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Agustín Serrano publica livro que reconstroi a passagem da pensadora alemã à Espanha em 1941, fugindo dos nazistas. José Lasaga Medina para The Objective:
Es
más que probable que Hannah Arendt nunca hubiera venido a España, y
menos en 1941, si no hubiera sido por culpa de los nazis. Este hecho
incuestionable para cualquiera que conozca algo de la vida de Arendt,
está en el origen del libro de Agustín Serrano de Haro, Arendt y España,
recientemente aparecido en la editorial Trotta. El ensayo parte de la
reconstrucción del viaje que la pensadora alemana y su marido, el
activista excomunista Heinrich Blücher, hicieron por la península para
llegar desde Portbou, lugar por el que se internaron en la España
franquista, hasta Lisboa, donde tenían que tomar un barco que les
trasladara a Nueva York, gracias a unos visados especiales que habían
conseguido en Marsella. Arendt siguió los pasos, pocos días después, de
su amigo Walter Benjamin.
Retenido en la frontera a la espera de algunas comprobaciones, al
parecer, decidió suicidarse esa misma noche en una pensión de Portbou.
Ella portaba en su equipaje una de las dos copias existentes de las
Tesis de filosofía de la historia.
El
relato construido por Serrano, en cierta medida hipotético por la
ausencia de datos directos, no deja de ser perfectamente verosímil. Nos
acerca así a una peripecia que la mayoría de las buenas biografías que
hay sobre la pensadora judía, despachan en una frase: la pareja tomo un
tren en Portbou y se bajaron en Lisboa. Pero dicho tren nunca existió y
menos en 1941, fecha en que estaban muy presentes las huellas de la
reciente guerra civil.
El
libro reconstruye las huellas no solo de aquella diagonal que de tren
en tren, con largas paradas en estaciones atestadas, tuvieron que hacer
para llegar a Lisboa, sino otras huellas, estas intelectuales, que la
reciente historia de España, su guerra civil, ya mencionada, y su
secuela de la dictadura resultante, dejan en su obra. Arendt se hace eco
de la guerra recién terminada a través de algunos comentarios muy
concretos sobre la intervención de las Brigadas Internacionales o la
denuncia de la barbarie fascista en Mallorca de la que tiene noticia por
la lectura de Los grandes cementerios bajo la luna (1938) de George
Bernanos. También discute si el régimen dictatorial del general Franco
era o no de naturaleza totalitaria.
Coincidencias y diferencias con Ortega
Totalitarismo
es hoy un término lo suficientemente elástico como para que pueda
significar muchas cosas, en parte, por el éxito, precisamente, de Los
orígenes del totalitarismo (1951). Usado en sentido lato puede equivaler
a una tiranía atroz capaz de imponerse por el terror. Pero hay que
tener presente que cuando Arendt escribió su ensayo lo hizo con la
intención de presentar una forma política que concebía como
absolutamente nueva y diferente de todas las que la humanidad había
experimentado. Solo el nazismo y el estalinismo, en intervalos de tiempo
muy precisos, fueron configuraciones totalitarias de poder porque
satisfacían ciertas condiciones, como un uso peculiar del terror basado
en campos de concentración, de la ideología y de los instrumentos del
Estado. No puedo entrar en el fondo de la cuestión pero me ha parecido
conveniente mencionar ese argumento para justificar el hecho de que
Arendt no calificara la dictadura de Franco de «totalitaria», como
tampoco lo hiciera con el fascismo de Mussolini. Serrano dedica unas
bien pensadas páginas a exponer los argumentos arendtianos que permiten
distinguir las tiranías, por crueles que sean, de los movimientos
totalitarios.
Merece
una mención especial el comentario que dedica el autor a la noción de
«masas» y su papel en las políticas del siglo XX en Ortega y Gasset y
Arendt, a partir del hecho de que La rebelión de las masas (1930),
traducida al inglés dos años después, sea citada en la bibliografía de
Los orígenes... Serrano rastrea las coincidencias y diferencias –de
hecho habla de «afinidad divergente»—en las reflexiones de ambos
autores. Arendt se sirve del concepto acuñado por Ortega de
«hombre-masa», pero sus masas no se definen por oposición a una «minoría
selecta». Ortega hizo un análisis impresionista de lo que estaba a
punto de ocurrir en una Europa que no había podido superar la
destrucción del viejo equilibrio político de naciones y dinastías y
trazó el perfil del ¨hombre nuevo» que no estaba dispuesto a vivir bajo
ninguna disciplina. Arendt escribe cuando la tormenta y su estela de
destrucción han pasado y elabora una sociología política del hombre-masa
con la sabia pretensión de que seamos capaces de reconocerlo cuando
otras circunstancias puedan propiciar su intervención en política.
Agustín
Serrano consigue convertir la mención sobre temas españoles que halla
en los textos de Arendt, mínima en ocasiones, en un punto de partida
para reflexionar sobre algún tema central de la vasta obra de nuestra
pensadora política. Un ejemplo: del hecho, poco conocido, de que Hannah
Arendt coincidió en la primavera de 1959 con Fidel Castro en la
Universidad de Princeton cuando este fue invitado a dar una conferencia
sobre su experiencia política en Cuba –había derrocado la dictadura de
Batista y tomado el poder pocos mese antes—Serrano, además de contar el
episodio, reconstruye los modelos de revolución que poco después iba a
exponer Arendt ante sus estudiantes de Princeton y más tarde publicar
como On revolution (1963).
Ayuda a los republicanos exiliados
Vuelvo
al principio. Era improbable que una judía asimilada de Königsberg
–aunque nacida en Hannover—que aprendió griego a los 18 años y se formó
en la filosofía alemana con un Heidegger que despreciaba la cultura
latina porque, entre otras cosas, había vulgarizado la pureza filosófica
griega, digo que era improbable que se hubiera sentido atraída por los
maestros del Barroco español o por buscar raíces de su pasado en el
Toledo de las tres culturas. Y sin embargo el destino quiso que pasara
unas semanas de su vida en España y que eso le dejara poso suficiente
como para que muchos años después, cuando ya era una reputada académica,
asumiera la dirección ejecutiva de la Spanish Refugee Aid, una
asociación de ayuda a los exiliados republicanos no comunistas. El
cargo, que ejerció durante siete años, no era honorifico sino que
conllevaba trabajo y responsabilidades.
Este
y otros sucesos poco conocidos en la vida de Arendt encontrará el
lector en este libro; incluida, al final, una reflexión sobre nuestra
actualidad, La promesa de la política y la democracia española, en la
que el autor afina un diagnóstico sobre nuestro confuso presente a medio
camino entre la «promesa incierta» que es siempre la política para
Arendt y la responsabilidad ineludible de «cuidar el mundo compartido».
Postado há 2 weeks ago por Orlando Tambosi
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