O historiador britânico afirma, em entrevista a Guillermo Altares, de El País, que "o terror e a crueldade são elementos essenciais como arma de guerra". A verdadeira crise, diz ele, chegará mais ou menos em setembro:
Antony Beevor
(nacido en Londres hace 75 años) se ha convertido en una referencia
para cualquiera que intente comprender la historia militar del siglo XX.
Batalla a batalla —Stalingrado, Berlín, Normandía, las Ardenas o Arnhem—, ha acercado la II Guerra Mundial
a millones de lectores. Su último libro es Rusia. Revolución y guerra
civil 1917-1921 (Crítica, traducción de Gonzalo García). Su publicación
no puede ser más oportuna, en medio de la guerra de Ucrania.
El historiador británico relata la Revolución de febrero de 1917
que acabó con el zarismo, pero también el golpe de Estado bolchevique
de octubre, que desencadenó una guerra civil de un salvajismo atroz en
los dos bandos, que provocó millones de muertos por los combates, el
hambre, los desplazamientos, los saqueos, las masacres. “Europa no había
visto una crueldad tan conspicua, utilizada como arma de terror, desde
las guerras de religión”, escribe. En la página 358 describe al
“aterrador” comandante blanco Andréi Shkuró, “antisemita y sádico”. En
la página 361 se detiene en Saenko, un jefe de la Checa local, “famoso
por su sadismo patológico”. Su especialidad era “el guante”: despellejar
la mano de una pobre víctima mientras aún estaba viva.Más información
Esta
entrevista se realizó esta semana por videoconferencia. Beevor tuvo que
anular una visita Madrid tras contagiarse de coronavirus y llegó a
estar hospitalizado. Ya recuperado, era de nuevo capaz de desplegar su
enciclopédico conocimiento de los momentos más horribles del siglo XX.
Pregunta. Su
libro contiene escenas de una crueldad desatada: torturas, masacres,
asesinatos… ¿Por qué la guerra civil rusa fue tan salvaje?
Respuesta. Es
una cuestión muy importante. Con la guerra en Ucrania en este momento,
es un asunto muy debatido. David Aaronovitch publicó un artículo muy
bueno en The Times en el que planteaba lo que describía como “el
salvajismo sistémico de las tropas rusas”. ¿Y cuál es el origen de esto?
Hay que tener cuidado, obviamente, porque no se puede generalizar sobre
ningún país, y mucho menos uno con tantas nacionalidades como Rusia.
Pero la idea de que la brutalidad rusa en la guerra se remonta a la
invasión mongola del siglo XIII creo que tiene cierta validez. Rusia
siempre se ha sentido amenazada desde el exterior. También es importante
ser conscientes de que el terror y la crueldad
son elementos esenciales como arma de guerra. Vemos esto una y otra
vez. No conocemos todos los detalles, porque muchos de ellos no fueron
registrados, pero nos podemos hacer una idea bastante precisa de lo
brutal que fue la guerra civil rusa. Y no es algo solo del pasado. En
los años noventa cerca de 5.000 reclutas se suicidaban cada año en Rusia
debido a la brutalidad de las novatadas. La cantidad de deserciones en
Ucrania en este momento nos dice mucho sobre lo mal que están siendo
tratados los soldados. También resulta muy significativo el hecho de que
no estén repatriando los cuerpos, los están enterrando o quemando para
ocultar el número de bajas, lo que demuestra un asombroso desprecio
hacia sus propios militares.
Víctimas de la guerra civil rusa en Siberia.
P. ¿Se
pueden trazar paralelismos entre aquella guerra civil y lo que ocurre
actualmente en Ucrania? Por ejemplo, en el asunto de las armas. Entonces
Churchill quiso intervenir directamente o enviar más armamento, pero el Gobierno británico no lo dejó…
R.
Se pueden trazar ciertos paralelismos, por supuesto, pero hay que tener
mucho cuidado. Especialmente porque Putin ha distorsionado
completamente la historia de todas las formas posibles. Putin se está
comportando mucho más como Hitler que como Stalin,
a pesar de su obsesión con que, de alguna manera, esto es una
repetición de la II Guerra Mundial, contra lo que él considera una
especie de Estado fascista. Es una versión totalmente distorsionada del
pasado. Por eso los paralelismos son peligrosos. Es verdad que una de
las lecciones que nos da la historia, por supuesto, es el peligro de
involucrarse en cualquier guerra civil. Pero esto no es una guerra
civil. Es una guerra de Estado a Estado. Insinuar que se trata de una
guerra civil es seguirle el juego a Putin. No creo que Occidente pueda
hacer nada en este momento, más allá de armar a Ucrania. Tendría más
sentido un paralelismo con la guerra civil española y el comité de no
intervención, que, gracias a Dios, ahora no existe. Creo que enviar
armamento a Ucrania es absolutamente vital porque sería gravísimo que se
viese forzada a firmar una paz, que en realidad solo sería un alto el
fuego muy temporal. A Putin le encantaría conseguir un alto el fuego. De
hecho, responde a la vieja idea napoleónica de retirarse para luego
volver a atacar. Y ese es sin duda su plan en caso de que haya una
tregua. Así que Occidente tiene que mantenerse absolutamente firme para
no forzar a Ucrania a negociar, lo que le pondría en desventaja, no solo
dentro de unos meses, sino también dentro de unos años.
P.
Entonces, ¿piensa que la tesis de que es mejor llegar a un acuerdo ante
el desastre que se avecina, por la inflación o por la falta de trigo,
es un error porque Putin volverá a empezar?
R.
No se puede confiar en Putin ni un instante porque ha mentido. Ha roto
todos los acuerdos. Y tiene una obsesión, y no va a parar hasta que
consiga esa obsesión.
P.
Al principio de su libro explica que los zares vivían completamente
ajenos a la realidad y que no tenían la más leve idea de la revolución
que se estaba gestando. ¿Cree que ocurre algo parecido con Putin, que
vive ajeno al mundo que le rodea?
R.
Creo que hay un fuerte elemento de eso. Sospecho que el comienzo de la
guerra representó un shock para Putin, a pesar de que alguna de la gente
que le rodeaba había intentado explicarle la situación de forma más o
menos suave. Putin está obsesionado con el pasado, basta con ver las
imágenes de esa mesa ridículamente grande, las estatuas de los zares. El
mismo hecho de que su palacio en el mar Negro esté lleno de águilas de
dos cabezas. Putin está obsesionado con el antiguo imperio ruso. También
es un snob en muchos sentidos porque todo esto resulta muy paradójico
para alguien que ha repetido hasta la saciedad que el colapso de la
Unión Soviética ha sido la mayor tragedia geopolítica del siglo XX. En
muchos sentidos, parece estar mucho más cercano a la creencia de que, en
realidad, 1917 y la caída del zarismo fue la mayor tragedia de este
siglo. Aunque ha sido inteligente en la forma en que ha logrado jugar
con los dos bandos de la guerra civil rusa, por ejemplo, con la forma en
que repatrió los cuerpos de algunos generales blancos para volver a
enterrarlos en Rusia. Esto conmocionó a muchos miembros del Partido
Comunista y a los que todavía eran leales a la URSS. Pero al mismo
tiempo también ha jugado la otra mano. Aunque básicamente, muchos de sus
instintos estaban con los blancos.
Guardias rojos cerca del cuartel general bolchevique en Petrogrado, durante la guerra civil rusa.
P. ¿Hay algo más peligroso como dice en su libro que subestimar a un personaje como Stalin?
R. Por supuesto, muchos subestimaron a Stalin.
Quiero decir, los que se reunieron con él durante la guerra, como
Churchill, se dieron cuenta muy pronto de lo inteligente que era y
también de que probablemente lo habían subestimado en el pasado. Aunque
quisiera matizar una cosa: ¿qué significa realmente subestimar? Cuando
se habla de 1938 y de Múnich, hay que recordar que el problema con los
británicos y los franceses fue que no solo habían subestimado a Hitler,
sino que subestimaron las ambiciones de Hitler simplemente porque lo
juzgaban desde su propio punto de vista, pensaban que nadie en su sano
juicio querría desatar otra guerra mundial. Pero en 1938 estaba furioso
cuando Chamberlain cedió porque realmente quería una guerra con
Checoslovaquia, y sintió que le habían engañado. Ahora cometimos el
mismo error con Putin porque sentimos que nadie querría una guerra de
Estado a Estado en Europa. Pues bien, deberíamos haber aprendido la
lección de Chechenia y, por supuesto, de Siria e incluso de Libia.
Olvidamos la determinación de Putin de desatar un conflicto siempre que
tenga la oportunidad si eso va a aumentar su poder e influencia. Por eso
creo que el 24 de febrero se produjo una especie de shock cuando se
supo que Putin iba a entrar en guerra. Muy poca gente se había dado
cuenta de que estaba dispuesto a ir a la guerra.
P.
¿Se pueden estudiar la guerra civil rusa y la Revolución sin tener en
cuenta las emociones del presente? Mucha gente sigue rechazando la idea
de que la Revolución de octubre fue en realidad un golpe de Estado de
los bolcheviques…
R.
Bueno, lo que usted llama las emociones son mitos. Y se crearon mitos
muy poderosos porque la propaganda soviética fue muy inteligente en la
forma en que los fomentó. La imagen que tiene la gente del asalto al
Palacio de Invierno está totalmente basada en la película de Eisenstein.
Cuando uno ve cualquier documental en televisión, automáticamente
aparece el asalto al Palacio de Invierno porque es una gran película,
pero es totalmente falsa. No tiene nada que ver con la realidad. Los
otros mitos, por supuesto, eran que los bolcheviques eran todos
desinteresados. La idea de que siempre hubo una especie de jerarquía
privilegiada fue ocultada por la propaganda en los años siguientes. Pero
la razón del énfasis en la Revolución de octubre es que, por supuesto,
en la Revolución de febrero los bolcheviques no jugaron ningún papel. No
esperaban aquella primera revuelta. Stalin estaba en Siberia. Lenin y
otros se encontraban en Zúrich con Trotsky. Nadie lo esperaba. Pero
aquello fue, en cierto modo, la verdadera revolución, porque significó
el derrocamiento del antiguo régimen. Los preparativos para el golpe de
Estado continuaron durante ese otoño. Lenin se dio cuenta, con tremenda
astucia y perspicacia, de que en realidad no era una cuestión de
superioridad numérica. Lo que necesitaba para ganar era la apatía de la mayoría.
.
Reclutamiento para el Ejército rojo durante la guerra civil, en 1918.Slava
P. ¿Fue el terror el principal instrumento de Lenin para controlar el país y hacerse con el poder?
R.
Sí, aunque creo que eso es cierto en cualquier guerra civil. Queipo de
Llano utilizó el terror en Andalucía y los nacionales en todas las zonas
donde se encontraban en minoría. Lenin hizo lo mismo en todos los
lugares donde se enfrentaba a una fuerte oposición, sobre todo en el
sur. Además, quería convertir la I Guerra Mundial, la guerra
imperialista, en una guerra civil internacional. Esa fue la estrategia
desde el principio. Sabía que iba a encontrar mucha oposición y que no
iba a ser posible una toma pacífica del poder.
R.
En su libro no hay ni buenos ni malos, las dos partes se comportan con
una brutalidad difícil de imaginar. Describe a muchos personajes que son
sádicos, que disfrutan torturando y asesinando. ¿Una guerra civil
convierte a personas normales en monstruos o realmente los monstruos
salen a la luz en las guerras?
R.
Me temo que eso suele suceder siempre en los momentos de grandes
crisis. Siempre se dice que la escoria llega a la cima en esos periodos.
La guerra civil fue tan intensa y cruel que los generales más brutales
tienden a llegar a la cima. No hubo mucha humanidad en ninguno de los
bandos. Pero el deber del historiador es tratar de retratar las cosas
con la mayor precisión posible y dejar los juicios morales al lector.
Tanto los blancos como los rojos cometieron tantas atrocidades que
realmente no quedaba nada de humanidad.
P.
Al leer su libro, uno tiene la impresión de que los blancos estuvieron a
punto de ganar la guerra civil rusa, que los bolcheviques pudieron
perfectamente haber perdido. ¿Fue así?
R.
Bueno, solo habrían podido ganarla si hubiesen hecho ciertas
concesiones, olvidando las grandes obsesiones imperialistas rusas y
construyendo una alianza con los polacos, los finlandeses y los
estonios. Entonces sí que habrían tenido realmente una oportunidad. Pero
para exasperación de Winston Churchill, trataron a los estonios con
mucha arrogancia, y también a los polacos y a los finlandeses. No fueron
capaces de articular una alianza internacional que les hubiera dado
suficiente apoyo para haber tenido la posibilidad de derrotar a los
bolcheviques. Aunque los rojos gozaban de una enorme ventaja, por
supuesto: ocupaban la zona central, incluyendo Moscú. Controlaban las
principales fábricas de armas y dominaban las ciudades más importantes,
en las que era posible reclutar a la población. Pero el verdadero
problema era, por supuesto, que los blancos formaban una alianza
completamente incompatible. Era una mezcla de socialistas moderados,
revolucionarios de derechas y reaccionarios. Ambos bandos hicieron la
mayor parte de su reclutamiento a través de prisioneros de guerra, algo
que no se ha visto a menudo en la guerra. Los blancos resistieron tanto
tiempo debido a los suministros masivos, en particular de armamento y
equipos británicos, que estaban siendo desembarcados en el sur o en
algunos casos traídos a través del
Guerra civil rusa en 1918.
P.
Uno de los motivos por los que cae el régimen zarista y estalla la
Revolución es la hambruna que padecía Rusia. ¿Cree que actualmente los
problemas en la distribución de alimentos que está provocando la guerra
de Ucrania pueden desatar una crisis global de imprevisibles
consecuencias?
R.
La verdadera crisis llegará más o menos en septiembre. Quiero decir,
uno de los elementos clave debe ser hasta qué punto la OTAN puede
persuadir a Turquía para que permita la entrada de buques de guerra en
el mar Negro para escoltar a los grandes barcos con cereales que salen
de Ucrania. Porque tiene usted razón: la guerra de Ucrania puede desatar
una catástrofe global. Creo que hay que dar un paso vital para
asegurarse de que el grano sale de Ucrania para evitar una crisis humana
atroz hacia la que se encaminan África y Oriente Próximo.
P.
Usted sostiene que la I Guerra Mundial representó “el suicidio de
Europa”. ¿Es la catástrofe de la que surgieron todas las demás
catástrofes, la II Guerra Mundial, el Holocausto?
R. Sí. Algunos historiadores han identificado con bastante acierto la I Guerra Mundial
como la catástrofe original del siglo XX. La importancia, sin embargo,
de la guerra civil rusa, que en parte surgió de la I Guerra Mundial, fue
la forma en que desató una dinámica de miedo y odio, que condujo a la
guerra civil española y a la II Guerra Mundial, al crear esa
polarización radical entre la izquierda y la derecha, entre el fascismo y
el comunismo, entre el estalinismo y el nazismo… Y básicamente aplastó
al liberalismo y a la democracia que se encontraban en medio. Y, por
supuesto, empiezo a temer que se inicie un proceso similar en una época
posdemocrática en este siglo. Puede que al final Putin nos haya hecho un
favor al despertarnos y mostrarnos los peligros de la autocracia y a
dónde nos puede llevar. Porque la II Guerra Mundial y la época del
totalitarismo quedan demasiado lejos, sobre todo para una generación más
joven que no recuerda cómo fue. Así que Putin puede habernos hecho un
favor, ciertamente no ha hecho un favor a Ucrania y a todos los que
sufren la guerra. Pero al mismo tiempo, con un poco de suerte, ha
abierto los ojos del mundo ante los verdaderos peligros que pueden
surgir cuando se desata esta forma de polarización, en este caso no
tanto entre izquierda y derecha, sino entre autocracia y democracia.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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