Para o
terrorismo islâmico - mas não só para ele -, os infiéis (todos os
não-muçulmanos) têm que ser abatidos. Em texto publicado no site Libertad.org,
Elias Cohen relata a história do jihadismo desde Said Qutb, fundador da
Irmandade Muçulmana e impulsionador da guerra contra o Ocidente dos
infiéis:
La ola de
ataques terroristas asolando Europa no es algo nuevo. Es una dura
realidad que los israelíes llevan padeciendo durante décadas. Atentados
suicidas como el de Ansbach, asesinatos con cuchillos como el de
Normandía, atropellos masivos como el de Niza o tiroteos indiscriminados
como los de París o Bruselas ya han tenido lugar en las calles de
Jerusalén y Tel Aviv. Y los han perpetrado terroristas con una misma
ideología: el yihadismo.
Los
mismos que entraron a sangre y fuego en la sede de Charlie Hebdo rendían
pleitesía a la misma ideología que llevó a dos miembros de Hamás a
disparar a quienes se encontraban pasando su tiempo libre en el centro
comercial Sarona de Tel Aviv el pasado mes de junio. La pulsión asesina
del seguidor del Estado Islámico que degolló al sacerdote católico
Jacques Hamel es la misma que llevó a un palestino a acuchillar a Hilel
Yafe Ariel, una niña israelí de 13 años, mientras la niña dormía en su
propia cama a finales de junio.
Desde el
inicio del conflicto entre israelíes y palestinos, tanto Occidente como
Israel identificaron el terrorismo palestino como nacionalista e
ideológicamente ligado a movimientos revolucionarios de la segunda mitad
del siglo XX. A mediados de los años 70, en el Valle de la Bekaa, en el
Líbano, grupos terroristas europeos como ETA se entrenaban con los
militantes palestinos. Arafat y los grupos que conformaban la OLP no
eran yihadistas, sino líderes nacionalistas y corruptos, vinculados a
regímenes laicos como el de Sadam Husein en Irak, el de Naser en Egipto o
el de los Asad en Siria. Además, el terrorismo palestino de la OLP
tenía como objetivo principal a israelíes y a judíos. La comunidad
internacional asumió que era un conflicto regional más de la Guerra
Fría, aunque Arafat y los otros grupos de la OLP, inteligentemente, se
empeñaron en internacionalizarlo, ya fuera mediante la violencia o
mediante la política.
Mientras
tanto, los Hermanos Musulmanes, una organización suní y salafista,
nacida en 1928 en Egipto e históricamente reprimida por el panarabismo
–un movimiento político laico apadrinado por la URSS y liderado por
Gamal Abdel Naser–, crecía paulatinamente en los países árabes de
Oriente Medio. Con una agenda política centrada en la religión, la lucha
contra la corrupción y los servicios sociales para ganar adeptos en las
poblaciones olvidadas por los déspotas árabes, llevaron su guerra más
allá de las capitales de Oriente Medio y la ampliaron a todo Occidente.
En 1964,
el teólogo de los Hermanos Musulmanes Sayid Qutb, encarcelado por el
Gobierno de Naser, escribió Hitos, uno de los textos fundacionales del
yihadismo moderno en el cual llamaba a una guerra total contra el orden
mundial existente. Paralelamente, un grupo de revolucionarios islámicos
tomó el poder en Irán en el año 1979 y plantó cara a EE.UU. Pese a que
salafistas (movimiento ultraconservador, regresivo y purista, de donde
nace la doctrina yihadista) y radicales chiíes de Irán, seguidores de
las ideas de Jomeini, tenían grandes diferencias teológicas, la gesta de
estos últimos sirvió como revulsivo poderoso para los yihadistas, que
vieron que era posible tomar el poder y medir fuerzas con Occidente. Por
eso no es extraño que salafistas suníes y radicales chiíes colaboren
estrechamente contra el enemigo común. Irán financia y envía armas a
Hamás y a la Yihad Islámica, así como en el Líbano Hizbolá entrena a
militantes palestinos de ambas facciones. En cambio, en Siria,
salafistas suníes del Estado Islámico y del Frente Al Nusra se enfrentan
a las tropas de la Guardia Revolucionaria Iraní y a los efectivos de
Hizbolá.
En los
años 80, los grupos yihadistas aún combatían en conflictos regionales,
como en las Filipinas, Argelia o Afganistán, y los ataques aún no se
había globalizado. Es el 23 de febrero de 1998 cuando varias
organizaciones yihadistas, entre ellas al-Qaeda, el Movimiento por la
Yihad en Bangladesh y Al Gamaa al Islamiya, emiten una fetua, denominada Yihad contra los judíos y los cruzados, en la que se autoriza el asesinato de civiles.
Muchos de
los grupos terroristas, influidos por la idea del salafismo, cambian de
objetivos nacionales y posteriormente, a principios de los 90, comienza
la yihad global; y comienza también la radicalización de los grupos
palestinos, que da paso a la hegemonía de Hamás.
Incluso
después del 11 de septiembre, nadie quería creerse que esta guerra era
indiscriminada, contra todos los que los yihadistas consideran infieles,
y no sólo contra judíos y americanos. Como en el caso de Israel, se
buscó la culpa o la excusa, y se quiso reducir el problema a la
implicación americana en Medio Oriente.
Durante
la progresiva extensión del yihadismo en los países árabes, los
palestinos no permanecieron al margen. En 1981 se estableció formalmente
la Yihad Islámica Palestina como el brazo local de la Yihad Islámica de
Egipto, y llevó a cabo el primer atentado suicida en Israel –en Kiriat
Nearim– el 6 de julio de 1989. En 1987, nace Hamás, organización
perteneciente a los Hermanos Musulmanes. Durante la Segunda Intifada,
Hamás sembró cafeterías, autobuses y lugares públicos israelíes de
terroristas suicidas; hoy gobierna en la Franja de Gaza, desde donde
lanza cohetes indiscriminadamente a las ciudades del sur de Israel, lo
que ha llevado en los últimos años a tres operaciones a gran escala del
Ejército israelí. En su carta fundacional, no sólo tiene como objetivo
la destrucción de Israel, sino la expansión de la yihad a todas las
tierras que fueron musulmanas (artículo 5), tal y como predica el Estado
Islámico o al-Qaeda.
Hizbolá,
el otro gran enemigo de Israel, que utiliza los mismos métodos que Hamás
y la Yihad Islámica para destruir al Estado judío, es el brazo
desestabilizador de Irán en el mundo, se somete a la Constitución
revolucionaria de 1979, que establece la expansión de la revolución
islámica a todo el mundo, y sitúa al líder supremo de la República
Islámica como guardián de la fe. Aunque el salafismo y el chiismo están
enfrentados, ambos abrazan la yihad global como método. Y ambos la
aplican.
El
yihadismo tiene los mismos objetivos y aplica los mismos métodos, ya sea
en Francia, Bélgica, Alemania o EE.UU. Durante años le ha tocado a
Israel, que a día de hoy sigue resistiendo los constantes zarpazos de
una forma de terror indiscriminada e inesperada. Hay razones estratégicas
de por qué el yihadismo se ha ensañado especialmente con Francia, es
cierto, pero el Hexágono es sólo una de las piezas en una guerra global y
santa. Ahora el yihadismo se ha fijado en Europa, porque es el
siguiente capítulo en su plan de dominación mundial.
El
yihadismo no distingue entre judíos, cristianos, ateos, occidentales,
blancos o negros: todos son infieles, vivan en París o en Jerusalén.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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