O jornalista que revelou a identidade da filha oculta do Prêmio Nobel Gabriel Carcía Márquez relata como descobriu e comprovou a história com a ajuda do biógrafo do escritor. Gustavo Tatis Guerra para o El País:
El
nombre de Indira Cato estuvo dándome vueltas durante muchos años. El
día de la muerte de Gabriel García Márquez (1927-2014), aquel
mediodía de Jueves Santo, en aquel abril de luz brillante y aciago en
augurios cerca al mar de San Antero, alguien aludió el rumor aún no confirmado de que el autor de Cien años de soledad había dejado una hija, y era un secreto guardado.
El
rumor había llegado desde México hasta el Caribe, y había entrado
sigilosamente como un viento inesperado en el apartamento de Madrid del
biógrafo de Gabo, Dasso Saldívar, el autor de El viaje a la semilla, y
a la casa de Gerald Martin en Londres, y a nuestra casa de Cartagena de
Indias. Es un rumor que volvió a despertarse con recelo en los
funerales del escritor en el Palacio de las Bellas Artes, y quedó
aleteando como un viento que abría y cerraba puertas, sin traer razones
creíbles ni noticias verificables.
Dasso
me confesó que, ante los rumores, un biógrafo está en el deber de
escudriñar y descifrar hasta comprobar el origen y veracidad de las
voces sueltas. Gerald Martin tuvo la sospecha desde que empezó todo, hace más de 30 años.
Y se convenció de la realidad hace solo 10 años. Era un secreto que
nadie se atrevía a nombrar, ni siquiera los más allegados a García
Márquez, su familia, sus hermanos y sus amigos. Con Dasso sostuvimos
desde 2019 un diálogo que se convirtió en un pacto secreto para
rastrear el destino de aquella niña, probar la noticia y buscar la
mejor manera de contarla. Dasso estuvo de acuerdo desde un principio en
que yo debía contar esa noticia monumental. Fue un desafío abrumador.
Un silencio por respeto a Mercedes Barcha
Dasso Saldívar confirmó la noticia
gracias a Guillermo Angulo, el más viejo de los amigos que le
sobrevive, a los 94 años, con la fresca memoria de cuando conoció al
joven y flacuchento escritor de menos de 30 años, al que se le veían
las ojeras púrpuras de tanto espantar el hambre en París, mientras
escribía la novela del abuelo coronel veterano de la guerra de los Mil
Días, aún había recelos y temores entre los propios hermanos y amigos
en reconocer ese secreto a voces que nadie se atrevía a contar.
Cuando
supe el nombre de labios de Dasso y de su familia en Cartagena de
Indias, Indira Cato resonó en mi corazón como un enigma por resolver.
Cuando les pregunté por Indira a los familiares de Cartagena de Indias,
quedaron enmudecidos, y con el tiempo, ellos mismos me revelaron que
era hija de García Márquez, pero que nadie se atrevía a nombrar esa
relación amorosa entre el escritor y la periodista y cineasta Susana
Cato “por veneración a Mercedes Barcha”.
Aquello
fue un cataclismo emocional para Mercedes y para la familia, pero los
García Márquez apenas supieron de ella, la acogieron con la calidez y
el cariño de ser miembro de la estirpe. Sin embargo, esa acogida
también les generó conflictos con Mercedes. Nada de lo que había
ocurrido podía destronar el esplendor de la epopeya de amor que
Mercedes y Gabo habían forjado a lo largo de 57 años de matrimonio,
pero aquello se convirtió en el secreto mejor guardado del escritor y
su familia.
Dasso
sugirió que eso debía contarse con sutileza y respeto por los seres
humanos y las dos familias. Y recordaba haber sido testigo de una imagen
en la que Gabo cargaba en sus piernas a su pequeña niña. “La sonrisa
de felicidad que tiene Gabo con su niña en las piernas, ¡no la
olvidaré mientras viva!”, me dijo para esa primicia del reportaje en el
diario El Universal de Cartagena. En esas páginas, él se inició de
periodista el 21 de mayo de 1948. El mundo volviendo a sus orígenes.
Susana Cato, aluna de Gabo. |
La alumna de Gabo.
Susana Cato (Ciudad Federal de México, 61 años) se inscribió en el Taller de Guiones que dictaba García Márquez
en la Escuela de Cine San Antonio de los Baños (Cuba). Fue una de las
alumnas más aventajadas de Gabo, cuando propuso argumentos sobre
historias de amor en la escuela de cine. Junto a su maestro y Eliseo
Alberto Diego escribió la serie fílmica Con el amor no se juega
(1991), dirigida por Carlos García Agraz, José Luis García Agraz y
Tomás Gutiérrez Alea. Y también creó el argumento del cortometraje
El espejo de dos lunas, dirigido por Carlos García Agraz, con guion de
García Márquez.
También
junto a Gabo participó en el guion sobre María. Como corresponsal de
la revista Cambio en México, entrevistó a García Márquez y tituló
su reportaje: En Colombia, el escritor no tiene más remedio que cambiar
de oficio. Susana publicó entre 2019 y 2020 dos libros: Ellas. Las
mujeres del 68 (Ediciones Proceso), una serie de entrevistas a mujeres
que vivieron este momento histórico, con prólogo de Elena Poniatowska y
el libro Issir. Retrato hablado de un migrante iraquí (2019)
(Ediciones Proceso).
Indira Cato, a filha. |
El tren de Indira.
El tren vuelve a sacudir los recuerdos. Al ver el documental Llévate mis amores, producido
por Indira Cato, siento que ese tren es el mismo que nos lleva de
Aracataca al corazón de estas mujeres mexicanas que, a lo largo de la
línea férrea, entregan bolsas de comida a los migrantes hambrientos
que se asoman en las ventanillas. Al descubrirlas, la joven productora
de cine Indira Cato fue tras estas mujeres solidarias que daban lo que
no tenían, algo más que comida, por la sonrisa de los migrantes. Supo
que allí estaba la dura película de la vida cotidiana.
Indira
Cato, joven productora de cine, tiene una profunda y coherente visión
social, ética y estética del cine. En 2020 ganó una quincena de
premios con la producción de su primer documental Llévate mis amores
(2014), dirigido por Arturo González Villaseñor, con guion de ambos.
Estudió Literatura Dramática y Teatro en la UNAM. Ha publicado
críticas de cine en la página web Butaca Ancha. Participó con éxito
en la segunda edición de la Muestra Estatal de Cine Coahuila, 2020.
Trabaja en el documental Las hijas del maíz, sobre un grupo de parteras
de Chiapas.
Indira
lleva el apellido de su madre, Susana Cato, y no el de su padre,
Gabriel García Márquez. Las dos han forjado su destino a pulso. Indira
jamás ha reclamado el apellido de su padre, quien no la reconoció
públicamente, pero mantuvo su amorosa paternidad en secreto. Gabo no
escapó al destino de sus ancestros paternos: su padre y su abuelo
adoptaron el apellido materno al no ser reconocidos por sus padres. Los
hermanos Rodrigo y Gonzalo están pendientes de ella, dice Gabriel
Torres García, sobrino de Gabo, quien sostiene que la vida supera toda
ficción: Indira estudió con su sobrino Mateo, hijo de Gonzalo García
Barcha. Gabo, por su parte, estuvo pendiente de ella hasta el final de
su vida. Al elegir un nombre para ella desterró el de Virginia que
rondaba su clarividencia desde los años sesenta y se impuso el de
Indira por Indira Gandhi, a quien conoció en 1983, y fue la primera
jefa de Estado que lo llamó en aquel octubre de 1982 cuando le
anunciaron el Premio Nobel.
Indira
tiene la mirada profunda, las cejas negrísimas de su padre, y la
mirada insondable de quien atraviesa las cosas con solo mirarlas.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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