O marxismo combina as tradições apocalípticas com outros elementos, como as profecias de Joachim De Fiore. Artigo de José Ignacio del Castillo, publicado pelo Instituto Independiente:
El
conocimiento de los movimientos apocalípticos surgidos en Europa
durante la Edad Media y el Renacimiento permite comprender la
popularidad y la estructura ideológica de ciertos movimientos utópicos
modernos como el marxismo e incluso el ecologismo. En ello coinciden
autores de tradiciones de pensamiento diversas: Murray N. Rothbard,
Norman Cohn o Leszek Kowalowski.
Basándose
en las tradiciones apocalípticas tanto judía como cristiana (Libro de
Daniel, Libro del Apocalipsis de Juan, oráculos sibilinos medievales),
Norman Cohn (En pos del milenio, Madrid, Alianza Universidad, 1981)
descubría el paradigma común en todo movimiento mesiánico. “El mundo
está dominado por un poder maligno y tiránico [el capitalismo para los
marxistas] con una capacidad de destrucción ilimitada –un poder que no
se imagina como humano sino como diabólico. La tiranía de este poder se
hará cada vez más insoportable, los sufrimientos de sus víctimas cada
vez más intolerables [creciente ejercito de pobres y pauperización de
las masas]; hasta que repentinamente suene la hora en la que los santos
de Dios puedan levantarse y destruirlo. Entonces los mismos santos, los
elegidos, el pueblo que hasta aquel momento sufría bajo el talón del
opresor, heredarán a su vez el dominio sobre toda la tierra. Con ello se
producirá la culminación de la Historia; el reino de los santos
sobrepasará en gloria a todos los reinos anteriores: no tendrá sucesor.”
Continúa Cohn: “Gracias a esta fantasía la apocalíptica ejerció una
gran fascinación en los descontentos y frustrados de épocas
posteriores.”
El
marxismo combina la tradición apocalíptica con otros curiosos
elementos. Por ejemplo, el modelo de vida apostólica de pobreza y
comunismo que tanto predicamento tuvo durante el Medievo e incluso con
posterioridad. La popularidad de este modelo se agigantó a partir de una
lectura desproporcionada del libro de los Hechos de los Apóstoles.
Otro
curioso antecedente genealógico del marxismo lo encontramos en las
profecías del clérigo italiano Joaquín de Fiore. Fiore aseguró haber
descubierto un mensaje oculto en las Sagradas Escrituras. El fin del
mundo y el comienzo del milenio de Dios en la Tierra iba a producirse en
1260. Esta fecha coincidía con la 52ª generación posterior al
nacimiento de Jesucristo. La historia para los joaquinitas constaba de
tres etapas, todas ellas de 52 generaciones de duración. La primera o
Edad del Padre comprendía el periodo histórico entre Abraham y Jesús y
habría sido una época de temor y servidumbre. La segunda época
denominada Edad del Hijo terminaría en 1260. Se trataba de una etapa de
fe y sumisión filial. Finalmente en 1260, se iniciaría la Edad del
Espíritu. Una época de amor, alegría y libertad en la que los hombres
convertidos en monjes vivirían en contemplación mística loando con
alabanzas a Dios. Con Joaquin de Fiore se popularizan pues las
“filosofías de la Historia” La idea sería que existen significados
ocultos en las Escrituras o en los acontecimientos, que mediante
procedimientos gnósticos permiten conocer y pronosticar el proceso de la
historia. Una clave con la que se lograría percibir ciertas pautas y
que hace posible predecir en detalle las futuras etapas. El materialismo
histórico, la lucha de clases y la inevitabilidad del socialismo
constituyeron la actualización marxista del mito joaquinita
Conviene
también abordar la cuestión del gran predicamento que los movimientos
mesiánicos han encontrado siempre entre frustrados y desorientados. A
este respecto señala Cohn que “cualquier acontecimiento fuera de lo
normal –cualquier forma de revuelta, la predicación de una cruzada, una
peste o el hambre- [la eterna búsqueda de las condiciones objetivas para
desencadenar la Revolución] operaba sobre esta masa con una fuerza
peculiar provocando reacciones de singular violencia. Una de las maneras
en que trataron de salir de su situación fue formando grupos
salvacionistas bajo el mando de un guía mesiánico. (…) La convicción de
tener una misión de alcance mundial, de haber sido divinamente
[históricamente dirían los marxistas] elegidos para llevar a cabo una
tarea prodigiosa, proporcionaba a los desorientados y frustrados una
nueva fuerza y esperanza. No sólo les daba su lugar en el mundo, sino un
lugar único y esplendoroso”.
Tradicionalmente
los movimientos apocalípticos han recurrido con prodigalidad al uso de
la violencia. Ésta se justifica en el contexto de una guerra contra las
fuerzas del Anticristo. En efecto, el milenio de Dios en la tierra
vendría precedido según todas las profecías apocalípticas por terribles
luchas. La figura del tirano de los últimos días recogida en el libro de
Daniel, reaparece en el Apocalipsis y en la amonestación de San Pablo a
los tesalonicenses. Se trata pues de luchar contra el poder
establecido: el pseudo-mesías “que hace frente y se levanta contra todo
lo sagrado hasta invadir el santuario de Dios y poner en él su trono.”
Con este bagaje teórico, los milenarismos medievales se embarcaron en
frecuentes matanzas de clérigos y judíos. A los primeros se les acusaba
de vida licenciosa. La Iglesia -que gobernaba espiritualmente el mundo-
era el enemigo mortal a destruir. Los judíos como exogrupo que
orgullosamente no aceptaba someterse y reconocer la divinidad de Cristo,
debían también ser eliminados. De nuevo aquéllas ideas se nos presentan
terriblemente familiares a la hora de examinar el marxismo. Como dirían
ellos, se trata de hacer parir a la Historia liquidando a los enemigos
de la clase obrera.
Existe
otro ingrediente que Cohn nos recordaba. El mito del estado de
naturaleza igualitario. Las estupideces de Ovidio, Séneca o Platón,
fueron incorporadas a las enseñanzas mesiánicas perpetuando la patraña
de una sociedad natural igualitaria en un mundo de abundancia sin
límite. Según el ideal mesiánico cabría volver a ese mundo redimiendo
nuestros pecados. Alrededor de 1270 un laico francés llamado Jean de
Meun describía así la Edad de Oro. “Érase una vez, en los días de
nuestros primitivos padres como atestiguan los escritos de los antiguos,
la gente se amaba con delicado y honesto amor y no por codicia y ansia
de lucro. La bondad reinaba en el mundo. En esos tiempos los gustos eran
sencillos y las gentes no pasaban penalidades pues la tierra daba
libremente todo el alimento que se necesitaba. (…) Todos eran iguales y
no tenían propiedad privada propia. (…) Los antiguos se acompañaban sin
atadura, pacíficamente y no hubiesen abandonado su libertad ni por todo
el oro del mundo… Desgraciadamente tan feliz situación llegó a su fin
con la aparición de innumerables vicios: engaño, orgullo, ambición,…”
Convendría fechar esa Edad de Oro para saber si nuestros amigos se
refieren al hombre de Cro Magnon, al Ergaster o al hombre de Atapuerca.
¿O es quizás al tiempo de algún otro primate anterior? En fin, no merece
la pena abundar mucho en las condiciones de vida que se padecen en las
colonias de animales donde la lucha por el alimento y la supervivencia
es fiera y extraordinariamente dura.
El
árbol genealógico del socialismo marxista estaría así compuesto por
amaurianos, joaquinitas, begardos, taboritas y los ranters
(energúmenos). En el particular panteón de falsos Mesías junto a Marx y
Lenin habría sitio para Tanchelmo, Konrad Schmid, Pedro el Ermitaño,
Thomas Münzer y Eón de Stella.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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