É
vergonhosa a atitude dos EUA diante da desgraça promovida pelo chavismo
na Venezuela, mas ainda mais vergonhoso é o silêncio dos vizinhos, a
começar pelo Brasil - com o Itamaraty dominado pelos barbudinhos cevados
no marxismo de orelha. A propósito, segue artigo de Javier Fernández
Lasquetty, publicado por Libertad:
Vale la pena que lean los decretos
con los que el dictador venezolano Nicolás Maduro ha perpetrado la fase
final de su golpe de estado permanente. Con sus alusiones a una
supuesta “bendición de Dios Todopoderoso” y la extraña jerga
bolivariana, que habla de la “Venezuela Potencia”, del “mundo pluripolar
y multicéntrico”, y del “Estado de la Suprema Felicidad Social” (sic)
podría parecer el chistoso producto de un legislador lunático. Pero no
lo es. Es la utilización de la violencia estatal para acabar con los
últimos refugios de la libertad de pensamiento, de expresión y de
participación política en Venezuela.
El golpe
de estado neocomunista en Venezuela no ha sido dado ahora, con la
convocatoria de una llamada Asamblea Nacional Constituyente. Empezó en
1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder, y desde entonces no ha cesado.
Ha contado con la ayuda de Cuba, con la complicidad de Irán, con la asesoría especializada de los que hoy forman Podemos, el partido comunista español ,
y con la colaboración muy interesada de tipos como el expresidente de
España, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien el actual presidente de
España, Mariano Rajoy, según parece, sigue considerando un mediador, en lugar de lo que es: un lacayo de la tiranía bolivariana.
El
neocomunismo bolivariano tiene en este momento otra ayuda aún más
valiosa: la ausencia de reacción de todos los actores relevantes. Ni
Estados Unidos ni España están actuando con fuerza en el tablero
internacional, y son los dos países que más razón y más influencia
tendrían para hacerlo. Decir a estas alturas que el gobierno español “está preocupado”
por lo que está haciendo Maduro parece una broma, si no fuera porque es
algo muy serio. Tanto Estados Unidos como España –arrastrando ésta a la
Unión Europea- tendrían capacidad por sí solos para plantear una
ofensiva internacional tan definitiva como las que acabaron con el
régimen del apartheid sudafricano o con las dictaduras del Cono Sur
americano. Sencillamente, no lo quieren hacer.
Tampoco
los países de América se plantean siquiera tomar acciones conjuntas de
envergadura para proteger la libertad de los venezolanos. Solo Luis Almagro,
el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, ha
hablado con la energía que esta ocasión requiere. Sorprende que un
funcionario de organización multilateral demuestre unos principios mucho
más firmes que los dirigentes de las naciones a las que representa, que
no están yendo más allá de expresiones de preocupación. Decía Carlos
Alberto Montaner, tan certero como siempre, que América Latina es el
continente invisible. Y mudo, habría que añadir, a la vista de la
escasez de su reacción cuando uno de sus vecinos avanza un paso más en
su liberticidio interminable.
¿Por qué
no hay una reacción internacional digna y fuerte contra el neocomunismo
venezolano? Tal vez me equivoque, pero solo se me ocurre una
explicación: porque los gobiernos se creen que así ayudan a las empresas
que aún operan en Venezuela. Es decir, por esa mezcla indeseable y
anticapitalista de poder político e intereses de empresas establecidas
que se llama mercantilismo. Un mercantilismo que frente a la barbarie
populista ha demostrado siempre carecer por completo de un mínimo
sentido de la realidad política. Los gobiernos han dejado de lado los
principios pensando que así protegen algunos negocios. Dentro de poco no
quedarán ya negocios, ni tampoco principios.
Mientras
tanto la gente sigue protestando en las calles de Caracas y de muchas
ciudades venezolanas, a pesar de que ya más de treinta personas han sido
asesinadas, y miles han sido arrestadas. Leopoldo López sigue en
prisión, lo mismo que Yon Goicoechea
(ciudadano español, por cierto), y tantos otros. Son ellos los que
defienden la libertad frente a la opresión estatal elevada a la máxima
potencia. Merecerían mucho más por parte de la comunidad internacional.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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