Ressentimento,
inveja, frustração e impotência movem lideranças latino-americanas
contra o êxito dos Estados Unidos. O antiamericanismo é antigo na região
e dominou, graças ao nefasto Foro de São Paulo, vários países na
história recente, a começar pela Venezuela, hoje destroçada pelo
chavismo. Em artigo publicado pelo Instituto Juan de Mariana, Rubén Chirino analisa os antecedentes do discurso contra o "imperialismo ianque":
Con las
últimas medidas anunciadas por el Gobierno de los EE. UU. contra los
funcionarios de la dictadura venezolana, nuevamente se ofreció la
oportunidad para usar y actualizar el discurso antiimperialista propio
de esta región.
Desde que los asistentes al nefasto Foro de São Paulo[1]
prácticamente gobernaron toda América Latina, existió una palabra que
no podía dejar de salir de las bocas de esos auto proclamados líderes
del pueblo: el tan malvado imperialismo y, en especial, el yankee. Según
ellos consistía en un animal depredador de las pertenencias y recursos
de los países de la región.
Sin
embargo, esa idea de imperialismo norteamericano, no es nueva, ni carece
de impacto político e incluso en las creencias de las personas que
habitan el continente suramericano. En Del buen salvaje al buen revolucionario,
Carlos Rangel lo diagnóstica como un mito que no dejó crecer a América
Latina y afirma: “En el momento latinoamericano actual, nadie se
arriesga a ser contradicho si afirma que es el imperialismo
norteamericano quien ha obstaculizado las transformaciones necesarias,
económicas y políticas, en los otros países del Hemisferio; y esto para
empobrecerlos, succionándoles la riqueza, que ha servido al auge
económico de los Estados Unidos y que sin esa transferencia hubiera
asegurado nuestra felicidad y prosperidad, etc.”.
Si bien
es cierto que los EE. UU. han tenido una gran influencia en muchos
países no sólo de la región, sino del mundo entero, más allá de algunos
excesos de la política exterior de ese país, la idea de imperialismo que
en los discursos enardecidos –sobre todo llenos de engaño y demagogia–
de esos líderes populistas, se esconden algunos sentimientos e ideas que
son muy útiles para entender a la izquierda latinoamericana y su
política en la región, aún con la desaparición de algunos de sus líderes
más notorios.
¿Qué
encubre ese discurso antiimperialista?: Lo primero es el resentimiento;
es decir, aquel sentimiento de frustración e impotencia que algunos
sienten al ver el éxito que ese país ha alcanzado y su tierra no tanto.
Lo curioso es que para el momento de la independencia de los EE. UU. ese
país era muy rural en comparación con la América española, que contaba
con virreinatos, audiencias reales, universidades y más, como lo apunta
Carlos Rangel en su famosa obra Del buen salvaje al buen revolucionario,
en la cual comenta que la suerte para ese momento no estaba echada y
ningún hombre de Estado podría predecir el éxito de esa nación del
norte. En contraposición, haciendo una apología al resentimiento,
encontramos el “libro” Las venas abiertas de América Latina de Eduardo
Galeano.
Otro de
los encubrimientos del discurso antiimperialista es el rechazo al
comercio, por ende, a la inversión extranjera y sobre todas las cosas el
odio a la globalización. Como apunta Rangel, eso no es nuevo en el
continente –es herencia en parte de la tradición católica–. El caso es
que ese rechazo ha llevado a castrar en buena medida el emprendimiento[2],
cosa que no ocurrió en el país del norte en sus inicios –producto de la
tradición anglicana inglesa–, en consecuencia, los países de la región
se han desarrollado en menor medida, en parte producto de ese rechazo al
capitalismo que, sumado a la aversión a los norteamericanos y a
cualquier tipo de inversión foránea, ha creado el ambiente propicio para
la propagación del socialismo del siglo XXI[3].
No
obstante lo anterior, no queremos cerrar estas reflexiones sin
considerar que existen luces luego del oscurantismo traído por el
deleznable foro de la ciudad brasileña, con el triunfo de movimientos
políticos más abiertos al comercio, el libre mercado y la cooperación
con países extranjeros, sin complejos de inferioridad producto del mal
llamado imperialismo. Nuestro deseo es que en algunos años Venezuela
siga el camino –aunque lento, pero definitivamente de libertad– de
países como Argentina.
[1]
Ese foro no es más que el llamado de auxilio de Fidel Castro a sus
vasallos de tierra firme ante la caída del muro de Berlín y en
consecuencia del subsidio que Rusia hacía a su dictadura.
[2] Ver: La pesadilla de emprender en Venezuela. Disponible en: https://culturajuridica.org/emprender-en-venezuela/
[3] Que no es más que una actualización, más peligrosa incluso, del comunismo soviético genocida.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
Nenhum comentário:
Postar um comentário