terça-feira, 31 de março de 2020

Os liberais e a pandemia do coronavírus


Em artigo publicado pelo Instituto Cato, Andy Craig considera que enfrentamos hoje a maior ameaça às sociedades livres e abertas que já vimos:

En los últimos días, han habido muchos comentarios sarcásticos en algunos círculos acerca cómo la actual crisis de alguna forma tomó a los liberales por sorpresa. El argumento dice que la necesidad de una respuesta de un estado interventor desmiente una ideología política que es muchas veces, aunque bajo cierta percepción demasiado simplificada, resumida como aquella que favorece un “gobierno limitado”. Una mejor descripción sería la de un gobierno limitado en su envergadura, pero lo suficientemente capaz de satisfacer dicha envergadura. 

El liberalismo, propiamente entendido, comprende ciertas funciones esenciales como el papel adecuado del estado. No es una visión liberal aquella que sostiene que el estado debería ser ineficaz en la protección de los derechos individuales o que debería estar paralizado frente a una amenaza masiva a las vidas de las personas. El estado tiene un papel que desempeñar en la respuesta a una pandemia de la misma manera que es tarea del estado perseguir a los asesinos o defender al país de una invasión.

Al mismo tiempo, los principios y opiniones liberales pueden proveer alguna guía acerca de cómo responder a esta emergencia global sin precedente. 

Una cosa que debemos tener en mente es que algunos límites al poder del estado son incluso más importantes ahora. Los poderes de emergencia deberían ser limitados en su duración y limitados a abordar directamente la situación actual. Además, deberían estar basados en los hechos, con el mayor conocimiento que nos sea posible de los mismos. Las respuestas de políticas públicas de este tipo no deberían ser engrasadas con una lista pre-existente de preocupaciones no relacionadas. Es esencial preservar la democracia liberal constitucional y resistir la concentración excesiva a largo plazo de poder en el ejecutivo.

Las medidas de distanciamiento social deberían depender en el cumplimiento voluntario en la mayor medida posible, y muchas personas han estado cumpliendo con ellas de manera voluntaria. Incluso cuando el trabajo de los agentes de la ley sea necesario, simplemente clausurar las reuniones sin una citación o proceso legal es posible y preferible en muchos casos. Una dependencia severa del cumplimiento vía coerción podría no solo ser innecesaria en algunos casos, sino que también podría resultar contraproducente al provocar un movimiento de protesta en contra del cumplimiento, y podría también ser redundante encima de todas las medidas ya implementadas. Con tantos cierres, el único lugar donde muchas personas tienen que ir es uno de los negocios esenciales que permanecen abiertos: los supermercados. Usted no necesita ordenarle a la gente que se quede en casa —excepto para una lista de excepciones— si ya casi no tienen adonde ir, salvo aquellos lugares incluidos en esa lista de excepciones. Por esta razón, algunos estados han rechazado hasta ahora las órdenes de “quedarse en casa” o “refugiarse en su hogar”. No hay necesidad de fomentar todavía más pánico o distraer a la policía de sus tareas más importantes para preocuparse acerca de actividades seguras y benignas como sacar a la familia y al perro a dar una vuelta caminando.

Al mismo tiempo, muchas jurisdicciones han decidido suspender los arrestos por delitos menores en general, en gran medida para delitos sin víctimas, en un esfuerzo de reducir la población en las cárceles. También bajo consideración están las propuestas de liberar a muchos de aquellos individuos que actualmente están en la cárcel esperando un juicio por delitos menores. Este es un cambio bienvenido que debería llevarnos a reconsiderar la necesidad de algunas de estas leyes, muchas de las cuales han sido desde hace mucho han provocado la ira de los liberales.

Otra guía proviene del Premio Nobel, ícono del liberalismo, y un Distinguido Académico Titular del Instituto Cato, el difunto F.A. Hayek. En obras como La Constitución de la Libertad, escribió que las buenas leyes deberían ser generales, iguales y constantes. Ese es un principio que es relevante incluso cuando algo tan ajeno al ideal liberal como las respuestas de emergencia económica están siendo consideradas. En lugar de rescatar a determinadas industrias y de realizar intervenciones manejadas a nivel micro, las respuestas de políticas públicas deberían ser claras, sencillas, y aplicables a todo el sistema, y con una fecha de expiración definida tan pronto como sea posible. 

Los pagos sencillos y universales a los individuos son también preferibles a los rescates corporativos. No es posible que el gobierno de manera abrupta ordene cierres masivos de tanta actividad económica sin siquiera algún tipo de compensación, de la misma manera que requerimos una compensación justa por una expropiación. Es adecuado que el estado se haga cargo de las consecuencias de sus ordenes y suavice el shock de su abrupta perturbación. Pero al hacerlo, es mejor seguir este principio: mantenga la política sencilla. 

Las críticas liberales a las regulaciones malas han demostrado ser particularmente proféticas. Un fallo importante del estado ha sido la burocracia inflexible y entrometida de la FDA, la cual ha demorado las pruebas y prevenido que miles de laboratorios privados y académicos aumentan rápidamente la capacidad de realizarlas. Durante gran parte de febrero, la FDA requirió que todos dependan exclusivamente de las pruebas producidas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y se negó a darle permiso a otros laboratorios de desarrollar sus propias pruebas. Esto demostró ser algo catastróficamente equivocado cuando la primera ronda de pruebas producidas por los CDC no funcionaron y tuvieron que ser reemplazadas. Este fracaso explica en gran medida por qué la respuesta en cuanto a las pruebas en EE.UU., hasta la fecha, palidece frente a la de Corea del Sur.

Otro ejemplo de una respuesta liberal a la pandemia ha sido la necesidad de suspender rápidamente muchas de las restricciones sobre las licencias ocupacionales, permitiendo que los doctores practiquen en otros estados y aumentando los permisos que tienen los enfermeros facultativos y los asistentes de los doctores. Incluso las regulaciones mundanas y triviales acerca de las cuales solamente los liberales se hubiesen preocupado han sido eliminadas. Hace dos meses, ¿quién hubiera pensado que era una preocupación urgente suspender las regulaciones de alcohol de tal manera que los restaurantes puedan servir bebidas para que estas sean entregadas a domicilio por los conductores de las plataformas de vehículos compartidos? 

Mientras que podemos celebrar estas ganancias, no hay duda de que hemos visto imposiciones extremas sobre las libertad personal. Los liberales pueden sentir esta pérdida como algo especialmente doloroso. Incluso cuando estas nuevas reglas sean tristemente necesarias y justificadas por los hechos, es un costo que deberíamos cuidadosamente sopesar conforme nos acercamos al relajamiento de las restricciones y volvamos a algún tipo de normalidad. 

En el nombre de salvar vidas de una amenaza inmediata, los gobiernos alrededor del mundo han suspendido la mayoría de los viajes internacionales y han coartado severamente las libertades de los consumidores y aquellas de asociación. La pérdida importante de libertades que desde hace mucho hemos dado por sentadas pone de relieve lo valiosas que verdaderamente son. Y algunas libertades, como la libertad de expresión y el derecho a la privacidad, deberían seguir siendo sagradas y defendidas con tenacidad incluso en el contexto de una emergencia.

Mientras que gran parte de la respuesta de políticas públicas hasta ahora ha sido de buena fe (aunque muchas veces inepta), la tendencia hacia concentrar más poderes por parte de populistas autoritarios no debería ser descartada. Mantener el Estado de Derecho, los pesos y contrapesos, y una democracia liberal y constitucional es esencial. Las elecciones deberían proceder a tiempo, con cualesquiera que sean las condiciones que se demuestre que sean necesarias para realizarlas. Las legislaturas y cortes deberían seguir abiertas para los asuntos esenciales, incluyendo la participación remota de ser necesaria, y las estructuras constitucionales fundacionales deberían seguir en pie. No necesitamos un dictador en EE.UU. ni en ningún otro país alrededor del mundo. 

Tal vez todavía más importante: las reglas y poderes de emergencia deberían durar solo cuanto dure la emergencia, y deberían ser derogados en la oportunidad más temprana posible. Deberíamos estar alertas ante aquella tendencia de los estados de retener poderes y mantener abiertos programas muchos después de que su justificación original ha desaparecido. 

La libertad es valiosa y en la historia de la humanidad muchas veces ha sido fugaz y tenue. Ahora mismo nos enfrentamos a la mayor amenaza a una sociedad libre y abierta que muchos de nosotros hemos visto alguna vez, al menos en EE.UU., y quizás en muchas otras naciones que han pasado por los peores flagelos del totalitarismo y las guerras importantes. De manera que los liberales continuarán como siempre, listos para defender los principios de la libertad humana en cada situación.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 25 de marzo de 2020.
 
 
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