Os ritos orgiásticos, pouco conhecidos por seu estatuto misterioso, podiam implicar a manipulação de objetos sob formas sexuais durante práticas extáticas. Christian-Georges Schwentzel para The Objective:
Las
orgías evocan imágenes de la antigüedad grecorromana, gracias a las
películas más o menos eróticas protagonizadas por emperadores
libertinos, o al Satiricón
de Fellini. El término se utiliza hoy para describir todo tipo de
excesos. La orgía nos parece una celebración absoluta de los placeres de
la carne en una sociedad antigua que habría estado libre de toda
atadura moral.
Pero ¿cuál era la realidad?
De orgia a orgía
La palabra procede del griego orgia.
Se refiere a los ritos realizados en honor de deidades como Dioniso,
cuyo culto celebraba la regeneración de la naturaleza. Estos cultos se
conocían como «cultos de misterio», es decir, estaban reservados a
hombres y mujeres iniciados que se habían comprometido previamente a no
divulgar sus secretos.
La
palabra orgia evoca una idea de excitación y pasión. Los ritos
orgiásticos, poco conocidos a causa de su estatuto misterioso, podrían
haber implicado la manipulación de objetos bajo formas sexuales durante
prácticas extáticas y violentas cuyo objetivo habría sido buscar la embriaguez colectiva.
Sin
embargo, no fue hasta finales del siglo XVIII y el XIX, sobre todo en
la literatura francesa, cuando el término orgía pasó a referirse a
prácticas sexuales en grupo, la mayoría de las veces asociadas a excesos
en la bebida y la comida. Flaubert evoca, en su cuento Smarh, de 1839,
«una fiesta nocturna, una orgía toda llena de mujeres desnudas, bellas
como Venus».
Prostitutas… y pescado
Sin
embargo, la orgía como evento no era un invento moderno. Los banquetes
que combinaban placeres gustativos y eróticos están bien documentados en
textos antiguos. En el siglo IV a. e. c., por ejemplo, el orador griego
Esquines, en su alegato contra Timarco,
acusaba a su enemigo de haberse entregado a «los más vergonzosos
placeres voluptuosos» y a «todas las cosas con las que un hombre libre y
noble no debe dejarse abrumar».
¿Cuáles
son esos placeres prohibidos? Timarco invita a su casa a flautistas y
otras mujeres venales y se sienta con ellas. Hay que señalar que las
flautistas no son aquí meras artistas, convocadas sólo por su talento
musical, sino también jóvenes prostitutas susceptibles de satisfacer las
exigencias sexuales de los invitados.
Al igual que la contratación de cortesanas,
el consumo de pescado muy caro era objeto de especial atención por
parte de los oradores del siglo IV a. C. Demóstenes combina estas dos
facetas del libertinaje en su alegato Sobre la falsa Embajada.
En
el año 346 a. C., la ciudad de Atenas había enviado embajadores al rey
Filipo II de Macedonia, que amenazaba militarmente a Grecia. Pero el
soberano había corrompido a algunos de los enviados atenienses para que
apoyaran sus ambiciones imperiales.
Uno
de los embajadores, comprado por el rey de Macedonia, es acusado por
Demóstenes de haber despilfarrado ese dinero mal habido adquiriendo
«prostitutas y pescado». Un doble delito de gula tanto sexual como alimenticia.
El libertinaje romano
Los
historiadores romanos también describen suntuosos banquetes, en los que
se combinaban sexo y comida. En la década de los 80 a. C., el dictador
Sila habría sido el primer dirigente político de Roma en organizar
fiestas sexuales. Se dice que importó el modelo del oriente griego,
donde había dirigido una campaña militar. Sila empezaba a beber por la
mañana con actrices, músicos y mimos, relata Plutarco.
La coreografía
lasciva era una actividad complementaria que practicaban las
cortesanas, al igual que no era infrecuente que las prostitutas
trabajaran como mimos. Se retorcían, a veces simulando actos sexuales.
El
historiador latino Suetonio presenta a Tiberio como la personificación
del emperador libertino. En su palacio de Capri organizaba atrevidos
espectáculos pornográficos. Había reclutado a una troupe de jóvenes
actores que, ante sus propios ojos, se entregaban a los acoplamientos
conocidos como spintriae. Un término latino, muy probablemente formado a
partir del griego sphinktèr («ano»), que evoca sodomía en serie.
Se
dice que Calígula, sucesor de Tiberio, se acostaba con sus hermanas a
la vista de sus invitados. Incestuoso y exhibicionista, transgredió así
dos prohibiciones al mismo tiempo. También mostró a su esposa Cesonia a
caballo, vestida de guerrera o desnuda. Se dice que la cómplice de su
marido, la emperatriz, disfrutaba especialmente de estas sesiones especiales, porque «se perdía en el libertinaje y el vicio».
Unos
veinte años más tarde, el emperador Nerón «hacía que sus fiestas
durasen desde el mediodía hasta la medianoche», escribió Suetonio. Todos los sentidos tenían que estar satisfechos
durante estos largos banquetes. Era una sinfonía de comida, música y
cuerpos serviles para ser vistos o acariciados, mientras los esclavos
hacían llover flores del techo de la sala y rociaban perfumes.
Durante uno de los banquetes del emperador Elagabal, hacia el 220, se dice incluso que algunos invitados murieron asfixiados «al no haber podido liberarse», si hemos de creer al autor de Historia Augusta.
Pero estos banquetes no eran más comunes en el Imperio Romano de lo que lo son hoy.
Así
que no debemos equivocarnos sobre el significado de las descripciones
orgiásticas en los escritores antiguos. El objetivo es siempre moral: condenar el «libertinaje» en nombre de la moderación y la templanza.
La denuncia cristiana
La cristianización del Imperio Romano no hizo sino reforzar esta perspectiva moral. Un buen ejemplo se encuentra en la obra de San Agustín (Sermón por la decapitación de Juan el Bautista).
La
evocación del banquete de Herodes Antipas, gobernador de Galilea, y sus
montones de vituallas subraya la glotonería de los invitados. A esto se
añade la idea de que la lujuria es obra de Satanás. Antipas pide a su
sobrina nieta Salomé que baile.
Tras exhibir sus pechos en su frenética coreografía, la malvada
muchacha exige la cabeza de San Juan Bautista servida en una bandeja
como pago por sus encantos.
De Roma a Babilonia
Apartándose de estos textos antiguos, la película de Damien Chazelle Babylon (2022) muestra una enorme escena de orgía sin adoptar claramente una postura de condena moral.
Esta
es quizás una de las razones por las que su recepción ha sido tan
variada, con críticos que denuncian la película como escandalosa y
admiradores que la alaban como una milagrosa «orgía visual».
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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