Há uma confusão generalizada entre economia de mercado e empresas. Essa confusão só pode nascer do desconhecimento, que explica esse anticapitalismo, ou da falta de honradez intelectual, que também explica o anticapitalismo. José Carlos Rodríguez para Disidentia:
La
Gaceta de la Iberosfera es una de las publicaciones más interesantes en
estos momentos. Es especialmente valiosa la sección Ideas. El nombre
que recuerda a una llorada revista de Libertad Digital, qué tiempos
aquellos, acompañada de otra revista de Libros, una de Historia,
Religión… Pero estas Ideas no están en LD, sino en La Gaceta de la
Iberosfera, y está dirigida por Hudges.
En
la revista de La Gaceta, una de las paradas recomendables es la que
está bajo el letrero David Román. Escribe bien, con un conocimiento
cabal y buenas referencias, unos artículos descarrilados. Le preocupa a
David la inmigración masiva, cómo no iba a hacerlo. La verdad es que es
un fenómeno tan complejo, que es fácil cargarse de razón, no importa la
posición que adoptes. Siempre hay una parte amplia de la realidad que te
acompaña.
No
sólo le preocupan las migraciones masivas, sino la libertad de
cambiarse de país. Pues, si la llegada de los otros supone un problema,
la solución es muy fácil: impidámosla. Si no hay libertad, no habrá
migraciones masivas ¡Cuánto ingenio se ha derramado para defender las
soluciones más toscas! ¿La gente se droga?, prohibamos su consumo y su
comercio. Y todo así.
El
caso es que a David Román no le gusta la libre migración, pero tampoco
le gusta el capitalismo. O no todo él. Y a la nueva derecha tampoco. En
un reciente artículo
publicado en La Gaceta de la Iberosfera, Román pone el ejemplo de
Alternativa por Alemania, pero valdría el de otras formaciones
políticas. El Vox de última hora, por ejemplo.
El
artículo empieza por todo lo alto, con una cita de Nicolás Gómez
Dávila, y desciende a partir de ahí. Rescata de sus escolios estas
palabras: “El capitalismo es la deformación monstruosa de la propiedad
privada por la democracia liberal”. Gómez Dávila tenía una perspicacia
única. Acuñaba en una sola frase un torrente de ideas. En esta sentencia
resume una parte no desdeñable del pensamiento de Wilhelm Röpke, pero
el alemán necesitó varios libros para formularlo.
Röpke
era un liberal clásico, partidario del libre comercio y de la libre
migración, y pacifista. Defendía la propiedad privada y era crítico con
el nacionalismo, con el socialismo y con el nacionalsocialismo, como no
podía ser de otro modo. Y del comunismo, claro. También criticaba al
capitalismo. Pero no como si fuera un dirigente de Vox o de AfD;
reconocía y defendía la libertad de todos para producir e intercambiar
bienes.
Su
crítica iba encaminada hacia el capitalismo como fenómeno histórico. Un
capitalismo como mezcla de intervención estatal y autonomía social, en
el que la grandiosidad productiva iba acompañada de la figura de un
hombre-masa, una persona desdibujada, desarraigada, con consecuencias
morales y políticas fatales. Entre esas consecuencias se encuentra la
disposición de muchos a aceptar las ideas totalitarias contra las que
luchó desde muy joven. Desde que se dio cuenta, gracias a Ludwig von
Mises, de que el socialismo era un error.
El
artículo va de un lado a otro. Tropieza con la inmigración, llega a un
dirigente de AfD, vía Zitelmann, que habla de la tensión entre el hombre
conservador fetén y el capitalismo, y rebota contra BlackRock. Por
poner orden en este terreno, yo comenzaría por hablar de Maximilian
Krah, que encabeza la lista del partido identitario alemán a las
Elecciones Europeas.
Zitelmann le cita, en un artículo
publicado por Libertad Digital, diciendo: “La política de derecha, (…)
se construye alrededor del arraigo del ser humano. Esa noción de una
vida centrada en la persona, con la identidad como concepto fundamental,
está siempre en tensión con el mercado”. El mercado, dice Krah, “no
muestra consideración por la tradición, por la naturaleza o por la
identidad”.
De
modo que tenemos al candidato de AfD criticando la economía de mercado.
No “el capitalismo”, como término-comadreja, como amalgama de estatismo
y cooperación voluntaria que sirve para todo. No. Krah critica la
economía de mercado: la libertad de producir e intercambiar lo propio
por lo ajeno.
A
Krah no le gusta la libertad, y entiendo que a David Román tampoco,
porque ya sabemos cómo es esto; la gente va y hace lo que le da la gana,
en lugar de hacer lo que me da la gana a mí. Y esa sensación llega a
ser intolerable para algunos. Esta mentalidad tiene varias fallas.
La
primera es que ni Krah ni Román son nadie para obligar a los demás a
comportarse como a ellos les gustaría. La segunda es que no les gusta
cuando sus hermanos ideológicos del lado oscuro nos obligan a todos a
comportarnos como a éstos les gusta, pero a Krah y a Román no. Pero tu
derecho a imponerte sobre los demás no es menor que el de los demás a
imponerse sobre ti, y sobre otros. Y la tercera es que este juego de
imposiciones lleva al quítate tú para ponerme yo.
Es
cierto que cuando la gente hace lo que quiere (mercado), no tiene por
qué seguir las indicaciones estéticas o morales de Román. Y que, a
menudo, no lo hace. Para muchos eso supone un problema que el Estado
tiene que resolver imponiendo su criterio sobre los demás. Hay una
diferencia de grado, pero no de categoría, con otros grandes moralistas
como Pablo Iglesias o Íñigo Errejón, por poner dos ejemplos cercanos.
La
libertad, es cierto, puede contribuir a diluir ciertas identidades.
Facilita la llegada de personas con formas distintas de ser en el mundo.
Ofrece opciones diferentes de las que adoptaron tus padres. Pero
impedir a los demás acudir a tu país u obligar a los propios a asumir
una identidad tiene sus propios problemas. Esto último es opresivo y no
asegura que prevalezcan las raíces de la propia cultura. Y, si
verdaderamente es superior, no hay que tener miedo a que se enfrente a
la competencia frente a otras opciones.
Hay
una confusión generalizada entre economía de mercado y empresas. Esa
confusión sólo puede nacer del desconocimiento, que explica ese
anticapitalismo, o de la falta de honradez intelectual, que también
explica ese anticapitalismo. Las empresas son un fenómeno característico
de las economías de mercado, pero lo que caracteriza al mercado no es
la defensa de las empresas, sino la defensa de la autonomía y la
libertad dentro del ámbito propio.
BlackRock
es una empresa. Un fondo enorme, descomunal, que recoge el ahorro de
decenas de millones de ciudadanos, y que la empresa vehicula a tal o
cual inversión. Tan grande es el fondo, que sus directivos le hablan a
los oídos de los grandes dirigentes mundiales. No sé si es esta
connivencia con el poder lo que explica que BlackRock, que en su momento
fue la bestia negra de la izquierda, hoy sea uno de sus principales
agentes. Pero lo es, y a Román el caso de BlackRock le sirve para
condenar al capitalismo, toma sinécdoque. No me parece suficiente.
Postado há 3 weeks ago por Orlando Tambosi
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