A Argentina não tem meio termo, é um tango feroz que devora quem cruza seu caminho. A Argentina é também imprevisíel e, quando ninguém esperava, pariu Milei. José Papparelli para Disidentia:
La
Argentina es una nación fascinante, un país difícil de catalogar
situado en el extremo sur del continente americano. En algo más de 200
años de existencia, forjó su propia identidad, la “argentinidad”: un
conglomerado de usos y costumbres que dieron lugar también a la creación
de sus mitos fundacionales llenos de contrastes, pero sobre todo
marcados de orgullo y pasión extrema. Argentina es la Pampa, el gaucho,
las vacas, el asado, el mate… También la libertad, la gesta de la
independencia, unitarios y federales -como guelfos y gibelinos
transatlánticos-, conservadores, radicales, Perón, Evita, “gorilas”,
“milicos”, dictadura militar, democracia, Boca, River, Borges, Cortázar,
Gardel, Piazzolla, Fangio, Maradona, Videla, Alfonsín, Menem, Nestor,
Cristina… Argentina no tiene término medio, es un tango feroz que
devora a quién se cruza en su camino. Argentina es también imprevisible y
cuando nadie lo esperaba, parió a Milei.
Javier
Milei ha sido la sorpresa en las elecciones Primarias Abiertas
Obligatorias y Simultáneas (PASO), al ser el precandidato más votado
para la elección presidencial del próximo 22 octubre. Ninguna encuesta
previó el resultado del único candidato de La Libertad Avanza con más
del 30% de los votos, por delante los candidatos del macrismo de Juntos
por el Cambio y los del kirchnerismo de Unión por la Patria. El
nacimiento de Milei en la política argentina marca un antes y un después
que rompe la hegemonía del peronismo en sus diversas mutaciones y que
pone frente al espejo las contradicciones de la oposición meliflua del
macrismo.
Conocido
como “el Peluca” o “el León” por su melena frondosa y despeinada,
Javier Milei es un fenómeno de masas, un líder carismático, un personaje
de la política sin complejo ni moderación. No tiene pelos en la lengua,
dice lo que otros no se atreven por “incorrecto”. Su imagen y sus
gestos son inconfundibles: sus selfies y fotos mirando a cámara en
picado, morritos con ambos puños con pulgares alzados enfrentados en
forma de “L” ya son su marca registrada. Milei es lo que llaman un
“outsider” con un estilo cercano a un Donald Trump o Jair Bolsonaro, un
“populista de derechas”, un populista “bueno” que se expresa como la
gente común, que no vende utopías disparatadas, sino que ofrece realizar
lo que millones de argentinos desean, es decir, vivir en paz, trabajar,
prosperar, dejar un país mejor para sus hijos, y acabar con el circulo
vicioso de decadencia, miseria, corrupción y violencia en la que está
inmersa desde hace décadas. Milei ofrece la esperanza de que Argentina
vuelva a ser grande otra vez. Milei es un populista, no un demagogo.
Milei
se define como libertario, anarcocapitalista y minarquista, adjetivos
que la mayoría de sus votantes y seguidores seguramente desconocen su
significado. Da igual, las categorías son lo de menos, Javier Milei
ofrece acabar con la “casta” política que llevó al país al desastre. Sus
votos provienen también de gran parte de los más de 6 millones que
perdió la izquierda kirchnerista. Los pobres y los marginados también
han optado por dejar de serlo apostando por la vuelta a la normalidad.
El resultado en las primarias es una señal del rechazo a la inseguridad,
la delincuencia, al crimen organizado, al narcotráfico que se hizo con
la calle, a la corrupción, a la inflación que hace cada vez más pobre a
los que menos tienen, al despropósito de las políticas en sintonía con
la extrema izquierda del Grupo de Puebla, a la primacía de la ideología
de género, al lenguaje inclusivo, al adoctrinamiento y al sectarismo
sostenido a costa de subsidios por no trabajar a cambio del apoyo al
modelo de los Kirchner. El voto a Milei no es un voto doctrinario al
minarquismo, el anarcocapitalismo o el libertarismo, tampoco un voto de
castigo, sino un voto de supervivencia de un país harto de que maten a
inocentes para robarles un par de zapatillas o el teléfono móvil. El
voto a Milei es el que dice basta a los malvados, inútiles y mentirosos
que han dejado la Argentina en ruinas una vez más y que gozan de total
impunidad.
Milei
propone la dolarización de la economía y la abolición del Banco Central
como eje para poner en marcha la economía. La izquierda peronista lo
demoniza acusándolo de ultraderechista, agitando el miedo con el tópico
de “la llegada del fascismo” y de la “abolición de los derechos
fundamentales” (sic). Milei se ríe de la tontería y responde afirmando
que “los únicos derechos reales a proteger son el derecho a la vida, la
libertad y la propiedad”, y agrega “Hoy hay una degradación de los
valores morales. La vida no vale nada, hoy hay un fuerte desprecio por
la vida y para acabar con esto hay que ir a la raíz para acabar con el
problema. Hay que cambiar por una nueva doctrina en la Argentina: el que
las hace las paga”.
El
actual peronismo mutado en socialismo, utiliza la idea de la “Justicia
Social” como un precepto doctrinal pseudo religioso que usa como un
instrumento demagógico corrompido que, plasmado en subsidios y prebendas
repartidos entre los suyos, consigue lealtades a costa del esfuerzo de
los argentinos que trabajan. Al respecto, Milei es claro y contundente,
la llamada “Justicia Social” es “el trato desigual ante la ley, es un
robo en una sociedad que se vuelve absolutamente violenta por este
motivo”, y agrega: “hemos logrado construir esta alternativa que no sólo
dará fin al kirchnerismo, sino que dará fin a la casta política
“chorra”, parasitaria, que hunde a este país”.
Milei
recuerda que Argentina en el año 1895 era el país más rico del mundo y
que con la aplicación de políticas demagógicas y la corrupción, el país
sufrió hiperinflaciones salvajes, el peso se devaluó hasta lo increíble
llegando a quitarle 13 ceros a la moneda, alcanzando una inflación
actual de más del 120%. Su triunfo electoral en prácticamente todo el
país es “el cambio de época, el fin del modelo de la casta que nos deja
con el 45% de pobres y el 10% de indigentes”. Y promete que, con el
cambio de ciclo, “en 50 años la Argentina será una potencia mundial”.
Dicen
que el Premio Nobel de Simon Kuznets una vez afirmó que “Hay cuatro
clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón, y
Argentina”. La cita es apócrifa pero útil para intentar entender el
drama argentino. Hay países que hacen bien las cosas, otros mal, y
Japón, que después de la catástrofe tras la Segunda Guerra Mundial,
haciéndolo bien, se convirtió en potencia económica. Argentina, por el
contrario, de potencia económica, por hacerlo mal, pasó a ser un país
pobre y miserable. Milei dice tener la fórmula para revertir este el
proceso y millones de argentinos sin doctrina tienen esperanza de que
así sea.
El
día después de su triunfo electoral, el periodista Marcelo Bonelli le
preguntó a bocajarro a Javier Milei en directo en la televisión
argentina: “¿Usted es un loco?”. Milei, muy tranquilamente lo mira y
responde: “La diferencia entre un genio y un loco es el éxito”. Ojalá
que tenga mucho éxito y que la Argentina haya parido un genio, y que los
locos sean solo un recuerdo más para una nación llena de pasión y
contrastes.
Postado há 3 weeks ago por Orlando Tambosi
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