Para o professor argentino Alberto Benegas Lynch (h), o uso da expressão
"sociedade" tem servido para ocultar "o avanço de um Leviatã cada vez
mais custoso e agressivo". Vale a reflexão:
A veces la parla convencional sobre lo social tiene lugar sin tener
mucha idea de que se trata. Friedrich Hayek ha escrito en La fatal
arrogancia. Los errores del socialismo que el adjetivo social que sigue a
cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo. Constitucionalismo
social quiere decir que el documento del caso se apartará de la idea
tradicional de Constitución en cuanto a límites al poder para, en
cambio, dar rienda suelta al abuso de poder. Justicia social significa
la antítesis de la definición clásica en cuanto a “dar a cada uno lo
suyo” para sacarles a unos lo que les pertenece y entregarlo a quienes
no les pertenece. Derechos sociales se traducen en pseudoderechos en el
sentido de demandar por la fuerza el fruto del trabajo ajeno y así
sucesivamente.
En la obra mencionada Hayek elabora en torno al concepto de sociedad
para terminar sugiriendo que es mejor y más preciso aludir a la idea de
orden extendido en reemplazo de aquello que se suele usar como un
antropomorfismo en el sentido de afirmar que “la sociedad considera”,
“la sociedad requiere”, “la sociedad piensa” etc. Tal vez lo más
grotesco en este sentido es cuando aparecen noticias periodísticas con
grandes títulos en los que se lee que “Estados Unidos le contesta a
África” tal o cual cosa o que “el pueblo reflexiona” sobre tal o cual
situación.
Ortega y Gasset había llegado a una instancia similar al escribir en
El hombre y la gente que “los imprecisos sentidos verbales de las
palabras “social, socialidad, sociedad” […] todas esas acciones nuestras
y todas esas reacciones de los otros en que la llamada “relación
social” consiste, se originan en un individuo como tal, yo por ejemplo y
van dirigidas a otro individuo como tal. Por tanto, que la “relación
social”, según hasta ahora nos ha aparecido, es siempre una realidad
inter-individual” por lo que acto seguido propone denominar “relaciones
interindividuales” como algo más preciso que la ambigüedad que encierra
la expresión “sociedad” que dice Ortega han confundido no pocos
sociólogos una cosa con la otra.
Por su parte, Max Weber en el primer tomo de su Economía y sociedad
declara que “la acción social se orienta por las acciones de otros”
aunque no renuncia a la expresión a la que nos venimos refiriendo sobre
la cual los dos autores anteriores tienen sus serias reservas de seguir
empleando.
Y ahora viene un asunto de la mayor importancia conectado a lo dicho.
Antoine Destutt de Tracy(1754-1836) fue el mayor inspirador de Thomas
Jefferson a través de la traducción al inglés de su A Treatise on
Political Economy donde escribe que “La sociedad es solo y
exclusivamente una serie continua de intercambios […] en cuyo contexto
ambas partes contratantes siempre ganan, consecuentemente la sociedad
consiste en una ininterrumpida sucesión de ventajas permanentemente
renovadas por todos sus miembros” referidos a intercambios espirituales y
materiales. Uno de las misivas donde Jefferson intercambia ideas con de
Tracy está registrado en un largo escrito del primero al segundo
fechada en Monticello el 26 de enero de 1811.
En cualquier caso y en base a estos recaudos y prevenciones sobre la
expresión de marras, estas consideraciones ponen en primer plano la
importancia de respetar las autonomías individuales para que cada cual
en libertad pueda seguir su camino asumiendo la responsabilidad por sus
actos ya que la contracara de la libertad es la responsabilidad, de lo
contrario no se trata de libertad sino de un abuso hacia otro.
El ver a las relaciones interindividuales para recurrir a la
expresión de Ortega o al orden extendido para usar el término acuñado
por Hayek o incluso el retomar la vieja y confusa expresión que mantiene
Weber de sociedad, es altamente ilustrativo el verlas como intercambios
pacíficos y voluntarios entre personas que tienen muy diversos
propósitos y necesidades. “Referencias a ´la sociedad´ son una trampa
lingüística” escribe el sacerdote James S. Sadowsky.
Cada uno persiguiendo su interés personal debe servir al prójimo en
los intereses de éstos al efecto de lograr el objetivo. Si no se da en
la tecla debe ensayarse otro camino y así sucesivamente. En lo puramente
crematístico, los más necesitados son los que más provecho sacan de
este proceso puesto que es allí donde se maximizan las tasas de
capitalización que hacen posible los salarios más altos.
También en este contexto caben fuertes incentivos de gran peso
referidos a las obras filantrópicas que, precisamente, se desarrollan en
relación directa con los climas de libertad reinantes (no tiene sentido
buscar obras caritativas en regímenes totalitarios). Pensadores de la
talla de Adam Ferguson, Wilhelm von Humboltd y, contemporáneamente
Michael Novak han remarcado una y otra vez, por un lado, la estrecha
relación entre la libertad y la responsabilidad individual y, por otro,
el correlato entre climas de respeto y el progreso, de modo especial
para los más necesitados.
Cuando irrumpen en escena los megalómanos que se autotitulan
“arregladores de sociedades”, el desbarajuste es seguro. Cualquier cosa
que hagan será distinta de lo que la gente hubiera preferido (y si
hicieran lo mismo, no tendría tampoco sentido su interferencia con los
consiguientes ahorros en cargas administrativas). En este sentido Thomas
Sowell en Knowledge and Decisions explica que las planificaciones no
son cuestión de contar con computadoras con gran memoria y capacidad de
cálculo puesto que sencillamente la información no está disponible ex
ante de que proceda el sujeto actuante y ni siquiera él conoce
anticipadamente su decisión puesto que está sujeta a las cambiantes
circunstancias que eventualmente harán modificar su opinión.
En relación con lo que venimos exponiendo, Sowell en la misma obra
citada también señala lo pastoso y peligroso que arrastra la palabra
sociedad al puntualizar que “la metáfora sociedad es usada
tendenciosamente para cambiar de contrabando el foco de atención desde
numerosas unidades pequeñas a un único factor decisivo a nivel nacional
[…] No hay tal cosa como la sociedad que decida algo.”
Sowell repasa en el libro en cuestión el importantísimo rol de la
distribución del conocimiento, fraccionado y disperso entre millones de
personas y que su coordinación a través de los antedichos intercambios
permite la división de trabajo en faenas cada vez más complejas que
permiten como resultado equipos cada vez más fáciles de manejar, sean
automóviles, equipos electrónicos o lo que fuera. Recuerda también que
las imposiciones de los aparatos estatales inevitablemente generan
quiebras en aquellas coordinaciones libres y voluntarias con lo que los
faltantes y desajustes son siempre el resultado.
Por todo esto es que el individualismo resulta de tanta
trascendencia, esto es, el respeto irrestricto a los proyectos de vida
de cada cual. Esto implica el sacar provecho de las relaciones
interindividuales como forma indispensable para el progreso moral y
material. La persona aislada reduce abruptamente su nivel de vida y
eventualmente no puede sobrevivir, de allí la importancia de abrir de
par en par las puertas a los intercambios espontáneos. Esta división del
trabajo permite adelantos colosales en la medicina, la alimentación, el
transporte, la tecnología y todo lo que nos rodea que se derrumban si
tuviera lugar el asilamiento que propugnan los socialismos y las
xenofobias que no solo bloquean las relaciones internacionales sino que
lo hacen en el interior de las fronteras con intervenciones estatales
de muy diversa magnitud y especie.
Se suele argüir que el individualismo conduce a intereses personales
mezquinos sin percatarse que no hay acción en ausencia del interés
personal de quien la lleva a cabo, solo que la mezquindad tiene lugar
cuando los gobiernos imponen regulaciones que en lugar de apuntar a la
cooperación entre las personas crean inevitables conflictos y tensiones
de diversa naturaleza. Por otra parte, como entre otros ha dicho Pablo
R. Arzun “cuando los líderes izquierdistas hablan de aumentar las
riquezas en realidad se refieren a las suyas” (por ejemplo, Fidel Castro
y sus imitadores).
Hay otros lugares donde la tradición ha sido la libertad pero que hoy
se vienen deteriorando como es caso de Estados Unidos en el que William
Bonner, a pesar de otros indicadores engañosos, destaca en su último
informe económico —reproducido en Buenos Aires por “Contraeconomía” el 5
de noviembre del corriente año de 2018— que “de acuerdo a los datos de
la Tesorería, Trump ha incrementado el déficit fiscal en casi el doble
de lo que dejó la administración anterior”.
Muchos son los funcionarios políticos que tienen que justificar sus
sueldos por lo que crean funciones que no solo no son necesarias sino
que son altamente contraproducentes. En este sentido insisto en que
deben reencauzarse las actividades gubernamentales con la brújula de la
base cero en el contexto liberal de recurrir a la fuerza solo en caso
de que se vulneren derechos y, por lo demás, hacer lugar para la energía
creativa de las personas a través de sus intercambios.
Una de las tantas maneras de reencauzar esas actividades es convertir
el Poder Legislativo en una asamblea mucho más reducida que las que hoy
tienen lugar en la mayor parte del llamado mundo libre y que sus faenas
sean ad honorem como era, por ejemplo, en las repúblicas de Venecia y
Florencia. Para ello es menester comprender que la ley no se traduce en
cualquier legislación en cualquier sentido sino que está en línea con
los mojones y puntos de referencia extramuros de la norma positiva, con
lo que no puede haber conflictos de intereses con legisladores que se
dedican de modo remunerado a sus asuntos personales fuera del recinto.
Por su parte el Ejecutivo debiera reducirse en pocas secretarías para
asistir al presidente o, mejor aun si prestamos atención a los
argumentos esgrimidos en el debate de la Constitución estadounidenses
respecto a las ventajas del Triunvirato en lugar de presidencialismos
que se asimilan más a una monarquía. Secretarías que debieran operan en
el seno de la casa de gobierno al efecto de poder vender todos los
palacios de actuales ministerios. Todo ello para centrar la atención en
cuidadosas carreras judiciales donde los escalafones y designaciones
sean el resultado del mérito, la independencia y la consecuente
excelencia en cuanto a conocimientos jurídicos.
En resumen, el uso de la pantalla de “la sociedad” ha servido para
las aventuras más espinosas y para ocultar el avance de un Leviatán cada
vez más adiposo y agresivo respecto a las autonomías individuales. En
verdad, el formar parte de lo que se conoce como sociedad es para sacar
provecho de las relaciones interindividuales y no para ser saqueados y
como consigné antes tampoco para formar parte de un gran círculo donde
cada uno tiene metidas las manos en los bolsillos del vecino. Así la
vida se torna insoportable.
No facilita para nada la comprensión de lo dicho en esta nota
periodística cuando aparecen personajes en televisión diciendo lo más
sueltos de cuerpo que “como sociedad” debe hacerse esto o lo de más allá
con lo que queda muy difusa y un tanto cómica su declamación, en lugar
de apuntar a personas concretas incluyendo al mismo que se pronuncia de
esa manera. En esta línea argumental, es del caso recordar la forma en
que se solía despedir Borges de sus audiencias luego de sus
conferencias: “saludo a cada uno y no digo a todos porque cada uno es
una realidad mientras que todos es una abstracción”. Es tiempo de
cambiar radicalmente el enfoque, para lo cual deben derribarse telarañas
mentales y mirar el futuro con más imaginación y creatividad para zafar
—como ha advertido y aconsejado Milton Friedman— de la tiranía del
statu quo. (Instituto Cato).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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