O erro do último líder soviético foi acreditar que o sistema econômico-político podia subsistir, escreve Eduardo Turrent Diaz no Instituto Cato:
Hace
un par de semanas falleció a los 91 años de edad el último jefe de
Estado que tuvo la extinta Unión Soviética, Mikhail Gorbachov. En
nuestro medio, ese fallecimiento detonó una catarata de notas
periodísticas y piezas editoriales marcadas en su mayoría por una, que
creó, la gran incomprensión que ha rodeado a esa figura histórica.
Gorbachov fue poco comprendido en su momento histórico y lo sigue siendo
hasta la fecha. En tal sentido, más que como un reformador y pacifista
hay que evocarlo como la que en efecto fue: como un realista con poca
fortuna, que fracasó en su intento de salvar la supervivencia de la
Unión Soviética mediante su reforma económica (“perestroika”) y la
apertura política (“glasnost”).
En
su momento de poder a la cabeza de la Unión Soviética, Gorbachov hizo
una observación adecuada, pero un diagnóstico totalmente incorrecto. La
observación fue respecto a que la economía de la Unión Soviética y de
sus países satélites ya no podía sostener la carrera armamentista con el
Occidente capitalista. Esa carrera armamentista había dejado a las
poblaciones del bloque socialista en un atraso fatal, en cuanto a nivel
de prosperidad y bienestar material. El atraso era evidente, imposible
de ocultar. Y fue por esta razón que Gorbachov aceptó negociar el
desarme con EE.UU. No porque hubiese sido en gran pacifista y un
filántropo.
Pero
el error de diagnóstico de Gorbachov resultó catastrófico. Pensó que el
sistema económico y político del comunismo tenía arreglo para poder
subsistir. Ese fue el sentido de las reformas “perestroika” y
“glasnost”. Pero el modelo no tenía arreglo posible. De ese tamaño era
la inviabilidad de la economía estatizada y planificada. Y el costo
humano del sistema político totalitario había sido inmenso, afectando de
paso tremendamente a la actividad económica. Una economía no puede
avanzar, cuando el sistema político convierte a sus ciudadanos en robots
atemorizados, sin iniciativa propia alguna.
Más
que la caída simbólica del Muro de Berlín, lo que comprobó el desplome
de la Unión Soviética fue la disfuncionalidad flagrante de la economía
de Estado planificada. Cuando después de la caída del Muro, los curiosos
observadores de Occidente fueron a revisar las instalaciones
industriales de Alemania Oriental, encontraron solo chatarra.
Así
ocurrió, pero en América Latina cientos de profesores de economía y
miles de alumnos en las universidades públicas no se enteraron. De
hecho, siguen sin enterarse hasta la fecha.
Este artículo fue publicado originalmente en El Economista (México) el 8 de septiembre de 2022.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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