BLOG ORLANDO TAMBOSI
Sem deixar de ser um romance, 'Rayuela' (no Brasil. "Jogo da Amarelinha") é um imenso livro de contos, um romance de contos imensos que seguem vivos. J. J. Armas Marcelo para El Cultural:
Los cuentos de Cortázar
encierran un licor intelectual muy adictivo que obliga al lector
avisado a volver sobre sus pasos y regresar una y otra vez a la lectura
de las mismas escrituras. Esas escrituras encierran igualmente enigmas
abiertos que el escritor deja al sentido del lector y que permite a este
participar de un diálogo mental con el escritor del cuento.
Se
da como cierto que Rayuela es una novela y así está considerada por los
lectores y los críticos y estudiosos de la obra del escritor argentino.
¿Y si no lo fuera? ¿Y si Rayuela fuera parte del juego más importante
de Cortázar y escondiera una colección de cuentos interminables que
giran como un trompo en torno a la misma historia que se relata?
No
es por llevarle la contraria al mundo que más sabe sobre Cortázar, pero
sigo pensando cada vez más que en Rayuela hay más que una novela, que
hay otra lectura escondida en la novela y que ese juego forma parte del
placer en el que se encuentran el texto, el escritor del texto y el
lector: cuentos y relatos en torno a los mismos personajes y las mismas
historias, con tramas y argumentos que son uno y múltiple, en un trabajo
de espejos que el lector debe descubrir preguntándole a cada capítulo
cuál es su verdadero lugar en la novela…
Por
eso siempre digo, cuando me lo preguntan, que Rayuela, sin dejar de ser
una novela —nada tradicional, por cierto— es un inmenso libro de
cuentos, una novela de cuentos inmensos que siguen vivos y a los que nos
se les ve ninguna costura de vejez en ninguno de sus capítulos. Al
contrario, sus inventos parece que llegan, en muchos casos, del porvenir
que solo el autor vislumbra en su propio pasado y en su sabiduría de
escritor literario.
Todo
esto, claró está, es para discutirlo entre lectores de la novela y de
los cuentos de Cortázar. Sólo digo una vez más que sus textos son
adictivos como el alcohol o los estupefacientes y el lector —quiero
decir el lector de verdad, el que lee literatura por costumbre todos los
días— viene obligado a volver al viaje fantástico de la lectura.
Mi
cuento favorito escrito por Cortázar es “Continuidad de los parques”.
Es un relato corto pero lleno de sustancia y talento literarios en donde
el lector debe dilucidar al final de su lectura quién es el asesino. En
el relato, el lector está leyendo su propio asesinato: lee cómo lo van a
matar y lee cómo lo matan. ¿Es el lector del cuento un paranoico, es un
suicida que se mata mientras lee, quién entonces lo mata?
Hay
otro cuento de Cortázar, entre otros muchos parecidos en talento
intelectual, deslumbrante, lleno de belleza imaginativa y verbal: “Casa
tomada”. El lector del relato lee cómo el protagonista del mismo se va
dando cuenta de que están invadiendo poco a poco su casa, la casa en la
que vive, sin que él pueda hacer nada por evitarlo. El protagonista no
grita, no pide auxilio, no hace gran cosa por liberarse del peligro que
está inundándolo todo. ¿Quiénes son los invasores, qué tipo de
personajes son los soldados o fantasmas de la cabeza que toman la casa
del protagonista?
En los dos relatos está la huella perenne de Edgar Allan Poe. Cortázar conocía muy profundamente la literatura de Poe porque lo tradujo para la Revista de Occidente de Ortega y Gasset a pedido de Francisco Ayala
cuando este vivía todavía exiliado en Puerto Rico. Cortázar conocía,
pues, el sinuoso y fantástico terror del poeta Poe y lo traslada a
algunos de sus relatos (lean “El ídolo de las Cícladas”, por ejemplo)
con una sutileza intelectual y una suavidad que no encubre su tremenda
profundidad literaria.
Tengo
para mí que el ejército invasor (o el invasor único y múltiple a la vez
que va tomando la casa durante el relato) es la figura revoltosa y al
mismo tiempo llena de silencios que traducen los fantasmas cerebrales
del terror del protagonista.
Otro
enigma subyace tras el punto final de “Continuidad de los parques”. Esa
interrogación hipnotiza al lector del relato —no al que lee su muerte,
sino el lector que somos, que leemos igualmente la muerte del
protagonista-lector— y lo obliga a leer adictivo, una y otra vez, el
relato de Cortázar. Tengo para mí desde hace mucho tiempo que en ese
relato, suavemente Poe como ya he dicho, hay un oculto homenaje
literario de Cortázar a Agatha Christie, la gran escritora de novelas policíacas que están tan vivas como los cuentos del argentino.
La
clave para poder resolver este relato, el enigma que nos propone el
autor, puede estar en la clave que siempre resolvía los relatos de
Aghata Christie. Relean el cuento de Cortázar. Piensen en alguna novela
de Aghata Christie. Dense cuenta que cuando el asesino entra a la casa
del hombre que lee y él va a matar, el perro no ladra. De modo que no es
un invasor, sino una persona conocida. En fin, ahí está la llave.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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