Numa sociedade livre e de acordo com a lei, não empobrecemos os outros quando prosperamos. Artigo do professor Carlos Rodríguez Braun:
Sally
Rooney es una escritora marxista, consagrada y rica. Como es
políticamente correcta, su triunfo y su fortuna la desconciertan.
Se
declara feliz por tener numerosos lectores y le gusta cobrar mucho por
sus libros. Pero, como le apuntó a «El País», no entiende «por qué yo
tengo que ganar mucho más que personas que realizan trabajos
fundamentales para la sociedad, como mi marido, que es profesor de
matemáticas, o los médicos, enfermeras, limpiadores o repartidores. Es
imposible imaginar dónde estaríamos si todos hubieran dejado de trabajar
y hubieran decidido que iban a ser novelistas». Cree que ella debe
cobrar, pero no tanto como los demás.
Aquí
hay varios equívocos. El primero, implícito, es que está mal cobrar una
fortuna, como si la riqueza tuviera alguna contraindicación. De ahí es
fácil resbalar hacia la falacia de la suma cero, y concluir que como
ella es rica, entonces alguien es pobre. Pero en una sociedad libre en
un marco de leyes, no empobrecemos a los demás cuando prosperamos.
En
segundo lugar, la copiosa remuneración de doña Sally se entiende
pensando precisamente en los demás, porque son ellos quienes la han
hecho rica, comprando libremente sus libros en ese capitalismo que la
escritora aborrece. Esa misma libertad es lo que hace que la mayoría de
los ciudadanos no quieran ser escritores, ni autónomos, ni mucho menos
empresarios, porque son actividades que tienen menos seguridad que la de
los asalariados. La asunción de riesgos y la flexibilidad pueden
conducir a mayores ingresos. O no. Porque la señora Rooney podría haber
mencionado a sus colegas: multitud de escritores viven mal de su
trabajo, o se ganan las habichuelas en otras actividades.
Cuando
declara: «todo debería estar más justamente repartido», identifica
justicia con igualdad impuesta por el poder, peligrosa noción que abre
la puerta a la violación de la libertad individual. ¿Cómo se repartiría
todo «justamente» si no es mediante la voluntad libre de las personas?
Es
entrañable el momento cuando Anatxu Zabalbeascoa le pregunta qué hace
al respecto de su inquietud anticapitalista, y doña Sally responde:
«¿Qué puedo hacer? Cojo el dinero. He pasado épocas sin blanca y ahora
cobro mucho más que la mayoría de las personas. Pero mis opiniones son
las mismas». Keynes subrayaba que cuando él se equivocaba, cambiaba de
opinión. Por dar una idea, digo.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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