católica.
Siguiendo esta línea argumental, su viaje en 1492 destruyó la mitología
irracional de la «época oscura» medieval gracias a la demostración
empírica de que el mundo era redondo y no plano, como se creía hasta la
gesta colombina.
Aunque
en Europa hubiera protagonistas de primer nivel tanto del Renacimiento
como de la Reforma que se inventaron la idea de que hubo un milenio de
oscuridad entre el mundo clásico grecorromano y el «nuevo mundo» que
ellos mismos encarnaban, Russell sostiene que el «error de la Tierra
plana» no alcanzó a convertirse en ortodoxia de la Modernidad hasta el
siglo XIX. Halla el rastro germinal en los escritos del norteamericano
Washington Irvirg y en los del francés Antoine-Jean Letronne. Pero con
todo, no alcanzó a convertirse en una convención ampliamente extendida
en la cultura popular, en un tópico habitual, hasta el medio siglo que
dista entre 1870 y 1920, como resultado —o víctima colateral— de la
«guerra entre la ciencia y la religión». Éste fue un periodo decisivo
donde muchos intelectuales de Europa y de Estados Unidos se convencieron
de que cualquier religión era sinónimo de superstición, mientras que la
ciencia se alzaba como el único recurso legítimo y legitimado para la
búsqueda de la verdad. En efecto, fue durante los últimos lustros del
siglo XIX y los primeros del XX cuando el viaje de Colón se erigió como
algo parecido a un «símbolo mítico» de la futilidad de la imaginación
religiosa y del poder liberador que representaba el empirismo
científico.
La
paradoja más grave para Russel es que tan pronto se transformó en
ortodoxia el mito moderno de Colón (convertido ya en nuestro imaginario
en el pionero que logró probar el error de la mitología medieval), los
historiadores que habían estudiado el mundo medieval comenzaron a
presentar, a partir de los años veinte del pasado siglo, abrumadoras
evidencias científicas sobre la falsedad del moderno mito de la Tierra
plana. De inmediato, el emergente campo de la historia de la ciencia
comenzó a proveer de nuevas pruebas de que tanto los pensadores
medievales, como los clásicos antes que ellos, creían en la redondez de
la forma física terrestre. Sin embargo, tal y como destaca agudamente
Russell, las evidencias presentadas por los medievalistas y los
historiadores de la ciencia durante al menos setenta años, no han
logrado disuadirnos del poderoso mito actual sobre la supuesta creencia
medieval en la planicie del planeta. La divulgación aún hoy día de esta
anomalía, para Russell, entraña que el «error de la Tierra plana» es
sólo una pequeña parte de la gigantesca fe en el progreso, que
profesamos ciegamente. «Nuestra determinación a creer en el error de la
Tierra plana», sostiene el autor, «surge como consecuencia de nuestro
concepto del pasado y de nuestra necesidad de creer en la superioridad
del presente».
El
libro de Russell debiera ser leído junto a otro, The Estrangement from
the Past, de Anthony Kemp. Éste comparte la idea de que los hombres
modernos han encontrado significación en el tiempo una vez que
rechazaron el sentido medieval de la unidad. Se suma a la creencia de
Russell de que cuando la historia es concebida en términos discontinuos,
exige necesariamente aceptar el progreso como vía de escape ante el
temor que produce un mundo sin significado. Tal y como escribe Russell
con tanta elocuencia: «El terror al sinsentido, de caernos al abismo del
desconocimiento, es más grande que el supuesto miedo de caer fuera de
la Tierra. Y así, preferimos creer un error que nos resulta familiar que
buscar, incesantemente, en la oscuridad». Este es, por tanto, el gran
reto que nos plantea el libro de Russell. Nos pide que nosotros, los
lectores de hoy día, dejemos de considerar a nuestro mundo como un
momento superior al de otras civilizaciones históricas que han existido o
que existirán. Sólo un historiador que domine magistralmente la
historia intelectual tanto del periodo de la Edad Media como del de la
Modernidad, podría escribir un libro tan provocativo como persuasivo.
DAVID NOBLE. Profesor de Historia de la Ciencia. Universidad de York (1945-2010).
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