O escritor e
jornalista cubano Carlos Alberto Montaner apresenta sete razões para
que o cidadão se oponha à reeleição presidencial. Lembra o caso dos
tiranos eleitos Rafael Correa, Hugo Chávez e a ralé bolivariana que
golpeou a Constituição para permanecer no poder. Cita também Fernando
Henrique Cardoso, que, embora democrata, alterou a lei para que pudesse
ser reeleito. É um erro que pesará em sua biografia. Se não me engano, o
candidato Aécio Neves também é contra a reeleição - um motivo a mais
para que este blogueiro vote nele e defenda sua eleição. Vejam bem: se
Dilma se reeleger, o PT permanecerá 16 anos no poder. Teríamos, na
verdade, uma ditadura consentida.
Rafael
Correa casi seguramente intente reelegirse como presidente de Ecuador.
Sostiene la supersticiosa fantasía de que es imprescindible. Es uno de
los síntomas del narcisismo. Mientras más tiempo pase en Carondelet más
sufrirá su imagen. Es inevitable. Ésa es una mala idea.
Pero peor
fue la de Daniel Ortega en Nicaragua, quien manipuló la Constitución y
el parlamento hasta hacer posible la reelección perpetua. Seguramente
imitaba al venezolano Hugo Chávez, quien en 1998 juraba que sólo
ocuparía el poder durante un periodo, pero cambió la reglas y se casó
con Miraflores hasta que la muerte lo alejó de la poltrona, 14 años más
tarde.
La
reelección trae más inconvenientes que ventajas, aunque la ejerzan
buenos gobernantes como el brasilero Fernando Henrique Cardoso o el
costarricense Oscar Arias, dos políticos democráticos que también
modificaron las normas. El primero para mantenerse en el poder y el
segundo para regresar a la casa de gobierno.
La
reelección ni siquiera es aconsejable en periodos alternos, como hoy
sucede con Michele Bachelet y ocurrió en el pasado con Alan García, pese
a su segunda magnífica presidencia. Tampoco es útil en EE.UU., con sus
dos gobiernos consecutivos. No tiene mucho sentido mandar pensando y
actuando en función de las próximas elecciones.
Hay varias razones para desaconsejar esa práctica en los sistemas presidencialistas. Se me ocurren, al menos, siete importantes:
1) Obstruye el reemplazo generacional, la competencia entre líderes y la circulación de las élites.
2) Refuerza el caudillismo en detrimento de las instituciones.
3) Cuando se prolonga el mandato, el caudillo se va rodeando de cortesanos que lo halagan y confunden en busca de privilegios.
4)
Fomenta un tipo de nociva relación mercantilista entre el poder
económico y el político. Se retroalimentan mutuamente. Facilita la
corrupción.
5) Los
errores tienden a reiterarse por el conocido "Einstellung Effect". No
solemos hacer las cosas porque estén bien o mal, sino porque primero la
hicimos de determinada manera y el cerebro es una máquina que aprende y
repite los comportamientos.
6) Los
viejos gobiernos se quedan sin ideas, se van fosilizando, se resisten a
las reformas y segregan burocracias calcificadas, cada vez más
incompetentes.
7) La no
reelección refuerza la noción de que lo conveniente es seguir planes de
gobierno a largo plazo, pensando en el país y no en periodos cortos. Se
llega al poder a medio camino y se entrega a medio camino porque es un
viaje que no puede o debe llegar a ninguna parte. Es una obra continua
en la que el presidente es sólo un factor transitorio limitado por la
ley.
Si no hay
reelección, ¿cuál es el periodo ideal? A mi juicio, la fórmula mexicana
es la más indicada. Seis años y adiós muy buenas. Se podrá argumentar
que el PRI, que gobernó 70 años con más pena que gloria, no es el mejor
ejemplo, pues sustituyó al caudillo por el partido, reiterando casi
todos los defectos señalados, pero probablemente hubiera sido peor un
gobernante que diez, como sucedió durante los 35 años que previamente
mandó Porfirio Díaz. Por eso en 1910 Francisco Madero inició la
Revolución enarbolando una sabia consigna: “Sufragio efectivo y no
reelección”.
En todo
caso, hay un vínculo muy estrecho entre los valores que existen en la
sociedad y el resultado de la obra de gobierno. Los políticos no surgen
en el vacío. Son parte de la misma tribu de donde salen los ingenieros,
los curas, los soldados o los vendedores de corbatas. No son peores. Si
los países escandinavos son los mejor gobernados del planeta, no es por
las cuestiones formales sino por las virtudes que prevalecen en esas
sociedades.
Tal vez
el complemento ideal para esos gobiernos presidencialistas de un solo
periodo, es la recuperación de una institución jurídica excelente,
proveniente de la tradición romana: el Juicio de Residencia. De manera
automática, sin que mediara acusación formal, todo gobernante saliente
debía someterse a una gran auditoría pública de la que podían derivarse
consecuencias penales. Si había mandado bien, se le honraba. Si había
violado la ley, se le castigaba.
Tras pasar por el Juicio de Residencia muy pocos querían volver al poder. Incluso los buenos. Estupendo. (Elcato.org.).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
Nenhum comentário:
Postar um comentário