O pobrismo, tão cultivado no Brasil nos últimos 15 anos, exalta os
pobres frente aos ricos e ao poder econômico. Enquanto o marxismo fala
de exploração, o pobrismo fala de exclusão, sintetiza Manuel Solanet em
artigo publicado por Libertad.org:
El pobrismo podría ser definido como la exaltación de los pobres,
poniendo el énfasis en su defensa frente al resto de la sociedad. Es un
enfoque clasista aunque distinto al del marxismo. No se sintetiza en
los trabajadores versus el capital, sino en los pobres frente a los
ricos y el poder económico. Mientras el marxismo habla de la
explotación, el pobrismo habla de la exclusión y el descarte.
El pobrismo no considera la movilidad social. Los pobres son y serán.
Con ellos se desarrollan lazos afectivos, de solidaridad y también de
ayuda. Pero el pobrismo no elabora políticas ni procedimientos para que
cada uno de los pobres evolucione hacia la riqueza. Más bien desarrolla
un discurso de protesta dirigido a quienes ellos creen egoístas, que
desprecian a los pobres o en el mejor de los casos los ignoran. El
pobrista suele adoptar perfiles austeros y emblemáticos en su vida
personal. Es una forma de expresar su vocación o preferencia por los
pobres.
El pobrismo es característico de gente buena. No nace en el
resentimiento ni postula la lucha de clases. Tiende al asistencialismo. A
redistribuir la riqueza que ya existe. Desconoce la inversión
productiva y la generación de trabajo. Esto es consecuencia de que los
pobristas descreen en el capital y tienen aversión a las grandes
empresas. Prefieren dar pescado que enseñar a pescar. A lo sumo son
condescendientes con la pequeña empresa, las pymes, que serían una
réplica de los pobres frente a las grandes corporaciones. Sospechan que
éstas ganan demasiado y que son remisas a distribuir los beneficios
entre sus obreros.
Al exaltar la pobreza, parecería que el pobrismo no desea que los que
hoy son pobres dejen de serlo. No indaga sobre las causas de la
pobreza ni sobre el desarrollo económico y social producido por los
distintos sistemas económicos. En esa ignorancia hace prevalecer
visiones inmediatistas. Por ello rechaza el capitalismo o la economía de
mercado, desconociendo que fue el único sistema que efectivamente
contribuyó a reducir la pobreza en el mundo. Hoy también rechaza la
globalización.
Es común que el pobrismo tenga base religiosa. Para los hombres de Fe
vale el mandato evangélico de amar al prójimo como a si mismo. El papa
Francisco es un pobrista y ha convocado a esa visión a muchos otros
obispos y sacerdotes. El mensaje de “Laudato si” en su capítulo social
expone con toda claridad esa posición, que luego se ha reiterado en
todos los mensajes y documentos.
Debe diferenciarse el pobrismo de la verdadera ayuda efectiva a los
pobres, que es la que trata que salgan de esa situación, que dejen de
ser pobres. Ayuda efectiva es, por ejemplo, la del sacerdote Pedro Opeka
que desde hace 50 años trabaja en una comunidad en Madagascar. Su
tarea, además de espiritual, ha sido de ayuda para que personas de
extrema pobreza, salgan de ella. Les ha hecho construir viviendas,
enseñándoles con su propia participación. Les creó escuelas, agregando
luego colegios secundarios y una universidad. Su preocupación fue
capacitarlos para que evolucionen intelectual y materialmente. Escuché
al padre Opeka agradecer el premio que le otorgó la Universidad del
CEMA, un centro educativo orientado a la libertad económica. En su
discurso explicó cómo darle a sus asistidos las capacidades para
desarrollarse por sí mismos. Es una filosofía coincidente con la
sostenida en el mundo por el Instituto Acton. Ella nos dice que debe
superarse la mera actitud compasiva, que deviene en protestataria para
luego impugnar paradójicamente los sistemas económicos que más han hecho
para salir de la pobreza.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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