Colaborador do Blog de Montaner,
José Azel lembra o paradoxo de Epimênides - também conhecido como
paradoxo do mentiroso - para demonstrar como as paixões
político-ideológicas turvam a racionalidade, levando-nos frequentemente
ao engano e à ilusão:
Estudiando lógica, la paradoja de Epiménides, a veces llamada
paradoja del mentiroso, es la declaración de un mentiroso que afirma que
está mintiendo.
La paradoja, nombrada así por el filósofo cretense Epiménides
(alrededor del 600 AC) funciona así: Epiménides declara que “todos los
cretenses son mentirosos”, pero como él es cretense entonces es
mentiroso. Y, siendo mentiroso, su afirmación debe ser falsa; por tanto
todos los cretenses son veraces.
Los científicos sociales utilizan a menudo la paradoja del mentiroso
para ilustrar el problema de la autorreferencia en la cual procesamos
información acorde a nuestras inclinaciones. Deberíamos ser racionales,
pero nos falta racionalidad. Consumiendo información no ampliamos la
exactitud de nuestras opiniones, sino reforzamos nuestras creencias. El
fenómeno se comprueba totalmente en las opiniones políticas expresadas
por columnistas y comentaristas en los medios.
Nos auto engañamos y nos equivocamos bastante sobre la profundidad de
nuestro conocimiento del mundo. Si preguntáramos a una muestra de
personas al azar si entienden cómo funciona su reloj pulsera la mayoría
respondería que sí. Pero si les pidiéramos una explicación detallada de
cómo es que nos dice la hora es improbable recibir una explicación
rigurosa. Los científicos sociales llaman esta inclinación Ilusión de
Profundidad Explicativa. “La mayoría de las personas sienten que
entienden el mundo con mayor detalle, coherencia y profundidad que lo
que realmente piensan” (Rozenblit y Keil). En jerga cubana, piensan que
“se las saben todas”.
Encuestas confirman que la mayoría de los americanos limitan sus
lecturas a fuentes destiladas y a titulares. Si se les pide
explicaciones detalladas sobre, digamos, gasto gubernamental, su
conocimiento cae dramáticamente. Nuestro consumo de conocimiento no es
profundo. Y los más arrogantes comentaristas están a menudo entre los
más ignorantes, quienes nunca consideran que deben informarse o
justificar sus argumentos. El psicólogo social David Dunning ha mostrado
que los menos eficientes en pruebas de razonamiento lógico son los más
propensos a sobreestimar sus calificaciones en ellas.
Dan Kahan, Profesor de Derecho en Yale, y sus colegas, han realizado
trabajos fascinantes mostrando cómo nuestras visiones políticas
corrompen nuestro razonamiento. En un estudio, las personas fueron
evaluadas por adelantado sobre sus posiciones políticas y habilidades de
razonamiento matemático. A los participantes se les pidió entonces
resolver un problema que requería interpretar los resultados de un falso
estudio científico.
En realidad eran dos estudios falsos con los mismos datos numéricos.
Uno se describía como midiendo la efectividad de una nueva crema para
tratamiento de erupciones en la piel. El otro como una ley prohibiendo
portar armas ocultas en público. Téngase en cuenta que ambos estudios
eran idénticos en datos y resultados. Ambos presentaban la misma
información; la única diferencia era la descripción del tema de estudio.
Los participantes analizando los datos sobre “crema dermatológica” no
mostraron diferencia en sus análisis fueran Demócratas o Republicanos.
No tenían prejuicios en su interpretación de los datos. En contraste,
los participantes que analizaron el “control de armas” divergían entre
ellos de acuerdo a sus opiniones políticas. Interesantemente, los
encuestados más sofisticados matemáticamente, Republicanos y Demócratas,
mostraron los mayores prejuicios.
El Profesor Kahan plantea que cuando los participantes sentían que
una respuesta era contraria a sus criterios ideológicos escudriñaban más
los datos tratando de figurarse otra vía para entenderlos. Cuando la
respuesta era políticamente conveniente la sentían bien y no necesitaban
investigación adicional. Los psicólogos han demostrado que razonamos
directamente hacia una conclusión preferida en vez de guiarnos por los
datos a dondequiera que nos lleven. Este es el caso de muchos
columnistas y comentaristas.
Políticamente siempre vemos más insuficiencias en el otro lado. Los
títulos de dos artículos discutiendo el trabajo del Dr. Kahan lo
demuestran: “Cómo la política nos hace estúpidos” (E. Klein), y “La
ciencia confirma: la política arruina tu habilidad matemática” (C.
Mooney).
El trabajo de Kahan demuestra que nuestras inclinaciones políticas
sesgan así nuestro razonamiento; no debemos tratar nuestras preferencias
partidistas como valores filosóficos irrefutables. Nuestras
preferencias partidistas son hipótesis a evaluar continuamente.
Necesitamos una cultura política de razones. Que no considere que todos
los cretenses sean mentirosos o veraces.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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