Giorgia Meloni terá que decidir se governa para os eleitores de seu partido ou para todos os italianos. No primeiro caso, seria uma má notícia para todos; no segundo, só para os fiéis do Fratelli d'Italia. Jorge del Palacio para Letras Libres:
Fratelli
d’Italia tiene su origen en una escisión del Popolo della Libertà, el
partido fundado en 2008 por Silvio Berlusconi y Gianfranco Fini a través
de la fusión de sus respectivos partidos: Forza Italia y Alleanza
Nazionale. Esta escisión fue liderada por Giorgia Meloni en diciembre de
2012. Hoy flamante ganadora de las elecciones italianas de 2023,
entonces prometedora Ministra de la Juventud en el IV Gobierno
Berlusconi (2008-2011). El origen de la escisión que lleva a la
fundación de Fratelli d’Italia fue la promesa de Berlusconi de convocar
elecciones primarias en diciembre de 2012 para elegir a un nuevo líder
del PdL. El partido necesitaba un nuevo liderazgo capaz de canalizar la
vida de la organización, marcada por la conflictividad entre las
distintas almas del partido. Y, sobre todo, desvincular la suerte del
principal partido de la derecha de los escándalos personales y los
problemas judiciales de Berlusconi. Sin embargo, Berlusconi no cumplió
su promesa y sucumbió a la tentación de volver a ser el candidato del
PdL en las elecciones de 2013. Se presentó al frente de una coalición de
centroderecha que también incorporaba a FdI en las elecciones que
marcaron un antes y un después en la competición política de la Segunda
República por la irrupción del M5S. El nuevo partido de Meloni solo
obtuvo el 1,96% de los votos, mientras que la coalición alcanzó el
29,18%.
Durante
la última fase de la XVII Legislatura (2011-2013), el grupo liderado
por Giorgia Meloni mostró abiertamente su carácter crítico con el apoyo
que el PdL de Berlusconi dio al gobierno tecnocrático y europeísta de
Mario Monti en colaboración con el PD. En este sentido, a la luz de la
continuidad de la colaboración entre Berlusconi y el nuevo PD de Renzi
después de las elecciones de 2013 –que encuentra su punto culminante en
la firma del citado “Pacto del Nazareno” en 2014–, distintos grupos
pertenecientes a la diáspora de Alleanza Nazionale dieron cauce a una
serie de negociaciones para reorganizar un espacio autónomo que diese
continuidad política a la tradición postfascista. Este impulso, con
Gianfranco Fini retirado de la política, culminó en la celebración del
primer congreso nacional de Fratelli d’Italia, celebrado en marzo de
2014.
A
la hora de analizar la identidad de FdI resulta interesante observar su
relación con el pasado de la tradición posfascista italiana. Como han
hecho notar Daniel Vicente y Jaime Bordel en su libro Salvini y Meloni.
Hijos de la misma rabia (Apostroph, 2021), el nuevo logo de Fratelli
d’Italia adoptado en el primer congreso nacional de 2014 –el mismo en el
que Giorgia Meloni fue elegida secretaria del partido– incorporó la
llama tricolor del Movimiento Social Italiano (MSI). Se trata de un
detalle relevante dado que la llama tricolor estuvo ausente en el primer
logo que el FdI se dio en el periodo 2012-2014. Del mismo modo, el logo
de Fratelli d’Italia del periodo 2014-2017 siguió incorporando la
referencia a Alleanza Nazionale junto al nuevo nombre. Pero a partir de
2017 esta referencia desaparece del símbolo del partido. De este modo,
Fratelli d’Italia subrayaba la voluntad de vincularse a la memoria del
MSI y desvincularse de la etapa liderada por Gianfranco Fini, a quien
Giorgia Meloni consideró un traidor a la derecha posfascista por llevar
demasiado lejos la transformación de AN en una fuerza
liberal-conservadora.
En
el plano ideológico, el lema elegido para presidir el congreso de 2014
fue “En el nombre del pueblo soberano”, indicando que la vía ideológica a
recorrer por el partido liderado por Giorgia Meloni era la derecha
radical de corte populista y soberanista que estaba abriéndose paso en
Europa en el contexto de la crisis económica desatada en 2008. En este
punto, con la incorporación de la Lega de Matteo Salvini y Fratelli
d’Italia de Giorgia Meloni al mundo de la derecha radical populista
europea se abrió un espacio de acercamiento, diálogo y colaboración
entre ambos partidos. Un hecho que hubiese sido imposible en el pasado.
Sin embargo, con la lepenización de la Lega de Salvini y la consiguiente
desaparición de su programa independentista en clave padana, origen de
los principales conflictos entre Bossi y Fini en el periodo 1994-2013,
en el periodo 2013-2018 emerge una relación dialéctica de competición y
colaboración entre ambos partidos en el ejercicio de oposición al
gobierno del PD en las horas más bajas de Berlusconi. Sobre todo en
torno a temas estrella para la nueva derecha soberanista como la
seguridad, la inmigración, la cuestión social y la defensa de la
soberanía nacional frente a las instituciones internacionales.
No
obstante las semejanzas con la nueva Lega de Salvini, Fratelli d’Italia
ha presentado una mayor coherencia programática con su historia, así
como ha hecho gala de una preocupación más acentuada por la elaboración
ideológica de su discurso. De hecho, la posición soberanista e
identitaria de FdI, que otorga un valor central a los conceptos de
“patriotismo”, “patriota” e “italianidad”, hasta el punto de subordinar a
los mismos todo el desarrollo y articulación programática, sintoniza
mejor con la cultura política que inspiraba al Movimiento Social
Italiano que con la de Alleanza Nazionale. El nacionalismo radical del
MSI iba de la mano de una posición crítica con la cultura capitalista,
individualista y universalista que simbolizaba el mundo occidental
representado por los Estados Unidos en la Guerra Fría. Posición que fue
matizada, cuando no superada, en el proceso de transformación del MSI en
Alleanza Nazionale bajo el liderazgo de Gianfranco Fini.
En
el segundo congreso nacional del partido, celebrado en Trieste en 2017,
una ciudad simbólica para la unidad nacional italiana, Fratelli
d’Italia aprobó el documento ideológico “Tesis de Trieste”. En el
documento, el epígrafe titulado “Una filosofía de la identidad” ofrece
un resumen de la idea de política como ejercicio de restauración del
valor de la “patria” y el “patriotismo” que caracteriza el discurso de
Giorgia Meloni. Sin renunciar, debe subrayarse, al anticomunismo. Tal y
como la vinculación con Trieste y su historia –indisociable de la
política de la Yugoslavia de Tito y el PCI de Togliatti en la segunda
posguerra– simboliza en términos soberanistas.
A
pesar de que el PdL fue armonizando su discurso con la retórica
identitaria y populista de la derecha radical que emerge en Europa a
partir de la crisis de 2008, lo cierto es que la posibilidad del partido
de Berlusconi de hacer creíble la retórica contra el establishment y
las llamadas “élites globalistas” se vio progresivamente comprometida.
En el plano biográfico, por su condición de empresario. En el plano
nacional, por la colaboración con el PD que cerraba el paso a su clásico
discurso de asimilación entre el PCI y el PD. En el plano
internacional, por su pertenencia al Partido Popular Europeo, lo que
deslegitimaba sus coqueteos con posiciones críticas con la UE.
En
cambio, ni la nueva Lega de Salvini ni Fratelli d’Italia de Giorgia
Meloni se han visto limitados por la carga de una herencia semejante
para jugar la carta del populismo soberanista al que el M5S había
abierto camino con su victoria en las elecciones de 2013. Ambos partidos
tomaron el testigo del PdL de Berlusconi radicalizando su discurso
sobre la defensa del pueblo italiano en clave civilizacional, así como
forjando alianzas internacionales con líderes de países como Rusia,
Polonia o Hungría, que han hecho de la crítica al liberalismo y el
pluralismo de matriz occidental el núcleo duro de sus discursos.
En
las elecciones de 2018 fue Salvini quien recogió el testigo de
Berlusconi como líder de la derecha italiana y las elecciones de 2023
han nombrado a Giorgia Meloni para cumplir ese papel, tras capitalizar
la oposición al gobierno Draghi, tal y como en 2013 el M5S capitalizó
representar la oposición al gobierno Monti. El reto de Meloni será, por
un lado, el mismo que tuvo que afrontar Berlusconi en el pasado:
armonizar las distintas culturas políticas de la derecha italiana y
darles un sentido político positivo. Y la complicada vida del
centroderecha italiano en la Segunda República anuncia que no será una
tarea fácil. En su caso particular, Meloni tendrá que decidir si
gobierna para los votantes de su partido o si gobierna para todos los
italianos. La primera sería una mala noticia para todos, la segunda solo
para los fieles de Fratelli d’Italia.
Jorge del Palacio es
profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Rey
Juan Carlos. Es coeditor de Geografía del populismo. Un viaje desde los
orígenes del populismo hasta Trump. (Tecnos, 2017)
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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