Sem dúvida os mamíferos viemos a esse mundo a sofrer, mas os cavalos de corrida, os touros de lidia e as meninas do Animal Rebellion não são os que passam o pior. Fernando Savater para The Objective:
El Derby de Epsom ha sido y sigue siendo la carrera de caballos
más célebre de Inglaterra, aunque a comienzos del siglo pasado el
número de espectadores que asistían a la prueba era mucho mayor que
ahora (hoy se compensa la diferencia por la retransmisión televisada a
todo el mundo). Nada menos que medio millón de aficionados ( entre los
cuales estaban los Reyes) fueron a Epsom el 4 de junio de 1913 para
asistir a la disputa del Derby, que resultó uno de los mas polémicos de
su historia bicentenaria. En efecto, caso único, el ganador, Craganour,
fue distanciado y sustituido por el segundo clasificado, Aboyeur. No
entro en detalles del desaguisado porque la mayoría de ustedes no lo
iban a entender y la minoría entusiasta capaz de hacerlo ya está al
tanto del asunto. Además el acontecimiento verdaderamente escandaloso
que puede interesarles no ocurrió en la meta sino bastante antes, en
Tattenham Corner, la decisiva curva que precede a la recta final. Fue
allí donde una sufragista de cuarenta años, Emily Davison, salió a la
pista al paso de la carrera y fue atropellada por Anmer, el mismísimo
caballo de Jorge V. Resultado: Anmer cayó despatarrado en la pista, su
jinete Herbert Jones sufrió contusiones y Emily… ay, Emily Davison
recibió un tremendo golpe que le fracturó el cráneo. Fue hospitalizada y
murió cuatro días después en el hospital de Epsom.
¿Qué
motivó la conducta de la sufragista? Davison pertenecía al Women`s
Social and Political Union (WSPU) , movimiento encabezado por Emmeline
Pankhurst, que luchaba por algo tan razonable como conseguir el derecho a
voto de las mujeres, es decir su ciudadanía. Davison era una militante
muy radical, había sido detenida en numerosas ocasiones y no prescindía
llegado el caso de recurrir a gestos violentos. Lo que pretendió
probablemente aquel día en Epsom no fue ni mucho menos suicidarse (había
sacado billete de vuelta en el tren y pensaba asistir por la noche a un
baile sufragista)) sino ponerle un pañuelo con los colores morado,
verde y blanco (la bandera de la WSPU) a algún caballo. Anmer, que iba
un poco retrasado, no pudo esquivarla y la arrolló. Su funeral fue una
gran manifestación feminista y está enterrada en la iglesia de Saint
Mary, bajo una lápida con su valiente lema: «Hechos, no palabras». Su
sacrificio hizo un converso inesperado: Herbert Jones, el jinete del
Rey, que años mas tarde –cuando falleció Emmeline Pankhurst- envió una
corona en su honor «y en el de la señorita Emily Davison». Cinco años
después de la muerte de Emiliy las mujeres inglesas consiguieron el
derecho al voto, aunque solo para las mayores de treinta años (los
hombres votaban a los veintiuno). La historia de aquellas sufragistas se
cuenta en la película del mismo título (2015) en la que Meryl Streep
interpreta a Emmeline Pankhurst y Natalie Press a Emily Davison.
Este
año también hubo mujeres manifestándose en la venerable pista de Epsom,
aunque sin ninguna consecuencia trágica. Sólo retrasaron un poco el
comienzo de la gran carrera, que algunos anhelábamos ver desde hacía ya
dos años de aislamientos, cuarentenas y prohibiciones. En ese momento yo
centraba mis prismáticos en los cajones de salida y los caballos que
iban entrando en ellos, cuando un griterío de poco tono hípico reclamó
mi atención sobre un tramo de la pista cerca de la meta. Allí se habían
tendido unas cuantas mujeres jóvenes, agitando de modo tentador muslos y
piernas envidiables. Desde luego las manifestantes de 1913 iban
vestidas de modo mas recatado, aunque no seré yo quien lamente el
cambio. Los temas de su protesta, sin embargo, merecen menos respeto.
Pertenecían al grupo Animal Rebellion (¿en la granja de Orwell?) y
llevaban unas fajas con la leyenda «Justicia animal». Un lema tan
inteligente como aquel de «equitación protestante» que propuso
irónicamente Borges. Y eso en el marco espléndido donde se exhiben
algunos de los animales de vida mas mimada y mas gloriosa del mundo. Sin
duda todos los mamíferos hemos venido a este mundo a sufrir, pero los
caballos de carreras, los toros de lidia
y las chicas de Animal Rebellion no son de los que lo pasan peor. Los
ceremoniosos policías británicos, varios de sexo femenino, se llevaron
en volandas a las volatineras, que recibieron aplausos de algunos
guasones. Seguro que no fueron a ningún calabozo heteropatriarcal. Y los
demás, caballos incluidos, pudimos disfrutar por fin de nuestro Derby.
Pero yo recordé a Emily Wilding Davison, nacida en una familia numerosa y
modesta, que pudo estudiar gracias a una beca ganada con su mérito (sí,
mérito, so bobos), que a trompicones se formó en biología, química,
lengua y literatura, que no pudo titularse por ser mujer aunque su
centro de estudios le dio una distinción especial. Que fue nueve veces
encarcelada por defender sus ideas políticas, que hizo muchas huelgas de
hambre y que padeció contusiones en la cárcel por oponerse a ser
alimentada a la fuerza. Que murió sin querer en Epsom, como yo quisiera.
Emily Davison fue una humanista que luchó por la ciudadanía
incivilmente secuestrada de la mitad de la humanidad. A los animalitos
seguro que les tenía afecto, incluso al torpe Anmer, pero no los
confundía con sus congéneres.
BLOG ORLANDO TAMBOSI

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