Artigo de Martín Krause
destaca a tradição da ordem espontânea, presente nos principais
pensadores do iluminismo escocês: Adam Ferguson, David Hume e Adam
Smith. O conceito de "ordem espontânea" é muito presente também na obra
de Friedrich Hayek, um dos expoentes da chamada Escola Austríaca. A
propósito dos iluminismos (sim, não existiu só o francês), recomendo a
leitura de Os caminhos para a modernidade. Os iluminismos britânico, francês e americano, de Gertrude Himmelfarb (É Realizações). Segue o texto de Krause, publicado pelo Instituto Cato:
Con los alumnos de la
UNLP vemos Historia del Pensamiento Económico. En este caso, algunos
capítulos del libro compilado por Adrián Ravier, Lecturas de historia
del pensamiento económico. Estamos considerando a los clásicos y uno de
los capítulos es un artículo donde Ezequiel Gallo comenta “La Tradición
del orden social espontáneo”, analizando las contribuciones de los
escoceses Adam Ferguson, David Hume y Adam Smith. De ese texto,
reproduzco su explicación y comentario de la famosa frase del primero de
esos autores cuando se refiere a los fenómenos sociales que son “fruto
de la acción humana pero no del designio humano”. Esta es la esencia de
un orden espontáneo, algo que cuesta mucho comprender.
Ferguson se
preguntaba: “… ¿cómo fue posible que en ciertos momentos, ese ser frágil
e imperfecto que es el hombre fuera capaz de crear riqueza y abandonar
siquiera fugazmente, la condición de atraso y pobreza a la que parece
condenado?" Las primeras reflexiones a partir del interrogante planteado
apuntan a señalar cómo no ocurrió ese tránsito. El cambio no fue
originado por un plan "maestro" generado en la cabeza de un hombre o en
un cónclave de notables. Tampoco fue el resultado de algún contrato
original donde se acordaron de una vez las instituciones que habían de
regir los destinos de la humanidad: “Ninguna sociedad se formó por
contrato” —diría Ferguson—, “ninguna institución surgió de un plan [ … ]
las semillas de todas las formas de gobierno están alojadas en la
naturaleza humana: ellas crecen y maduran durante la estación
apropiada”. Y luego redondea esta noción en uno de los más afortunados
pasajes de su Ensayo sobre la sociedad civil:
“Aquel que por
primera vez dijo: ‘Me apropiaré de este terreno, se lo dejaré a mis
herederos’ no percibió que estaba fijando las bases de las leyes civiles
y de las instituciones políticas. Aquel que por primera vez se
encolumnó detrás de un líder no percibió que estaba fijando el ejemplo
de la subordinación permanente, bajo cuya pretensión el rapaz lo
despojaría de sus posesiones y el arrogante exigiría sus servicios.
Los hombres en
general están suficientemente dispuestos a ocuparse de la elaboración de
proyectos y esquemas, pero aquel que proyecta para otros encontrará un
oponente en toda persona que esté dispuesta a proyectar para sí misma.
Como los vientos que vienen de donde no sabemos [ … ] las formas de la
sociedad derivan de un distante y oscuro pasado; se originan mucho antes
del comienzo de la filosofía en los instintos, no en las especulaciones
de los hombres. La masa de la humanidad está dirigida en sus leyes e
instituciones por las circunstancias que la rodean, y muy pocas veces es
apartada de su camino para seguir el plan de un proyectista individual.
Cada paso y cada
movimiento de la multitud, aun en épocas supuestamente ilustradas,
fueron dados con igual desconocimiento de los hechos futuros; y las
naciones se establecen sobre instituciones que son ciertamente el
resultado de las acciones humanas, pero no de la ejecución de un
designio humano. Si Cronwell dijo que un hombre nunca escala tan alto
como cuando ignora su destino, con más razón se puede afirmar lo mismo
de comunidades que admiten grandes revoluciones sin tener vocación
alguna para el cambio, y donde hasta los más refinados políticos no
siempre saben si son sus propias ideas y proyectos las que están
conduciendo el estado”.
Es conveniente
subrayar dos aspectos de esta intuición tan fértil de Ferguson. En
primer lugar, el autor escocés afirma que los hombres no “inventan”
desde cero, sino que innovan a partir de circunstancias e instituciones
que fueron el fruto de acciones humanas anteriores. En segundo término,
esas circunstancias surgieron como consecuencia de la yuxtaposición de
una multitud de planes individuales que al entrecruzarse produjeron
muchas veces resultados que no eran queridos por sus autores. Así Hume,
por ejemplo, afirmaba que las reglas de justicia, y especialmente de la
propiedad, eran muy ventajosas para todos los integrantes de la
comunidad “a pesar de que ésa no había sido la intención de los
autores”. Es importante advertir, finalmente, que una parte muy
significativa de nuestras instituciones (justicia, moneda, mercados,
lenguaje, etc.) emergieron espontáneamente de esas interacciones humanas
bastante antes que pensadores y analistas sistematizaran sus
contenidos. Esto es, por ejemplo, lo que nos dice Ferguson sobre el
lenguaje:
“Tenemos suerte de
que en estos, y otros, artículos a los cuales se aplica la especulación y
la teoría la naturaleza prosigue su curso, mientras el estudioso está
ocupado en la búsqueda de sus principios. El campesino, o el niño,
pueden razonar y juzgar con un discernimiento, una consistencia y un
respeto a la analogía que dejaría perplejos al lógico, al moralista y al
gramático cuando encuentran el principio en el cual se basa el
razonamiento, o cuando elevan a reglas generales lo que es tan familiar y
tan bien fundado en casos personales”.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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