O
escritor cubano resgata o detetive Mario Conde sua nova ficção
policial, 'Pessoas Decentes', uma visão panorâmica da história recente
de Cuba. Ascensión Rivas para El Cultural:
La
Historia no se acaba nunca, como dice uno de los personajes de Personas
decentes y subraya el narrador al final, “pero mientras transcurre va
dejando lecciones que deben ser leídas”. Lo que no parece tan claro es
que se aprenda de ellas porque, de otro modo, algunos episodios no se
repetirían con tanta ligereza.
La crónica del pasado próximo representa una de las claves de esta obra, una novela en la que Leonardo Padura
(La Habana, 1955) presenta una panorámica de la reciente historia de
Cuba: desde su liberación del dominio español en 1898 y el advenimiento
de la República apenas cuatro años después (bajo la observación atenta
de los vecinos del norte), hasta la Revolución castrista, el largo
bloqueo estadounidense y la última posmodernidad que nadie se atreve a
calificar.
Una
segunda clave del texto es su pertenencia al género policíaco,
concretamente a la saga protagonizada por el detective Mario Conde. En
este caso, según aclara el propio Padura en la “Nota del autor”, se
trata de un auténtico policial porque la historia contiene “varios
muertos y muchos crímenes, físicos, históricos y espirituales”.
La
novela, de trama barroca por lo compleja, cuenta con dos argumentos que
convergen, sucedidos en dos épocas distintas y recogidos en dos grupos
de capítulos. Unos se sitúan en 2016 y otros en el lejano 1910; los más
recientes cuentan con un narrador en tercera persona y los
cronológicamente más alejados están relatados por Arturo Saborit, un
inspector de policía que comenzó siendo una persona decente y terminó
escribiendo su historia a modo de catarsis, para confesarse y liberarse
del peso de la culpa.
En 2016, La Habana vive una rara y hermosa primavera en la que coinciden la visita de Barack Obama, un concierto de los Rolling Stones,
el mítico grupo cuya música fue prohibida por el Régimen, y un desfile
de Chanel, marca que encarna la esencia del capitalismo. A ello hay que
añadir la visita de personajes inclasificables como Rihana, las
Kardashian o el elenco de Fast and Furious.
En
este momento de algarabía, confusión y desorden es cuando reaparece
Mario Conde para ayudar en una investigación criminal. El exdetective, a
quien el tiempo ha convertido en sexagenario y ha enfatizado su
escepticismo, y al que ya solo mueve su amor por Tamara, la amistad y
ciertos recuerdos del pasado, parece ser el único habanero ajeno a la
fiesta, el exclusivo conocedor de que “como toda epifanía, aquella
tendría vida limitada”.
La
narración, escrita con una prosa precisa y matizada en la que hay
espacio para la ironía, resulta sumamente entretenida. Pero no estamos
ante una insustancial novela policial, porque el género se utiliza para
criticar de forma acerba a la isla, tomando como prototipo su capital.
Nada
queda impune en el ajuste de cuentas. Padura reprueba la falta de
valores de la alta sociedad republicana, encarnada en el joven Yarini y
en Saborit; pero también enjuicia la mezquindad y la corrupción del
Régimen, personificado en el patético opresor Reynaldo Quevedo el
Abominable, inquisidor cruel y falsario infame. Y censura la torpeza
intelectual de una masa miserable, idiotizada por la escasez y por la
acumulación de desdichas.
Personas
decentes es literatura comprometida porque revela la represión brutal
de miles de cubanos por tratar de practicar su religión, su arte, su
ideario político, porque muestra cómo se asesina una reputación; y
porque revela cómo se repite la historia, para desgracia de todos.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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