Hoje é ampla a tendência de considerar que existe um contínuo entre o sensível e o racional, sendo difícil separá-los. A filósofa Victoria Camps busca iluminar o tema em seu último livro, 'O governo das emoções':
Aunque
hoy se hable mucho de las emociones, este no es un concepto que forme
parte del acervo tradicional de la filosofía. Los filósofos se han
referido mucho a las pasiones, a los sentimientos, a los afectos,
centrales estos últimos en la Ética de Spinoza,
o en el Tratado de Descartes sobre las pasiones, a las que llama
«afecciones del alma». En todos los casos, el término en cuestión evoca
algo que el individuo padece, que le sobreviene, que le afecta y que no
depende de él. El Diccionario de la lengua española dice, tanto de los
sentimientos como de las emociones, que son «estados de ánimo». No es
una definición que aclare gran cosa, pero, cuando menos, establece una
similitud entre el significado de ambos términos, el sentimiento y la
emoción.
Los
psicólogos y los neurólogos afinan algo más y suelen vincular las
emociones y los sentimientos en una secuencia en la que primero se dan
las emociones, las cuales producen o son a su vez síntoma de la
existencia de ciertos sentimientos. «Si las emociones se presentan en el
teatro del cuerpo, los sentimientos se representan en el teatro de la
mente», escribe Damasio.
Uno
se sonroja o se le llenan los ojos de lágrimas, y ello significa que
estamos sintiendo vergüenza o tristeza. Los filósofos, en cambio, se
interesan por las emociones, los sentimientos o las pasiones, desde el
punto de vista de la relación que puedan tener con la razón. Hoy abunda
la tendencia a considerar que existe entre lo sensible y lo racional un
continuo, siendo difícil separarlos. Es la tesis de Ronald de Sousa,
quien defiende que «la función de la razón es llenar los huecos dejados
por la razón pura en la determinación de la acción o creencia». De
opinión parecida es otro estudioso de las emociones, Robert C. Solomon,
que atribuye a las emociones la función normativa y proactiva que
siempre se adjudicó en exclusiva a la razón: «Las emociones son
racionales y propositivas más que irracionales y disruptivas, se parecen
mucho a las acciones, escogemos una emoción como escogemos una línea de
acción». Las emociones no son algo que me ocurre, sino algo que yo
hago.
[…]
El
énfasis puesto en las emociones en la actualidad pretende revertir o,
cuando menos, matizar esa tendencia, mostrando que es simplista y falsa.
Lo hace, sin embargo, con el peligro de despreciar la función de la
razón o de quedarse en el nivel más superficial de lo emotivo. Mi
hipótesis de partida es que la ética no puede prescindir de la parte
afectiva o emotiva del ser humano porque una de sus tareas es,
precisamente, poner orden, organizar y dotar de sentido a los afectos o
las emociones. La ética no ignora la sensibilidad ni se empeña en
reprimirla, lo que pretende es encauzarla en la dirección apropiada.
¿Apropiada para qué? Para aprender a vivir, que es, al mismo tiempo,
aprender a convivir de la mejor manera posible. En el encauzamiento de
las emociones tiene una parte importante la facultad racional, pero no
para eliminar el afecto, sino para darle el sentido que conviene más a
la vida, tanto individual como colectiva. (Ethic).
Este texto es un fragmento de ‘El gobierno de las emociones‘ (Herder), de Victoria Camps
Postado há 2nd October por Orlando Tambosi
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