Em artigo publicado pelo Instituto Cato, Andy Craig considera que enfrentamos hoje a maior ameaça às sociedades livres e abertas que já vimos:
En los últimos días, han habido muchos comentarios sarcásticos en
algunos círculos acerca cómo la actual crisis de alguna forma tomó a los
liberales por sorpresa. El argumento dice que la necesidad de una
respuesta de un estado interventor desmiente una ideología política que
es muchas veces, aunque bajo cierta percepción demasiado simplificada,
resumida como aquella que favorece un “gobierno limitado”. Una mejor
descripción sería la de un gobierno limitado en su envergadura, pero lo
suficientemente capaz de satisfacer dicha envergadura.
El liberalismo, propiamente entendido, comprende ciertas funciones
esenciales como el papel adecuado del estado. No es una visión liberal
aquella que sostiene que el estado debería ser ineficaz en la protección
de los derechos individuales o que debería estar paralizado frente a
una amenaza masiva a las vidas de las personas. El estado tiene un papel
que desempeñar en la respuesta a una pandemia de la misma manera que es
tarea del estado perseguir a los asesinos o defender al país de una
invasión.
Al mismo tiempo, los principios y opiniones liberales pueden proveer
alguna guía acerca de cómo responder a esta emergencia global sin
precedente.
Una cosa que debemos tener en mente es que algunos límites al poder
del estado son incluso más importantes ahora. Los poderes de emergencia
deberían ser limitados en su duración y limitados a abordar directamente
la situación actual. Además, deberían estar basados en los hechos, con
el mayor conocimiento que nos sea posible de los mismos. Las respuestas
de políticas públicas de este tipo no deberían ser engrasadas con una
lista pre-existente de preocupaciones no relacionadas. Es esencial
preservar la democracia liberal constitucional y resistir la
concentración excesiva a largo plazo de poder en el ejecutivo.
Las medidas de distanciamiento social deberían depender en el
cumplimiento voluntario en la mayor medida posible, y muchas personas
han estado cumpliendo con ellas de manera voluntaria. Incluso cuando el
trabajo de los agentes de la ley sea necesario, simplemente clausurar
las reuniones sin una citación o proceso legal es posible y preferible
en muchos casos. Una dependencia severa del cumplimiento vía coerción
podría no solo ser innecesaria en algunos casos, sino que también podría
resultar contraproducente al provocar un movimiento de protesta en
contra del cumplimiento, y podría también ser redundante encima de todas
las medidas ya implementadas. Con tantos cierres, el único lugar donde
muchas personas tienen que ir es uno de los negocios esenciales que
permanecen abiertos: los supermercados. Usted no necesita ordenarle a la
gente que se quede en casa —excepto para una lista de excepciones— si
ya casi no tienen adonde ir, salvo aquellos lugares incluidos en esa
lista de excepciones. Por esta razón, algunos estados han rechazado
hasta ahora las órdenes de “quedarse en casa” o “refugiarse en su
hogar”. No hay necesidad de fomentar todavía más pánico o distraer a la
policía de sus tareas más importantes para preocuparse acerca de
actividades seguras y benignas como sacar a la familia y al perro a dar
una vuelta caminando.
Al mismo tiempo, muchas jurisdicciones han decidido suspender los
arrestos por delitos menores en general, en gran medida para delitos sin
víctimas, en un esfuerzo de reducir la población en las cárceles.
También bajo consideración están las propuestas de liberar a muchos de
aquellos individuos que actualmente están en la cárcel esperando un
juicio por delitos menores. Este es un cambio bienvenido que debería
llevarnos a reconsiderar la necesidad de algunas de estas leyes, muchas
de las cuales han sido desde hace mucho han provocado la ira de los
liberales.
Otra guía proviene del Premio Nobel, ícono del liberalismo, y un
Distinguido Académico Titular del Instituto Cato, el difunto F.A. Hayek.
En obras como La Constitución de la Libertad, escribió que las buenas
leyes deberían ser generales, iguales y constantes. Ese es un principio
que es relevante incluso cuando algo tan ajeno al ideal liberal como las
respuestas de emergencia económica están siendo consideradas. En lugar
de rescatar a determinadas industrias y de realizar intervenciones
manejadas a nivel micro, las respuestas de políticas públicas deberían
ser claras, sencillas, y aplicables a todo el sistema, y con una fecha
de expiración definida tan pronto como sea posible.
Los pagos sencillos y universales a los individuos son también
preferibles a los rescates corporativos. No es posible que el gobierno
de manera abrupta ordene cierres masivos de tanta actividad económica
sin siquiera algún tipo de compensación, de la misma manera que
requerimos una compensación justa por una expropiación. Es adecuado que
el estado se haga cargo de las consecuencias de sus ordenes y suavice el
shock de su abrupta perturbación. Pero al hacerlo, es mejor seguir este
principio: mantenga la política sencilla.
Las críticas liberales a las regulaciones malas han demostrado ser
particularmente proféticas. Un fallo importante del estado ha sido la
burocracia inflexible y entrometida de la FDA, la cual ha demorado las
pruebas y prevenido que miles de laboratorios privados y académicos
aumentan rápidamente la capacidad de realizarlas. Durante gran parte de
febrero, la FDA requirió que todos dependan exclusivamente de las
pruebas producidas por los Centros para el Control y Prevención de
Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y se negó a darle permiso a
otros laboratorios de desarrollar sus propias pruebas. Esto demostró
ser algo catastróficamente equivocado cuando la primera ronda de pruebas
producidas por los CDC no funcionaron y tuvieron que ser reemplazadas.
Este fracaso explica en gran medida por qué la respuesta en cuanto a las
pruebas en EE.UU., hasta la fecha, palidece frente a la de Corea del
Sur.
Otro ejemplo de una respuesta liberal a la pandemia ha sido la
necesidad de suspender rápidamente muchas de las restricciones sobre las
licencias ocupacionales, permitiendo que los doctores practiquen en
otros estados y aumentando los permisos que tienen los enfermeros
facultativos y los asistentes de los doctores. Incluso las regulaciones
mundanas y triviales acerca de las cuales solamente los liberales se
hubiesen preocupado han sido eliminadas. Hace dos meses, ¿quién hubiera
pensado que era una preocupación urgente suspender las regulaciones de
alcohol de tal manera que los restaurantes puedan servir bebidas para
que estas sean entregadas a domicilio por los conductores de las
plataformas de vehículos compartidos?
Mientras que podemos celebrar estas ganancias, no hay duda de que
hemos visto imposiciones extremas sobre las libertad personal. Los
liberales pueden sentir esta pérdida como algo especialmente doloroso.
Incluso cuando estas nuevas reglas sean tristemente necesarias y
justificadas por los hechos, es un costo que deberíamos cuidadosamente
sopesar conforme nos acercamos al relajamiento de las restricciones y
volvamos a algún tipo de normalidad.
En el nombre de salvar vidas de una amenaza inmediata, los gobiernos
alrededor del mundo han suspendido la mayoría de los viajes
internacionales y han coartado severamente las libertades de los
consumidores y aquellas de asociación. La pérdida importante de
libertades que desde hace mucho hemos dado por sentadas pone de relieve
lo valiosas que verdaderamente son. Y algunas libertades, como la
libertad de expresión y el derecho a la privacidad, deberían seguir
siendo sagradas y defendidas con tenacidad incluso en el contexto de una
emergencia.
Mientras que gran parte de la respuesta de políticas públicas hasta
ahora ha sido de buena fe (aunque muchas veces inepta), la tendencia
hacia concentrar más poderes por parte de populistas autoritarios no
debería ser descartada. Mantener el Estado de Derecho, los pesos y
contrapesos, y una democracia liberal y constitucional es esencial. Las
elecciones deberían proceder a tiempo, con cualesquiera que sean las
condiciones que se demuestre que sean necesarias para realizarlas. Las
legislaturas y cortes deberían seguir abiertas para los asuntos
esenciales, incluyendo la participación remota de ser necesaria, y las
estructuras constitucionales fundacionales deberían seguir en pie. No
necesitamos un dictador en EE.UU. ni en ningún otro país alrededor del
mundo.
Tal vez todavía más importante: las reglas y poderes de emergencia
deberían durar solo cuanto dure la emergencia, y deberían ser derogados
en la oportunidad más temprana posible. Deberíamos estar alertas ante
aquella tendencia de los estados de retener poderes y mantener abiertos
programas muchos después de que su justificación original ha
desaparecido.
La libertad es valiosa y en la historia de la humanidad muchas veces
ha sido fugaz y tenue. Ahora mismo nos enfrentamos a la mayor amenaza a
una sociedad libre y abierta que muchos de nosotros hemos visto alguna
vez, al menos en EE.UU., y quizás en muchas otras naciones que han
pasado por los peores flagelos del totalitarismo y las guerras
importantes. De manera que los liberales continuarán como siempre,
listos para defender los principios de la libertad humana en cada
situación.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 25 de marzo de 2020.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
Nenhum comentário:
Postar um comentário