segunda-feira, 28 de dezembro de 2020

O mito da terra plana

 

BLOG  ORLANDO  TAMBOSI


O blog publica com exclusividade o prólogo do professor David Noble ao livro El Mito de la Tierra Plana (A Escandalosa Manipulação dos Historiadores Modernos sobre Colombo), de Jeffrey Burton Russell, professor emérito de História da Universidade da Califórnia, em tradução da Editora Stella Maris, de Barcelona (2014):


Jeffrey Burton Russell, que ha publicado extensamente sobre la historia intelectual del mundo de la Edad Media, traslada con este libro el foco de su atención hacia la historia moderna. En El mito de la Tierra plana(1) se presenta ante los lectores con un análisis maravillosamente estimulante sobre los poderosos convencionalismos que han sido tradicionalmente utilizados para definir las diferencias entre el Medievo y la Modernidad. La gran paradoja subyacente en este análisis consiste en la subversión de ese conocimiento convencional. 

Al comienzo de su libro, ofrece una retahíla más que suficiente de citas extraídas de textos utilizados en las universidades, en los institutos y en los colegios norteamericanos, en donde se insiste con obstinación en la existencia de un consenso entre los hombres cultos medievales, desde el 300 al 1492 d. C., en el sentido de que la Tierra era plana. Esta es también la tesis de un influyente historiador, Daniel Boorstin, que la plantea sin ambages en un reciente libro de divulgación histórica que se ha convertido en un clásico popular, Los descubridores(2).Russell, en cambio, utiliza su profundo conocimiento de la historia cultural de la Edad Media para demostrar que la realidad es justo la contraria. Existía un conocimiento generalizado entre los pensadores —tanto alto como bajomedievales— de que la forma terrestre debía ser redonda. 

Conforme al paradigma de lo que Russell denomina el «error de la Tierra plana», nos hallamos ante una narración que sostiene —equivocadamente— que con el empeño racionalista de Cristóbal Colón comenzó la liberación de los hombres modernos de las supersticiones propias de la Iglesia católica. Siguiendo esta línea argumental, su viaje en 1492 destruyó la mitología irracional de la «época oscura» medieval gracias a la demostración empírica de que el mundo era redondo y no plano, como se creía hasta la gesta colombina.

Aunque en Europa hubiera protagonistas de primer nivel tanto del Renacimiento como de la Reforma que se inventaron la idea de que hubo un milenio de oscuridad entre el mundo clásico grecorromano y el «nuevo mundo» que ellos mismos encarnaban, Russell sostiene que el «error de la Tierra plana» no alcanzó a convertirse en ortodoxia de la Modernidad hasta el siglo XIX. Halla el rastro germinal en los escritos del norteamericano Washington Irvirg y en los del francés Antoine-Jean Letronne. Pero con todo, no alcanzó a convertirse en una convención ampliamente extendida en la cultura popular, en un tópico habitual, hasta el medio siglo que dista entre 1870 y 1920, como resultado —o víctima colateral— de la «guerra entre la ciencia y la religión». Éste fue un periodo decisivo donde muchos intelectuales de Europa y de Estados Unidos se convencieron de que cualquier religión era sinónimo de superstición, mientras que la ciencia se alzaba como el único recurso legítimo y legitimado para la búsqueda de la verdad. En efecto, fue durante los últimos lustros del siglo XIX y los primeros del XX cuando el viaje de Colón se erigió como algo parecido a un «símbolo mítico» de la futilidad de la imaginación religiosa y del poder liberador que representaba el empirismo científico. 

La paradoja más grave para Russel es que tan pronto se transformó en ortodoxia el mito moderno de Colón (convertido ya en nuestro imaginario en el pionero que logró probar el error de la mitología medieval), los historiadores que habían estudiado el mundo medieval comenzaron a presentar, a partir de los años veinte del pasado siglo, abrumadoras evidencias científicas sobre la falsedad del moderno mito de la Tierra plana. De inmediato, el emergente campo de la historia de la ciencia comenzó a proveer de nuevas pruebas de que tanto los pensadores medievales, como los clásicos antes que ellos, creían en la redondez de la forma física terrestre. Sin embargo, tal y como destaca agudamente Russell, las evidencias presentadas por los medievalistas y los historiadores de la ciencia durante al menos setenta años, no han logrado disuadirnos del poderoso mito actual sobre la supuesta creencia medieval en la planicie del planeta. La divulgación aún hoy día de esta anomalía, para Russell, entraña que el «error de la Tierra plana» es sólo una pequeña parte de la gigantesca fe en el progreso, que profesamos ciegamente. «Nuestra determinación a creer en el error de la Tierra plana», sostiene el autor, «surge como consecuencia de nuestro concepto del pasado y de nuestra necesidad de creer en la superioridad del presente». 

El libro de Russell debiera ser leído junto a otro, The Estrangement from the Past, de Anthony Kemp. Éste comparte la idea de que los hombres modernos han encontrado significación en el tiempo una vez que rechazaron el sentido medieval de la unidad. Se suma a la creencia de Russell de que cuando la historia es concebida en términos discontinuos, exige necesariamente aceptar el progreso como vía de escape ante el temor que produce un mundo sin significado. Tal y como escribe Russell con tanta elocuencia: «El terror al sinsentido, de caernos al abismo del desconocimiento, es más grande que el supuesto miedo de caer fuera de la Tierra. Y así, preferimos creer un error que nos resulta familiar que buscar, incesantemente, en la oscuridad». Este es, por tanto, el gran reto que nos plantea el libro de Russell. Nos pide que nosotros, los lectores de hoy día, dejemos de considerar a nuestro mundo como un momento superior al de otras civilizaciones históricas que han existido o que existirán. Sólo un historiador que domine magistralmente la historia intelectual tanto del periodo de la Edad Media como del de la Modernidad, podría escribir un libro tan provocativo como persuasivo. 

DAVID NOBLE. Profesor de Historia de la Ciencia. Universidad de York (1945-2010).

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