BLOG ORLANDO TAMBSI
Em ensaio publicado por Disidentia, Javier Benegas analisa a engenharia social implantada no "paraíso sueco":
En
2018 estallaba la polémica en las universidades suecas. Erik Ringmar,
profesor en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de
Lund, decidió cancelar su curso sobre la historia moderna del
pensamiento conservador después de que el departamento introdujera una
regla que obligaba a los maestros a usar cuotas de género en la
literatura de los cursos. Según esta norma, al menos el 40 por ciento de
las referencias deberían proceder de autoras femeninas. No era una
medida particular de la universidad, sino que estaba en línea con la
política de género del gobierno sueco, que se implementa en las
universidades a través de la Secretaría de Investigación de Género de
Suecia.
A
pesar de que en el curso propuesto por Ringmar era imposible cumplir la
cuota exigida por razones objetivas de falta de referencias femeninas,
la universidad le propuso hacer una excepción si prometía incluir a
Judith Butler, una escritora feminista radical de tradición
postestructuralista. Inicialmente, Ringmar dio su brazo a torcer. Aceptó
la imposición. Sin embargo, más adelante Ringmar cambió de opinión y
dejó de lado a Butler por considerarla irrelevante. «Ningún comité de
literatura del mundo puede obligarme a enseñar a Judith Butler si no
quiero», escribió en su blog e intentó seguir adelante. Pero algunos
estudiantes acudieron al decano del departamento para denunciar que el
curso no seguía la lista de lectura. Tras la denuncia, Ringmar decidió
que había tenido suficiente, canceló el curso y declaró: “Por insistir
en dar este curso, me he ganado la reputación de antifeminista. Y mi
trabajo ha sido señalado y puesto en duda. He decidido no volver a
impartir el curso. No quiero ser acosado por los estudiantes, ni que se
difundan rumores extraños sobre mí entre colegas”.
Este
tipo de medidas coercitivas hacia los maestros que se imponen en Suecia
son contrarias a las recomendaciones de la UNESCO sobre el personal
docente de educación superior (1997)
“El personal docente de educación superior tiene derecho a enseñar sin interferencias, sujeto a los principios profesionales aceptados, incluida la responsabilidad profesional y el rigor intelectual con respecto a las normas y los métodos de enseñanza. El personal docente de educación superior no debe ser obligado a instruir en contra de su mejor conocimiento y conciencia, u obligado a utilizar planes de estudio y métodos contrarios a las normas nacionales e internacionales de derechos humanos”.
Pero
las recomendaciones de la UNESCO no se aplican en Suecia. A diferencia
de la criticada Hungría, por ejemplo, en el país nórdico no existen
estatutos legales que garanticen la libertad de enseñanza. Así, el
periodista sueco Ivar Arpi, que siguió este episodio muy de cerca,
concluyó que el caso del profesor Erik Ringmar revelaba la alarmante
precariedad de la libertad académica en Suecia
“Este es solo un ejemplo de cómo la libertad académica se sustituye por una visión específica de la justicia social. Casos similares se están sucediendo por todo el país gracias a la denominada integración de la perspectiva de género, un proceso que pone en riesgo la libertad académica en las universidades suecas”.
Ivar
Arpi no iba descaminado, como demostraría otro caso, el de la profesora
estadounidense Linda Gottfredson, que fue invitada a dar una charla
magistral en una conferencia en la ciudad sueca de Gotemburgo. Poco
antes de que la conferencia tuviera lugar, se le comunicó que su
invitación había sido cancelada debido a las protestas de otros
investigadores que sostenían que las conclusiones no igualitarias de
Gottfredson contravenían las normas éticas del organizador. Después, le
llegó el turno a la Universidad de Artes, Artesanía y Diseño de
Estocolmo, donde candidatos varones para la cátedra en Comunicación
Visual fueron marginados porque su arte se consideró masculino.
Los
episodios que conculcan la libertad de cátedra en Suecia se suceden. Lo
que empezó afectando a departamentos concretos, se ha extendido a los
demás, también a la carrera de medicina, donde se han introducido
controles de género, entre ellos, que los maestros usen una terminología
de género «correcta». Ya se han producido las primeras denuncias, dando
lugar a controvertidas investigaciones y “recomendaciones”.
Se
insiste en que el llamado “marxismo cultural” tiene su origen en la
Escuela de Fráncfort, una corriente de pensamiento originariamente
europea pero que se hizo popular en la década de 1960, cuando algunos de
sus principales exponentes emigraron a los Estados Unidos. Esta
fijación ha permitido que la transcendencia de Suecia, en lo que se
refiere a la propagación de la ingeniería social, elemento fundamental
de la Corrección Política, pasara desapercibida. Pero lo cierto es que,
mientras algunos integrantes de la Escuela de Fráncfort se dedicaban a
desarrollar modelos teóricos con los que rescatar partes del pensamiento
marxista, los suecos ya habían pasado a la acción.
PIONEROS EN INGENIERÍA SOCIAL INCREMENTAL
En
los años 20 del siglo XX el partido socialdemócrata sueco abandonó los
postulados marxistas ortodoxos y diseñó una nueva ruta. La sociedad
capitalista debía ser erradicada, pero de forma paulatina, sin violencia
y utilizando una nueva vía. No se expropiarían los medios de
producción, porque era mucho más eficiente que siguieran en manos
privadas, se condicionarían los bienes que consumían los ciudadanos.
Para ello, era necesario “modernizar” la forma de pensar de las
personas, para que llevaran un tipo de vida sana y correcta. Así el
capitalismo no se controlaría por el lado de la oferta… sino por la
demanda.
Esto
supuso la puesta en marcha de un intenso proceso de ingeniería social
que dejó a los ciudadanos a merced de las autoridades y de los expertos.
Entre estos últimos, destacaron Alva y Gunnar Myrdal, una pareja de
intelectuales cuyo libro Crisis in the Population Question (1930)
inspiró la creación del Estado del bienestar. En su libro, Alva y Gunnar
Myrdal, que hicieron de su propia vida un experimento social,
establecieron la premisa de que, para permitir la libertad individual
—sobre todo de las mujeres— y al mismo tiempo hacerla compatible con la
natalidad, las reformas sociales eran imprescindibles.
El
salto del modelo sueco al resto del mundo tiene, sin embargo, otro
nombre propio: Marquis Childs, un periodista norteamericano que, tras
viajar a Suecia en los años 30, escribió varios libros alabando la
política y la sociedad del país nórdico. Concretamente, en Sweden: The
Middle Way (1936), Childs afirmó que los suecos habían logrado combinar
lo mejor del capitalismo con lo mejor del socialismo. El libro, que
alcanzó un gran éxito en los Estados Unidos, ejerció una enorme
influencia sobre el presidente Franklin D. Roosevelt justamente cuando
diseñaba su New Deal
«Me interesé mucho en el desarrollo cooperativo en países extranjeros, especialmente en Suecia. Hace un par de meses salió un libro muy interesante: The Middle Way. Estaba tremendamente interesado en lo que habían hecho en Escandinavia en ese sentido. En Suecia, por ejemplo, tienes una familia real y un gobierno socialista y un sistema capitalista, todos trabajando felizmente uno al lado del otro. Por supuesto, es un país más pequeño que el nuestro; pero han realizado algunos experimentos muy interesantes y, hasta ahora, muy exitosos. Desarrollan iniciativas cooperativas que conviven feliz y exitosamente con la industria privada y distribuciones de varios tipos, ambos haciendo dinero. Pensé que era al menos digno de estudio desde nuestro punto de vista».
Décadas
después, el primer ministro Olof Palme se encargaría de aplicar
pragmáticamente las teorías de Alva y Gunnar Myrdal, esto es, la
compatibilidad y complementariedad, entre la igualdad socioeconómica y
la eficacia económica, mediante una concepción mecánica de la política
social dirigida al desarrollo de las potencialidades individuales de
cada sujeto. El precio que pagó la sociedad sueca fue sustituir la
dependencia de los lazos familiares y sociales de los individuos por la
dependencia del Estado y sus políticas. Resulta pues bastante plausible
que los Estados Unidos iniciaran el giro socialdemócrata, que
desembocaría en la Corrección Política y el llamado “marxismo cultural”,
bastante antes de que los representantes de la Escuela de Fráncfort
tuvieran alguna influencia en la cultura norteamericana. No cabe duda de
que los años 60 del siglo XX supusieron unas cuantas vueltas de tuerca
adicionales, pero el germen ya había sido inoculado. Lo mismo cabe decir
de una Europa que, en mayor o menor medida, siempre ha mirado a Suecia
con admiración. En la actualidad, esto no ha cambiado demasiado. Lo que
ha sucedido es que muchos países y organizaciones, como la Unión Europea
(UE), han interiorizado buena parte del modelo sueco. Así, el
Departamento de Derechos de los Ciudadanos y Asuntos Constitucionales de
la UE, cuya misión es asesorar a los comités del Parlamento Europeo
para la conformación de la legislación y el ejercicio del control
democrático, no solo usa como referencia el modelo feminista sueco, sino
que en buena parte lo hace suyo.
DE SEXO A GÉNERO
La
conferencia de Beijing de 1995 desplazó el concepto «sexo» hacia el
concepto «género», reconociéndose de esta forma que toda la estructura
de la sociedad debía ser revaluada a la luz del desarrollo de los
estudios de género. Este enfoque rápidamente fue asimilado por los
representantes suecos, entre otras razones, porque era su propio modelo.
Y poco después, el fomento de la igualdad de género y el
“empoderamiento de la mujer” (literalmente citado) se convirtieron en
ejes preeminentes de las directivas de la UE.
El
análisis de las “estructuras de poder basadas en el género”, que en
Suecia es el enfoque de las políticas para una buena salud sexual y
reproductiva, goza hoy de un amplio consenso en la UE. Así, por ejemplo,
además de establecerse la convención de que el aborto es un derecho
moral, ante el que no es posible ejercer la objeción de conciencia, las
políticas suecas de orientación sexual, que incluyen el acceso a la
consulta y las medidas preventivas a una edad temprana sin la
participación de los padres, son aplaudidas por expertos de Bruselas. En
general, en muchas cuestiones controvertidas, donde se cruzan se quiera
o no la política y los dilemas éticos, el ámbito público y el ámbito
privado, los expertos de la UE suelen seguir la estela sueca. Incluso,
en ocasiones, sus informes internos parecen felicitarse por esta
simbiosis.
El
paradigma sueco de una sociedad feminista, cuyos individuos se
independizan unos de otros en lo material, para más tarde desvincularse
también en lo emocional, implica que la interdependencia y la
complementariedad dejan de ser valores positivos para percibirse como
formas sutiles de esclavitud, imposiciones contra las que políticos y
burócratas deben luchar denodadamente. Y, precisamente, en esta lucha
denodada faltaba por resolver una función social clave que todavía
estaba al albur de las relaciones personales: la reproducción.
La
promoción de las familias monoparentales es una de las claves para la
completa eliminación de la interdependencia entre sujetos. Pero, para
asegurar la reproducción eliminando de la ecuación el binomio
hombre-mujer, hacía falta una nueva ley. Hasta 2016, las mujeres
solteras suecas que querían recibir tratamiento de fertilidad tenían que
viajar a la vecina Dinamarca para someterse a inseminación artificial.
Pero esto cambió gracias a una nueva legislación que extendía el derecho
a la inseminación artificial, reservado a las parejas que no podían
concebir mediante el acto sexual, a las mujeres solteras que deseaban
ser madres sin mantener ninguna relación. Así, en abril de 2016, 218
miembros del parlamento sueco votaron a favor de esta iniciativa
legislativa, 40 lo hicieron en contra y hubo 13 abstenciones. Solo los
demócratas y los democratacristianos se opusieron a esta ley, alegando
que la sociedad no debería ayudar a crear familias con un solo padre.
Sobre
este asunto sigue existiendo una gran controversia, aunque el
parlamento no la reflejó debido a que la enorme presión política que
allí ejercen los lobbies feministas hace que en estas cuestiones
laboristas y conservadores vayan de la mano. Para desmontar los
persistentes argumentos contrarios, se recurrió a los sesgos de
confirmación, como, por ejemplo, los que proporcionaba Susan Golombok,
profesora de Investigación Familiar y directora del Centre for Family
Research en la Universidad de Cambridge.
Según
las investigaciones de Golombok, en las familias monoparentales existen
diferencias positivas respecto de las constituidas por dos padres. En
las primeras habría una mayor participación emocional de las madres y un
menor grado de ansiedad, depresión y hostilidad, lo que contribuiría a
que los niños alcanzaran una mayor autoestima. Por lo tanto, la
presencia del padre varón no sería necesaria para que los niños se
sintieran bien. Es más, la figura del padre sería prescindible o,
incluso, perjudicial.
Sin
embargo, una importante literatura ha documentado vínculos entre la
ausencia del padre en el hogar y una serie de resultados negativos en la
adolescencia, incluidos los síntomas depresivos y la delincuencia
(Marcia J. Carlson y Mary E. Corcoran, 2001; Brian M. D’Onofrio et al.,
2005; Lingxin Hao y Guihua Xie, 2002). Pero estos estudios, que
contradicen la afirmación de que la figura del padre no es necesaria,
son refutados alegando que, si bien puede deducirse que hay una relación
entre la ausencia del padre e hijos problemáticos, no se ha establecido
la causalidad. Mientras no se establezca la causalidad, prevalece el
enfoque de Golombok… aunque tampoco establece una causalidad, pero
resulta más conveniente.
LO QUE VA DEL INDIVIDUO A LA PERSONA
La
escritora Susan Sontag, en su libro A Letter from Sweden (1969)
escribía: “más de un sueco me dijo que lo que ocurre aquí se aplica
cinco, diez o quince años después en alguna otra parte del mundo
desarrollado”. Parece que los ciudadanos suecos eran conscientes de
vivir un experimento social con innovaciones exportables. Pero quizá no
eran tan conscientes los ciudadanos de los países importadores, más
pendientes del marxismo ortodoxo y de sus renovadores. El tiempo y los
acontecimientos, sin embargo, han revelado a Suecia como el monstruo
sigiloso que ha transformado la sociedad capitalista competitiva, donde
primaban las relaciones espontáneas, en una sociedad tecnocrática
dirigida, donde se impone la dependencia de las políticas sociales. Una
sociedad donde incluso las grandes corporaciones, condicionadas por una
demanda orientada desde la política, actúan como cámara de eco de una
ingeniería social incremental que ha convertido la perspectiva de género
en una palanca de poder. Es cierto que las relaciones personales y la
interdependencia entre individuos siempre son foco de conflictos. En
consecuencia, también lo son las relaciones hombre-mujer. Pero al mismo
tiempo constituyen una experiencia vital necesaria para la
transformación del individuo en persona. Convivir no solo nos humaniza,
también es saludable. Las investigaciones sugieren que estar socialmente
aislados es malo para las personas. Los sujetos con pocas conexiones
sociales presentan patrones de sueño discontinuos, alteraciones del
sistema inmunitario y niveles más altos de las hormonas relacionadas con
el estrés. Además, el aislamiento aumenta el riesgo de cardiopatías en
un 29 por ciento y de infarto en un 32 por ciento.
Nuestra
independencia es importante, pero como sostiene el investigador médico
Dhruv Khullar, la conexión entre individuos está en el centro del
bienestar humano. A pesar de que, como dice el refrán, es mejor estar
solo que mal acompañado, quizá depender en alguna medida del otro, en
vez de hacerlo intensamente del Estado, no sea una mala idea.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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