BLOG ORLANDO TAMBOSI
'Guerra' é um dos manuscritos (resgatados em 2021) deixados para trás na precipitada fuga do autor no fim da II Guerra Mundial, na França. Rafael Narbona para El Cultural:
¿Qué hacemos con Louis-Ferdinand Céline
(1894-1961)? Como dijo en 2011 Bertrand Delanoë, alcalde socialista de
París, “Céline es un excelente escritor, pero también un perfecto
cabrón”. Ciertamente, su panfleto antisemita Bagatelas para una masacre
(1937) le garantiza un lugar destacado en la historia universal de la
infamia. Céline celebró la ocupación alemana, un gesto que le obligó a
exiliarse en Dinamarca tras la guerra.
Si
hubiera permanecido en Francia, habría corrido el mismo destino que
Robert Brasillach, fusilado por traición, o se habría suicidado, como Drieu de La Rochelle.
Su precipitada huida provocó el extravío de dos maletas llenas de
manuscritos, que no se recuperaron hasta 2021. El material rescatado
está permitiendo publicar nuevos textos, como Guerra, una novela que
corrobora por qué se considera a Céline un narrador magistral.
“Atrapé
la guerra en la cabeza”, leemos al inicio. Son palabras de Ferdinand,
el protagonista, un soldado herido en los campos de batalla de la
Primera Guerra Mundial. Es el único superviviente de su unidad y todo
insinúa que se halla implicado en un fraude. Auxiliado por un soldado
inglés, será hospitalizado en una iglesia abandonada. Durante su
convalecencia, su mente oscilará entre los delirios, los recuerdos y las
fantasías sexuales. Gracias a una prostituta, será evacuado a Londres.
Uno de los manuscritos recuperados prosigue esta peripecia, pero aún no
ha sido publicado.
Toda
la novela fluye con el característico estilo de Céline, donde se funde
la nota lírica, la introspección más despiadada y la obscenidad
autocomplaciente. No hay concesiones al lector. Al comentar la visita de
sus padres, Ferdinand no esconde el desprecio que siente por ellos:
“Nunca he visto nada más asqueroso”. Su visión del amor no es más
amable. Solo existe el deseo, una fuerza oscura que no repara en
consideraciones morales. Lo único importante es el placer, una sacudida
que nos conduce al único paraíso posible.
Céline
no oculta el espanto que le produce la guerra. No se parece a Ernst
Jünger, que evoca su experiencia en el frente con un tono épico y
sentimental, pero la aflicción que le causa el espectáculo de la muerte
en unos campos devastados por los obuses no implica un elogio humanista
de la paz. Céline desprecia al ser humano y no cree en el progreso. No
esboza alternativas éticas. No le interesan las utopías ni el bienestar
general. Solo testimonia que en el mundo hay crueldad y miseria, pero
también belleza: “He aprendido a hacer bella literatura, con trocitos de
horror”.
Céline
hace bella literatura: deslumbrantes metáforas, neologismos audaces,
pinceladas que parecen zarpazos. Su prosa es la ebriedad de las fiestas
dionisíacas, donde se altera el orden lógico de las cosas para acceder a
una misteriosa clarividencia. Céline entiende que su misión es reventar
la claridad cartesiana de una civilización basada en la vieja sentencia
apolínea: “nada en exceso”. Sostiene que la moderación siempre miente.
El artista solo es fecundo cuando cultiva el exceso y lo terrible. La
moralidad es un estorbo.
Guerra
no es una novela perfecta. Se nota su carácter de manuscrito sin pulir,
pero incluso en ese estado se aprecia el gran talento de Céline, uno de
los novelistas que reinventó el género, introduciendo digresiones
interminables, visiones oníricas y piruetas lingüísticas. Sin duda era
un cabrón, pero un cabrón con una mirada afilada y precisa, capaz de
captar el fondo más oscuro de la condición humana. Su literatura no está
muy lejos de Sade. Descuartiza el siglo XX, hijo de la razón, para
mostrarnos sus entrañas putrefactas.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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