Aníbal
Romero raciocina como levar a cabo um processo que faça justiça à
sociedade venezuelana ante os abusos e crimes do regime chavista. Não se
descarte um tribunal nos moldes do alemão - Nuremberg -, que julgou os
crimes de guerra nazistas:
La
exigencia de justicia es una de las motivaciones fundamentales de la
conducta humana en la historia. En ciertas coyunturas y como resultado
de procesos colectivos, sociedades enteras experimentan el imperativo
ético de saldar cuentas consigo mismas, determinar responsabilidades,
establecer culpas y asignar castigos, como una forma de conocer la
verdad sobre el pasado, interpretar el presente y despejar un nuevo
rumbo hacia el porvenir. Esta sed de justicia se está abriendo paso en
la sociedad venezolana, sociedad que se ha visto sometida por casi dos
décadas a una dinámica de severo descoyuntamiento moral y físico. Dicha
dinámica ahora desemboca en un paroxismo de violencia y crimen, que
acentúa y acentuará las ansias de buscar la verdad y revelarla.
La hora
de la justicia no ha llegado todavía pero podría llegar. Imposible
predecirlo. Más aún, la hora de la justicia debería llegar, pues de lo
contrario la sociedad venezolana desperdiciaría la oportunidad de
extraer —para usar los términos de Karl Deutsch— un aprendizaje creativo
de lo ocurrido durante estos años de luchas, desencantos y esperanzas
que a pesar de todo se renuevan. Un aprendizaje creativo es el que
posibilita tanto corregir los errores cometidos como hacer más difícil
su repetición en el futuro, y el mismo es lo contrario de un aprendizaje
patológico, que conduce a repetir y profundizar las fallas incurridas.
Si y
cuando llegase la hora de la justicia será fundamental hacerlo bien, es
decir (y perdóneseme lo redundante), será fundamental hacerlo con
justicia y no en función de la revancha. En tal sentido creo que los
precedentes venezolanos no son alentadores. Sin entrar ahora en
detalles, pienso que en líneas generales el fin de otras etapas
históricas venezolanas, signadas por la arbitrariedad de los poderosos,
no ha conducido a una adecuada aplicación de la justicia sino más bien a
su uso tergiversado, o a la impunidad y el olvido. Ambos extremos son
negativos, pues la manipulación interesada de la justicia arroja un
aprendizaje social patológico, en tanto que la impunidad y el olvido
impiden cualquier aprendizaje creador.
En este
orden de ideas, comentaristas que combinan en sus personas la buena
voluntad y la lucidez analítica han empezado a hablar acerca de un
posible “juicio de Núremberg” venezolano, en referencia al famoso
enjuiciamiento de dos docenas de jerarcas civiles y militares nazis que
tuvo lugar en la ciudad alemana de Núremberg, entre noviembre de 1945 y
octubre de 1946. El sitio fue escogido de manera deliberada ya que
Hitler y sus seguidores acostumbraban celebrar en Núremberg los
congresos anuales del partido nacional-socialista. En realidad, todos
los diversos aspectos de este juicio tuvieron un hondo carácter
simbólico, lo cual en modo alguno significa que en ellos la justicia no
haya sido servida dignamente. Lo que he estudiado acerca de lo
acontecido en Núremberg me indica que allí se hizo un notable esfuerzo
de parte de jueces, fiscales y abogados defensores para actuar conforme a
la justicia.
La
historia, ha insistido Henry Kissinger, enseña por analogía, no por
identidad. La mención de un posible Núremberg venezolano es, desde
luego, una analogía. El punto no consiste en equiparar con exactitud, ni
mucho menos, los eventos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial,
el nazismo y sus consecuencias para Alemania, con los desmanes de la
versión castrista de totalitarismo que el régimen chavista procura
implantar en Venezuela. El punto consiste en poner de manifiesto ciertas
analogías entre procesos que destruyen las libertades individuales y la
convivencia democrática. Por ello interesa señalar algunas similitudes
entre lo ocurrido en Núremberg y la experiencia venezolana, lo cual
requiere el despeje de tres importantes elementos.
En
primer lugar, al tratar estos temas es esencial distinguir, como apuntó
Karl Jaspers en su libro sobre El problema de la culpa, entre una culpa
moral, una culpa política y una culpa criminal. En Núremberg se juzgaron
crímenes atribuibles y comprobables con relación a personas concretas,
crímenes que se llevaron a cabo en el contexto de una ideología política
perniciosa y de un colapso ético de la sociedad. La culpa moral y la
política están usualmente más extendidas que las responsabilidades
criminales, y el juez de la culpa moral y política es con frecuencia la
conciencia individual. En Venezuela se han cometido crímenes y delitos
que van desde el asesinato y la tortura hasta el encarcelamiento
arbitrario de muchas personas, y si llega la hora de la justicia nos
enfrentaremos a dilemas bien conocidos. ¿Quiénes son los culpables, por
ejemplo, los militares que consideran el uso de francotiradores contra
la oposición y dan las órdenes, los que de hecho aprietan el gatillo, o
los políticos e ideólogos que manejan los hilos detrás de todo esto? La
enseñanza de Núremberg es que el que urde, el que planifica, el que
estimula, el que ordena y el que ejecuta comparten una culpa criminal.
En
segundo término, no será posible hacer justicia en Venezuela si persiste
el despiste acerca de la naturaleza del régimen. En particular no
debemos confundir, de un lado, el hecho cierto de que en muchos aspectos
el régimen chavista, sus jerarcas, seguidores y quienes reprimen en su
nombre ponen de manifiesto una conducta criminal, con la idea errada, de
otro lado, según la cual el régimen es una mera organización mafiosa
que se apoderó del Estado. También Stalin, Hitler, los Castro y otros de
su calaña cometieron y cometen crímenes, pero sus regímenes también
poseyeron y poseen sedimentos políticos e ideológicos que contribuyeron a
impulsar la criminalidad de sus acciones. El régimen chavista participa
de una sustancia mafiosa, pero es más que una mafia enquistada en el
poder con el exclusivo fin de depredar. Es un régimen inspirado en la
ideología y esquema de poder comunistas en Cuba y afianzado mediante las
bien ensayadas técnicas castristas, entre ellas, el férreo
adoctrinamiento y control operacional de las fuerzas militares, que son
por desgracia convertidas en columna vertebral del sistema de opresión.
Es debido a estos factores que el régimen chavista muestra rasgos
totalitarios inequívocos, que contribuyen a su voluntad de sostenerse a
como dé lugar en el poder y resistir toda aspiración democrática de la
sociedad. Es clave entenderlo así a la hora de debatir los temas de la
culpa moral y política, además de criminal, por la tragedia del país.
En
tercer lugar, el juicio de Núremberg fue conducido por un Tribunal
Internacional Militar, integrado en parte por jueces militares. Insisto,
no obstante, que a mi manera de ver la justicia fue entonces alcanzada,
y dicho proceso estuvo rodeado de importantes debates jurídicos y
filosóficos. En cuanto a Venezuela, y una vez más salvando las
necesarias distancias, se plantearán muy complejos desafíos, pues la
guerra que tenemos es la de las fuerzas represivas del régimen,
oficiales y no-oficiales, contra la ciudadanía en rebelión, y luce
desaconsejable que los militares sean eventualmente jueces de la
tragedia del país excepto en el estricto y restringido ámbito castrense.
Los crímenes cometidos por civiles y militares podrían ser objeto de la
atención de cortes internacionales, pero es bien sabido que en esas
cortes el curso de la justicia tiende a eternizarse. La justicia en
Venezuela, no la revancha ni la venganza, debería en todo lo posible ser
adelantada por la propia sociedad venezolana.
El
chavismo, cabe destacarlo nuevamente, encierra una fundamental vocación
totalitaria dirigida aferrarse al poder e impedir su salida del mismo,
excepto a través de la rebelión generalizada y persistente de la
sociedad. El comunismo de raigambre cubana es parte integral del actual
régimen venezolano; de allí que el régimen chavista haya durante años
empujado de manera deliberada a nuestra sociedad al empobrecimiento y la
desesperación, a objeto de someterla a un dominio irreversible. Con
gran coraje, la sociedad venezolana y buena parte de sus dirigentes
democráticos han admitido, finalmente, la angustiosa pero implacable
verdad acerca de la naturaleza totalitaria del comunismo chavista, y
están resistiendo con heroísmo los designios despóticos concebidos en La
Habana.
Así como
en Alemania, luego de derribado el nazismo, fue necesario no solo hacer
justicia sino también llevar a cabo un proceso de “desnazificación”,
que tomó años y se plasmó en diversas leyes que bloquean la reaparición
de los movimientos totalitarios, del mismo modo será necesario enfrentar
en Venezuela el grave reto que plantea un movimiento y un grupo de
dirigentes civiles y militares negados a admitir las reglas de la
democracia representativa. ¿Sobrevivirá el chavismo si es derrocado el
actual régimen, y en qué términos? ¿Cómo puede el que está dispuesto a
tolerar convivir con el que es y no quiere sino ser intolerante? (Instituto Cato).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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