Revolucionários em geral costumam imitar modelos fracassados. É mais uma prova de que ideologia emburrece. Artigo de Carlos Alberto Montaner:
Es muy extraño. Los
revolucionarios radicales suelen emular los modelos evidentemente
fracasados. Chávez decía, extasiado, que Venezuela viajaba al mar cubano
de la felicidad. No sé si lo dijo él o se lo contó uno de los pajaritos
que habla con Maduro, pero parece que el país llegó a su destino.
Ya no hay comida ni
medicinas, abundan los presos políticos y los guardias aporrean en las
calles a quienes protestan. Hace pocas semanas los policías y otros
rufianes mataron a 150 jóvenes y jóvanas, como dice Maduro, un
gobernante tenazmente preocupado por el género femenino. Los venezolanos
mejor preparado se han largado al exilio y cunde la desesperanza.
Igualito.
Simultáneamente, las
FARC y otros narcoguerrilleros comunistas, a juzgar del entusiasta apoyo
de Iván Márquez al reciente fraude electoral de Maduro, miran arrobados
el modelo venezolano con la intención de que Colombia también se
desplace hacia el mismo mar cubano de la felicidad. Algo parecido a lo
que sucede en España con Pablo Iglesias, Monedero y el grupo de Podemos.
Quieren cubanizar o venezolanizar a la Madre Patria.
Y no se trata de
ausencia de modelos exitosos. Hace pocas fechas la ONU publicó su
Informe Mundial de la Felicidad 2017, y ya se sabe que los burócratas de
Naciones Unidas suelen ceñirse a los datos rigurosos. Las diez naciones
que encabezan esa lista son, por orden: 1: Noruega. 2: Dinamarca. 3:
Islandia. 4: Suiza 5: Finlandia. 6: Países Bajos. (Holanda). 7: Canadá.
8: Nueva Zelanda. 9: Australia. Y 10: Suecia.
¿Por qué estas naciones son las más prósperas y felices?
Para llegar a esa
conclusión los expertos de la ONU tuvieron en cuenta: las declaraciones
de los encuestados, la esperanza de vida, el índice de violencia social,
el ingreso per cápita, el nivel de desempleo, la cantidad de graduados
universitarios, las horas de trabajo, el acceso a los cuidados médicos y
a Internet, la longevidad alcanzada por el promedio y hasta la
frecuencia de la risa. Fue un trabajo exhaustivo.
¿Por qué los
revolucionarios violentos y radicales, si efectivamente quisieran el
bienestar de sus sociedades, no siguen de cerca esos ejemplos?
Por varias razones
que me tocó explicar en un seminario internacional organizado por la
Universidad Francisco Marroquín de Guatemala al cumplirse 100 años de la
revolución bolchevique.
*Todos los países
felices y exitosos son naciones guiadas por el mercado en las que
prevalece la propiedad privada. Para los revolucionarios radicales sería
inconcebible pretender emular a Dinamarca o a Australia, paradigmas del
horror capitalista. Para lograr ese objetivo no eran necesarias miles
de ejecuciones o destruir el tejido empresarial existente sino todo lo
contrario: respetar las leyes, invertir y atraer inversiones, aumentar
todos los capitales –el material, el humano, el cívico- y continuar ese
círculo virtuoso adinfinitum.
*Lamentablemente, el
propósito de los revolucionarios radicales, no es estimular a los
empresarios para que innoven y creen riquezas, sino sustituirlos,
apoderándose de las compañías que obtienen beneficios, sin advertir que
carecen del ímpetu de los emprendedores y la disciplina de los
empresarios. Lo que explica el insensible cierre o la quiebra de miles
de empresas, como ha sucedido en Cuba, Nicaragua y Venezuela cada vez
que el Estado las ha intervenido y puesto en manos de fieros y
dogmáticos “compañeros revolucionarios” dedicados a reemplazar a los
“odiados burgueses”.
*Hay, además, una
especie de inercia revolucionaria que lleva a recomendarla a los países
que han practicado esa forma de gobierno. Están condenados a repetir los
errores porque de no hacerlo estarían traicionando a la revolución y
negando sus propias vidas. Existe, incluso, una explicación científica
para entender por qué tropiezan una y mil veces con la misma piedra: el
efecto Einstellung. El cerebro queda marcado por una primera experiencia
y la reiteran incesantemente.
*Pero queda la razón
fundamental de por qué eligen el error y viven en él durante décadas. El
totalitarismo les sirve para conservar la autoridad permanentemente,
apoyándose en tres elementos fundamentales de las dictaduras de largo
aliento: una coartada ideológica (la mítica revolución justiciera). Una
correa de transmisión (el Partido único e inmortal) que va desde la
cúpula, generalmente ocupada por el caudillo de turno. A lo que agregan,
jubilosos, un instrumento coactivo: la contrainteligencia, esa policía
política, secreta y letal que controla los esfínteres de una
población aterrorizada, hasta conseguir la obediencia bovina de la
sociedad y la lleva a marchar con banderitas los días del culto
revolucionario.
Hace 100 años que
triunfó el comunismo en Rusia y 26 que terminó en un completo fracaso,
pero eso no importa. Los revolucionarios radicales no se dan por
enterados.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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