A Lituânia bloqueou o enclave russo de Kaliningrado, antes Königsberg, agravando o enfrentamento Rússia-OTAN - e Putin ameaça com "graves consequências". Luis Reyes para The Objective:
Los
vecinos de Könisberg ponían sus relojes en hora cuando el profesor Kant
pasaba por delante de sus casas, pues siempre era a la misma hora con
precisión de segundos. Kant, uno de los filósofos más importantes de la
Historia, era un obseso del orden y la puntualidad, incluso cronometraba
el tiempo de abrocharse los botones del chaleco. Pero en 1789 hubo un
día, sin embargo, en que el profesor Kant falló, no salió de paseo a la
hora acostumbrada. La gente de Könisberg se alarmó: ¡debe haber pasado
algo tremendo!, se decían, y así era. Había llegado la noticia de la
Revolución Francesa.
Europa
entera, desde Lisboa a Moscú, iba a arder durante un cuarto de siglo
con la guerras revolucionarias y napoleónicas, pero a finales del XVIII
Könisberg, hoy llamada Kaliningrado, era una ciudad ideal para la vida
metódica, dedicada al estudio y la elucubración intelectual, de Inmanuel
Kant, que jamás en sus 80 años de vida sintió necesidad de alejarse más
de diez kilómetros de donde había nacido. Könisberg era próspera,
cómoda, hermosa y pacífica, y un crisol cultural de primer orden. Ciudad
alemana que había pertenecido a la Liga Hanseática, enriquecida con el
comercio del ámbar, era también la capital editorial de Polonia,
de Lituania y de la Alemania protestante. Allí se publicó el primer
libro impreso en lengua lituana, el primer Nuevo Testamento impreso en
polaco, el primer catecismo luterano…
Sin
embargo la imagen idílica del Könisberg de Kant no se corresponde con
sus orígenes ni con su historia reciente, llenos de pasajes trágicos,
incluso de genocidios. Könisberg fue fundada por una cruzada, y ya se
sabe, cruzada implica conquista por la espada. En el siglo XII todavía
quedaban en Europa pueblos paganos, considerados salvajes. Estaban
ubicados en la costa del Mar Báltico Oriental, en territorios que más o
menos corresponden a las actuales repúblicas bálticas y Polonia. El Papa
Celestino III convocó una cruzada para implantar allí el cristianismo
en 1193, casi un siglo después de que Urbano II proclamase la Primera
Cruzada para liberar Jerusalén.
Aunque
en las ‘Cruzadas del Norte’ participaron las monarquías cristianas de
Alemania, Escandinavia y el Este de Europa, el peso de la empresa
recaería sobre la Orden de los Caballeros Teutónicos, una orden militar
inspirada en los Templarios, fundada en Palestina por caballeros
cruzados alemanes. En Tierra Santa había ya varias órdenes de
monjes-soldados, y además los sarracenos iban ganando terreno, de modo
que la Orden Teutónica buscó su propio campo de acción en el Báltico,
donde a principios del siglo XIII estableció un auténtico ‘Estado
Monástico de la Orden Teutónica’.
Ese
Estado llegó a extenderse desde Danzig o Gdansk (Polonia) a Narva, en
la frontera de Estonia con Rusia, y tuvo su capital en Könisberg (el
Monte del Rey en alemán), fundada junto a la Laguna del Vístula, en un
lugar donde los caballeros teutónicos tenían un castillo, pero que
además era un centro comercial estratégico de la ruta del ámbar, el
producto más precioso del Báltico.
Cuando
se produjo la Reforma protestante, el Gran Maestre de la Orden
Teutónica se convirtió al luteranismo, y el Estado de la Orden terminó
por convertirse en Reino de Prusia. Könisberg fue por tanto alemana
desde su nacimiento hasta el final de Segunda Guerra Mundial, y mantuvo
el título de capital de Prusia Oriental.
Éxodo
En
1945 el poderío nazi se hundió y el Ejército Rojo llegó a las fronteras
de Prusia Oriental. Sus habitantes, alemanes de pura cepa, sabían las
barbaridades que habían hecho las SS y la Wermacht en Rusia, y se
produjo un éxodo general de siete millones de fugitivos. Un tercio de
ellos, 2.200.000 según cifra oficial alemana, murieron en su escapada,
por ataques rusos pero sobre todo de frío, pues en Prusia Oriental se
alcanzaban 25 bajo cero en invierno. Incluso los trenes llegaban a su
destino con los vagones llenos de cadáveres congelados.
El
sacrificio sería inútil, resultó una escapada a ninguna parte, porque
los rusos realizaron un movimiento envolvente, sitiaron Prusia Oriental y
obligaron a los fugitivos a volver atrás. Solamente quedaba una salida,
el mar. Prusia Oriental albergaba importantes bases navales de la
Kriegsmarine (Marina de Guerra alemana), y se puso en marcha la
Operación Aníbal para sacar a los marineros de aquella trampa, pero el
almirante Dönitz, jefe de la Kriegsmarine, decidió ampliar el plan a
todos los civiles que pudo.
La
Operación Aníbal ha pasado a la Historia como la más importante
evacuación de los siglos, consiguió repatriar a 350.000 militares y un
millón de paisanos. Incluso los submarinos embarcaron civiles para
sacarlos de allí, aunque el celo de la Kriegsmarine no fue suficiente
para salvar a muchos de los ataques rusos en el mar, como el que hundió
el Gustloff.
El
KdF Wilhelm Gustloff era un crucero de placer, conocido en España
porque en 1939 había atracado en Barcelona para llevar a casa a los
voluntarios alemanes de la Legión Cóndor, que habían contribuido a la
victoria de Franco. Al estallar la Guerra Mundial fue reconvertido en
buque-hospital, pintado de blanco con grandes cruces rojas. El 30 de
enero de 1945 zarpó de Prusia Oriental con 10.582 personas a bordo:
9.000 eran civiles, sobre todo mujeres y niños, el resto marineros,
muchachas del Cuerpo Auxiliar Femenino y heridos. Esa noche un submarino
soviético le disparó tres torpedos, hundiéndose en menos de una hora.
Solamente 1.100 o 1.200 de sus pasajeros salvaron la vida. Es la mayor
catástrofe naval de la Historia.
Para
los prusianos orientales que sobrevivieron a todo esto, el final de la
guerra no trajo sin embargo la paz, su drama continuó. Stalin decidió
anexionarse Könisberg y su región, así como el Este de Polonia, y aplicó
la más estricta limpieza étnica. Para compensar a los polacos, corrió
hacia el Oeste la frontera de Polonia con Alemania hasta la Línea
Oder-Neisse. Fue un éxodo forzoso para 20 millones de personas, alemanes
y polacos.
Como
todas las regiones vaciadas de sus habitantes seculares, Könisberg fue
repoblada por rusos y se le cambio el nombre por Kaliningrado, la Ciudad
de Kalinin, en honor de uno de los secuaces más leales de Stalin. Pero
la estabilidad del sistema totalitario soviético se vino abajo en 1991,
cuando la URSS se disolvió y las Repúblicas Bálticas se declararon
independientes. Kaliningrado se encontró entonces como un enclave ruso
separado de Rusia por territorio hostil, pues los países bálticos
ingresaron el la OTAN.
Era
cuestión de tiempo que Kaliningrado-Könisberg volviese a protagonizar
un conflicto, que puede derivar en una tragedia. Es la herencia de
Stalin.
BLOG ORLANDO TAMBOSI

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