1 BLOG ORLANDO TAMBOSI
O historiador Alexander Watson reconstroi, em evocador livro, a história do sangrento assédio russo à fortaleza austro-húngara de Przemysl, em 1914-1915. David Barreira para El Cultural:
Tras
181 días de asedio marcados por combates brutales, epidemias,
bombardeos aéreos, hambruna y persecuciones motivadas por prejuicios
raciales, la ciudad fortificada de Przemyśl capituló ante el enemigo
ruso. Ubicada en el actual extremo suroriental de Polonia, en la frontera con Ucrania,
era el mayor y más importante bastión defensivo en el este del Imperio
austrohúngaro. El emperador Francisco José, un hombre que en sus 66 años
de reinado había tenido que afrontar numerosos desatres, consideró que
esta derrota era diferente, calamitosa, y lloró desconsoladamente los
dos días siguientes a la rendición. El prestigio habsburgo estaba por
los suelos.
La
ciudad multiétnica, habitada por polacos, ucranianos y judíos, estaba
rodeada de un cinturón de 17 fuertes principales y 18 secundarios,
establecidos en una semielipse de 48 kilómetros. Todos fueron volados
por los aires en la mañana del 22 de marzo de 1915. No por la artillería rusa,
sino por orden del alto mando austrohúngaro, que también mandó a sus
soldados destruir cualquier cosa de valor militar —tuvieron que romper
las culatas de los fusiles y hasta pisotear los cartuchos en el suelo—.
Pretendían que el Ejército enemigo entrase en un montón de ruinas.
El
"armagedón fue "un espectáculo horrible y al mismo tiempo de una
belleza incomparable, de perpetua tristeza, pero también de una grandeza
tan sublime, que la destrucción de Pompeya
o Herculano no hubieran podido ofrecer un espectáculo más imponente",
escribió el piloto Rudolf Stanger. La testigo Józefa Prochazka habló de
"una visión magnífica y terrorífica a la vez. Como si fueran volcanes en
activo, columnas de fuego rojo estallaron en torno a Przemyśl,
proyectando enormes piedras y restos y expulsando monstruosas nubes de
humo negro".
Imagen de las explosiones de los complejos militares de Przemyśl.
Para
Alexander Watson, doctor en Historia por la Universidad de Oxford y
profesor en Goldsmiths, Universidad de Londres, el sitio de Przemyśl
"cambió el curso de toda la Primera Guerra Mundial".
Fue una batalla decisiva que frenó la invasión rusa de Europa Central
en el otoño de 1914. Una guarnición de 130.000 soldados, la mayoría
reservistas de mediana edad, dirigidos por unas fuerzas armadas famosas
por su incompetencia, con un armamento obsoleto, pésimas comunicaciones y
un sistema defensivo anticuado y mal preparado logró frenar al
considerado entonces como mejor ejército del mundo. Así lo expone en La fortaleza (Desperta Ferro), la extraordinaria historia de una epopeya bélica, a pesar de todo, desconocida.
"Aquel
desastroso otoño —explica Watson— la fortaleza representó la última
esperanza de supervivencia para el Imperio austrohúngaro. Al retrasar a
los rusos, proporcionó al maltrecho ejército
de campaña el respiro que tan desesperadamente necesitaba,
permitiéndole recomponer sus filas, restaurar la disciplina y volver a
la batalla. Así pues, el sitio de Przemyśl fue una campaña decisiva: sin
el desafío de la fortaleza, el Ejército austrohúngaro se habría
derrumbado, Europa central se habría enfrentado a la invasión rusa y hoy
probablemente hablaríamos de la Gran Guerra de 1914-1915".
La
radiografía que hace el historiador de los antecedentes, los seis meses
de asedio —fue el más prolongado de la I Guerra Mundial— y sus
consecuencias es completísima en lo que se refiere al relato histórico
militar y escalofriante en sus interpretaciones. Watson narra la
imposible supervivencia de los 46.000 ciudadanos civiles que habitaban
la plaza o los desesperados intentos del Estado Mayor austrohúngaro,
lanzando espeluznantes ofensivas a través de los Cárpatos helados
–perdieron unos 700.000 efectivos–, para liberar una ciudad estratégica y
con un significante nudo ferroviario que agonizaba por recibir
suministros. Durante las primeras semanas de 1915, por ejemplo, la
guarnición subsistió únicamente sacrificando y comiéndose la mayoría de
sus 21.000 caballos.
El
perímetro de la fortaleza comprendía 35 fuertes. Las brechas entre
ellos eran selladas por "trincheras de intervalo" excavadas a toda
prisa.
Matadero de caballos. 17.000 fueron devorados por la guarnición. El resto, sacrificados antes de la capitulación.
La guerra de Ucrania
Además
de ser clave en la evolución de la Gran Guerra, Watson arroja otra
tesis todavía más provocadora en las páginas de su obra: Przemyśl
constituye "la prehistoria olvidada de los futuros horrores
totalitarios", el lugar donde se desencadenó "un nuevo tipo de
barbarie". Lo justifica diciendo que los rusos efectuaron en esta ciudad
y en sus alrededores "el primer programa ambicioso de limpieza étnica
que sufrió la Europa centrooriental. Las autoridades austriacas
calcularon que, en tan solo diez días, se echó de la ciudad y del
distrito circundante a casi 17.000 judíos. Fue la mayor deportación forzosa de una comunidad perpetrada por las tropas del zar en territorio ocupado.
Watson
concluye que el calvario de la fortaleza constituyó "el acto más
extremo de una rusificación radicalizada y violenta". El Ejército trató
de convertir el bastión defensivo austrohúngaro, en lo político y en lo
étnico, en una ciudad "rusa", un paso más en esas aspiraciones del zar
Nicolás II de crear la "Gran Rusia
que se extiende hasta los Cárpatos". A ojos de los vencedores, se
trataba de "una ciudad rusa liberada después de largos siglos de
esclavitud".
Unas
décadas más tarde, Przemyśl fue seccionada por la infame Línea Molotov y
se dividió entre los dos imperios del mal: el nazismo y el estalinismo.
La ocupación de la Unión Soviética
estuvo dominada por una violencia extraordinaria que pretendía llevar a
cabo una transformación radical de la población. Los nazis, al igual
que habían hecho los rusos, expulsaron a los judíos de un lugar que
volvería a ser frente de batalla a finales de junio de 1941, cuando se
puso en marcha la Operación Barbarroja.
"Las
ocupaciones de 1915 y 1939 no fueron acometidas por las mismas
unidades, ni tampoco existe evidencia de que las medidas del Ejército
ruso inspirasen las políticas nazi", escribe el historiador. "Esta
similitud se explica mejor por su común percepción imperialista de la
Galitzia multiétnica como tierra de experimentación y transformación,
por su muto antisemitismo y por una implacable visión nacionalista y
militarista, elementos que ya estaban presentes al inicio de la Primera
Guerra Mundial". En 1942, los 66 judíos que permanecían en el suburbio
de Zasine fueron asesinados en el primer fuerte del perímetro de la
fortaleza habsburgo, donde los esbirros de Hitler habían montado un centro de ejecuciones. Un simbólico episodio que enlaza los horrores del siglo XX.
La
historia de Przemyśl resuena con especial fuerza en la coyuntura bélica
actual. En esas rimas que tienen el pasado y el presente, las
ambiciones de Vladímir Putin son un reflejo de uno de los objetivos de
las fuerzas armadas de Nicolás II: eliminar la identidad ucraniana sin
importar los medios. En un prólogo ex profeso para la edición en español
de La fortaleza, Watson recuerda que la campaña del zar, frenada en
este bastión defensivo, desembocó en una sangrienta contienda de
desgaste que, en último término, destruyó su régimen. Quizá la numantina
defensa de los ucranianos hoy en lugares como Bakhmut está cavando la tumba del autócrata ruso.
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