BLOG ORLANDO TAMBOSI
Em artigo publicado pelo Instituto Cato, Silvia Mercado homenageia o escritor mexicano Octavio Paz, que "nadava contra a corrente":
Octavio
Paz dijo las frases más profundas y poéticas sobre la libertad, pero no
el verso vano ni necesariamente apacible, sino la declaración expresa,
el pronunciamiento demandante.
“La libertad es una posibilidad que se actualiza cada vez que un hombre dice No al poder; La libertad no se define: se ejerce”.“La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces”.
Sus
ideas claras, sus palabras precisas, su inteligencia desafiante; la voz
de Paz de tan auténtica tuvo que ser incómoda. “Algo sucedió en México,
algo grave y definitivo cuando Octavio Paz comenzó a escribir”, señaló
–con toda la razón– Alejandro Rossi, filósofo mexicano.
Hay
mucho qué decir sobre Octavio Paz, múltiples facetas y diferentes
perfiles del poeta que escribía ensayo, del ensayista que reseñaba la
historia, del literato que logró hacer filosofía. 70 años de producción
que se estima podrían reunir 14 tomos cada uno de 500 páginas de temas
que van desde crítica del arte prehispánico y barroco, historia
mexicana, política internacional… y por supuesto poesía, siempre y en
todo, poesía.
Pero
con la excusa de su fecha de nacimiento (31 de marzo de 1914), este
homenaje decide abordar un asunto sobre el cual Octavio Paz se hubiera
manifestado con autoridad y convicción: la cultura de la cancelación.
Quien se entregó en mente y alma a la libertad de pensar, crear y
expresar, sí que habría dicho mucho al respecto.
“La
cultura de la cancelación” es una suerte de movimiento que consiste en
retirar el apoyo o explícitamente “cancelar” a una persona que dijo o
hizo algo “cuestionable”. Se puede entender como una especie de bullying
generado por un colectivo de entes que –empoderados y embriagados por
ser grupo, comunidad, tropa— se consideran moralmente superiores y se
auto facultan el derecho de sancionar, censurar, rebajar a paria, hasta
simple y llanamente “callar” para siempre a quien tachen de “ofensivo”.
Suena que se estuviera hablando de un fenómeno reciente, porque esta
práctica abusiva está muy presente en la dinámica de las redes sociales y
plataformas digitales; sin embargo, “la cultura de la Cancelación” no
es nada más que una expresión —ahora muy de moda— para hacer referencia a
costumbres de intolerancia que han estado presentes desde siempre, y
que a Octavio Paz le tocaron muy de cerca.
Agudo
pensador y crítico de las circunstancias históricas de las que fue
espectador en primera línea (recordemos que se trata del “hombre siglo
XX”, cuya vida transcurrió en paralelo a las guerras mundiales, a la
revolución mexicana, a la guerra fría y a la caída del muro de Berlín…)
Octavio Paz no tuvo miedo de nadar a contracorriente. Como dijo Fernando
Savater, escritor español, “Octavio Paz tuvo el atrevimiento de tener
la razón demasiado pronto. Habló de cosas impopulares”.
Esta
declaración tiene mucho que ver con uno de los hechos hito en la vida
intelectual de Octavio Paz: su rompimiento con el comunismo, momento
parteaguas que definirá futuras pasiones extremas en torno al poeta.
Decimos
“rompimiento” porque en efecto, Paz, como muchos de los jóvenes del
siglo XX, compartió la ilusión comunista, y aunque hizo esfuerzos por
condonar los ideales socialistas, finalmente y –muy a tiempo— se dio
cuenta de lo que había detrás de estas nefastas utopías y decidió
convertirse en defensor de la sociedad libre. El primer gran paso fue
denunciar las tácticas represivas del régimen soviético. Puntualmente,
en 1951 publicó en la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, un
artículo titulado “Los campos de concentración soviéticos”. Para Octavio
Paz se cayó la gran mentira y, adelantándose casi 40 años al fin del
régimen soviético, dijo: “Vi al comunismo como a un régimen burocrático,
petrificado en castas, y vi a los bolcheviques caer uno tras otro en
esas ceremonias públicas de expiación que fueron las purgas de Stalin”.
Consecuente
con sus críticas hacia el comunismo, fue duro con el stalinismo
tropical de Fidel Castro, el cual advirtió que era tan perverso e
inhumano como la dictadura de Pinochet en Chile.
Hay
que imaginarse el tamaño de la indignación de la izquierda
latinoamericana y el color de sus rabietas; le dijeron de todo hasta del
número que calzaba su abuela.
Esta
situación supuso el fin de su sensible relación con el poeta Pablo
Neruda, quien era profundamente comunista. Así que hasta ahí llegó la
amistad de los entonces futuros nobeles latinoamericanos; Neruda acusó a
Paz de “traidor” y “purista”, Paz a Neruda de “estalinista” y
“ególatra”, agravios y posiciones que marcaron su agrio distanciamiento
para siempre. Dos escritores que unió la poesía, los separó la política.
Corrían
los años 80’s y a la par de las luces y los honores alrededor de
Octavio Paz, también crecían las filas de sus críticos y detractores. Un
pasaje de esta disyuntiva de amores y odios, fue lo que repercutió a
partir del discurso que el poeta diera en ocasión de recibir el Premio
de la Paz que le otorgó la Asociación de Libreros de Frankfurt. Esto fue
en 1984, el discurso titula “El diálogo y el ruido”, una de las “piezas
de convicción” de Octavio Paz, que se encuentra en el libro Pequeña
crónica de grandes días (1990). ¿Qué dijo en el discurso, qué fue lo que
causó tanto revuelo? Su tesis tenía que ver con la importancia de la
democracia para preservar la paz (estaba recibiendo un premio sobre el
tema). Remarcó que la paz es inseparable de la democracia, y –haciendo
referencia a una de sus preocupaciones de ese momento— mencionó a la
revolución sandinista. Dijo que “una solución para Nicaragua comenzaría
por el respeto a las libertades y la realización de elecciones”. Nada
más, pero fue suficiente para desatar el escarnio.
Quienes
lean el discurso, o por lo menos los párrafos completos que hacen
referencia al tema, se darán cuenta que su posición no era unívoca: si
bien cuestionó al sandinismo también fue duro con el papel que jugaba
Estados Unidos en todo lo que tenía que ver con el conflicto
centroamericano, por cierto, Paz siempre fue crítico con la política
exterior estadounidense; sin embargo, la recepción y posterior
repercusión sí que fue sesgada y cizañera, se le dijo “converso”,
“traidor”, “imperialista”, “instrumento del pentágono” entre otras
gentilezas. Una semana de polémica y linchamiento en artículos,
columnas, caricaturas y programas en los otrora medios tradicionales. La
condena llegó a formalizar un documento con 228 firmas de “profesores
de todas las ramas científicas y culturales” de trece instituciones de
cinco países. Por si fuera poco, se “suspendió” (se canceló) un homenaje
musical dedicado a Octavio Paz que debía realizarse en el marco del
Festival Cervantino (un acontecimiento cultural muy importante en
México), según registros el actor y cantante se rehusó a leer sus
poemas. Una vergüenza. Una mezcla de ignorancia, ira, superioridad
moral. La pretenciosa indignación en su máxima expresión. Y claro, esta
repulsa visceral muy propia de las muchedumbres, por supuesto se
manifestó en las calles, y en frente de la embajada de Estados Unidos en
Ciudad de México, mientras la multitud gritaba a voz en cuello: “Reagan
rapaz, tu amigo es Octavio Paz”, quemaron efigie de Octavio Paz.
Pues, sí, hasta esos extremos.
Entonces
Octavio Paz sí que padeció los aciagos bemoles de la intolerancia, o lo
que ahora se le dice “la cultura de la cancelación”. Y sí que le
afectaron. Respecto de la quema de su efigie en el marco de esa semana
de improperios, como 15 años más tarde, – todavía con tristeza, pero con
mucha claridad—, el poeta dijo: “Frente a la realidad inmensa de
México, la física y la humana (los paisajes, las ciudades, la gente, las
maravillas y los horrores), ¿qué vale la minoría vociferante? Es un
mal, una dolencia con la que hay que convivir. La única manera de
curarlos y desarmarlos es dialogar con ellos. ¿Es posible? Lo ha sido en
Europa y en otras partes, ¿por qué no ha de serlo en México? Tal vez mi
misión —o más bien dicho: mi función— en la historia de la cultura
moderna de México ha consistido en preparar ese diálogo. No me tocará
participar en él, pero lo habré hecho posible” (fragmento de una carta
Memoria y palabras, 1999).
Así
de grande era Octavio Paz, así de grande y extensa la intolerancia que
trascendió fronteras. A los hechos: en 2015 salieron a la luz alrededor
de catorce informes que revelan cómo el régimen de Franco interceptó los
escritos del poeta para recortarlos, alterarlos y censurarlos. Se dice
que se dificultó la impresión y que se demoró la presentación de sus
libros, entre otros atropellos. Con todo este material hubo en Madrid
una exposición denominada: “Octavio Paz: Guerra, Censura y Libertad”,
muestra que enseñó fotografías del viaje del escritor a España en 1937
(cuando aquel famoso Congreso de Escritores Antifascistas), así como
fragmentos de textos que fueron “observados y corregidos” por los
“revisores” del franquismo. Hay información interesantísima sobre este
hallazgo, pero lo oportuno a subrayar es la fijación y vigilancia
alrededor de su obra. ¿Qué temía el franquismo que Paz fuera a decir?,
¿qué era lo que incomodaba tanto? Dicen las investigaciones que menos
mal –por suerte— algunos de sus ensayos se lograron publicar debido a la
incomprensión de los textos por parte de sus censores, y que además
desde el punto de vista de ellos, nadie leería “estos engendros” (en
referencia los textos de Octavio Paz). Cuentan también que se “tachó su
obra de peligrosa, irreverente, tendenciosa, soez, atroz y pro
marxista”.
Se
podría decir que, ante Octavio Paz, izquierda y derecha lograron un
empate en el gran torneo de la intolerancia y las faltas a la libertad
de expresión. Paz incólume trascendió libre, noble e impoluto a las
desavenencias de esos tiempos.
Todos
aquellos que quisieron tapar su boca, ocultar sus letras, silenciar sus
ideas de algún modo dieron mayor brillo a su genio, más luz a sus
obras. Ahora por intriga, por curiosidad y por rebeldía Octavio Paz es
misión, sobre todo para quienes entienden que “la libertad no se define,
se ejerce” y se celebra porque es la mejor elección posible.
Obras consultadas para este artículo:
Homenaje a Octavio Paz (2001), Instituto Cultural Mexicano de Nueva York.
Las palabras y los días (2014), Antología de Ricardo Cayuela, Octavio Paz.
Memoria y palabras (1999), Octavio Paz.
Pequeña crónica de grandes días (1990), Octavio Paz.
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