Em artigo publicado pelo Instituto Independiente, Juan Ramón Rallo examina as origens do Estado, essa máquina de arrecadação e parasitismo:
Si
por Estado entendemos un monopolio territorial de la violencia que
sufraga sus actividades mediante la exacción tributaria, una de las
muchas cuestiones que podríamos preguntarnos al respecto es por qué
emergieron originalmente los Estados. A la postre, durante la mayor
parte de la historia de la humanidad hemos vivido sin Estados y, cuando
estos comenzaron a formarse,
solo surgieron en algunas escasísimas zonas del planeta (especialmente
en algunas zonas de Egipto, Oriente Medio, China y la India) de modo que
la mayor parte de la población mundial siguió practicando la caza, la
recolección, el pastoreo o la horticultura sin someterse a ningún
Estado.
¿Por qué ocurrió esto? Una hipótesis bastante popular, que además conecta con la lectura marxista
de la historia, es que las sociedades se organizaron tribalmente hasta
que la productividad del trabajo se incrementó lo suficiente como para
generar excedentes y, merced a esos excedentes, dividir a la sociedad en
clases: la clase de explotados (aquellos que generan los excedentes
productivos con su trabajo y que no los retienen enteramente) y la clase
de explotadores (la élite que se apropia de parte del excedente de los
explotados y que, por consiguiente, vive a su costa). Desde esta
perspectiva, pues, el surgimiento de los estados resultaría un
subproducto inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas:
conforme una sociedad se volviera mínimamente próspera, aparecerían
estructuras dirigidas a parasitar a las fuerzas productivas.
Esta
hipótesis, empero, tiene un problema: como decíamos, los Estados solo
emergieron en zonas geográficas muy limitadas y concretas, que además ni
siquiera se solapan perfectamente con la emergencia de la agricultura.
Por ejemplo, no emergieron Estados en aquellas sociedades dedicadas al
cultivo de tubérculos o raíces, como la patata, la yuca, el sagú o la
picuta. ¿Cabe pensar que ninguna de esas sociedades anestatales
experimentó ganancia alguna de productividad que permitiera la
emergencia de un Estado que explotara sus excedentes? ¿Cabe pensar
incluso que las sociedades de cazadores y recolectores tampoco
disfrutaron de ninguna ganancia de productividad sin dar el salto a la
agricultura? No, no es una hipótesis verosímil.
Existe, empero, una explicación alternativa formulada exquisitamente por el antropólogo James C. Scott en su libro 'Against the grain'.
Según Scott, los Estados surgieron originalmente en sociedades agrarias
especializadas en el cultivo de cereales (trigo en Egipto, cebada en
Mesopotamia, trigo y cebada en la India, o arroz y mijo en China). ¿Por
qué los cultivos de cereales son cruciales para el surgimiento de los
Estados? Porque los cereales son el mejor sustrato agrario posible para
establecer un sistema fiscal: no son fáciles de ocultar, son duraderos,
almacenables, divisibles, estacionales, transportables y poseen un alto
valor energético. Además, el agricultor no puede dejarlos sin cosechar,
puesto que necesita recolectarlos para la siembra y cultivo de la
próxima temporada. Todo ello facilita la emergencia de un sistema
fiscal: una oligarquía local o extranjera que se ubica jerárquicamente
(por razones políticas o religiosas) por encima de los agricultores a
quienes les exige en tributo parte de sus cosechas estacionales, las
cuales deben ser transportadas (en ocasiones a largas distancias) hasta
el templo o el palacio a cambio de protección. La alternativa a la
emergencia de esas oligarquías tampoco es necesariamente satisfactoria
para la población local: los cereales almacenados son susceptibles de
saqueo y pillaje por parte de los bandidos itinerantes, de modo que una
mafia estacionaria que les ofrezca protección (a cambio de una
fiscalidad inicialmente baja) puede ser de su interés.
Por
el contrario, el cultivo de tubérculos y raíces no confería muchas de
esas ventajas tributarias: pueden ocultarse bajo tierra porque además no
son siempre estacionales (uno no sabe si hay raíces y tubérculos listos
para ser recolectados), no pueden almacenarse durante largos períodos
de tiempo y, por tanto, tampoco pueden transportarse a largas distancias
y tampoco son ampliamente divisibles. De ahí que las sociedades
especializadas en estos cultivos (ni tampoco las de cazadores y
recolectores) no engendraran una oligarquía local que parasitara a los
agricultores por muy productivos que estos fueran.
Pues
bien, la hipótesis de James C. Scott ha sido recientemente confirmada
por tres economistas, Joram Mayshar, Omer Moav y Luigi Pascali en un
artículo publicado en el 'Journal of Political Economy' bajo el título "The Origin of the State: Land Productivity or Appropriability?".
Según estos autores, la evidencia etnográfica es concluyente: existe un
mecanismo causal entre el cultivo de cereales y la emergencia de los
Estados; un mecanismo que se halla ausente en el caso de la
productividad de la tierra. Los Estados, pues, emergieron como formas de
apropiación de aquellos excedentes productivos que eran susceptibles de
apropiación, incluyendo la posibilidad de que emergieran para evitar
establemente (bandido estacionario) que criminales organizados practicaran el pillaje intermitente contra esas poblaciones agrarias (bandido itinerante).
Sin
embargo, el análisis de los datos deja una cuestión sin resolver: si el
cultivo de cereales volvía a las poblaciones agrarias víctimas
potenciales del pillaje de bandidos itinerantes o del estacionario
bandido estatal, ¿por qué esas poblaciones optaron por especializarse en
este cultivo y no, en cambio, en raíces y tubérculos no susceptibles de
pillaje? Remitirse a la idoneidad del suelo no resuelve la cuestión,
puesto que estamos hablando del período de transición desde el nomadismo
al sedentarismo, de modo que bien podría haberse evitado el
asentamiento en suelos solo propicios para el cultivo de cereales.
Podríamos plantearnos por qué el Estado terminó convirtiéndose en la forma predominante.
Los
autores del 'paper' consideran una posibilidad: que el diferencial de
productividad entre los cereales y el resto de cultivos fuera tan
elevado que, aun con pillaje de por medio, les resultara conveniente
cultivar cereales. James C. Scott, sin embargo, plantea otra
posibilidad: que fueran las incipientes oligarquías locales las que
semiesclavizaran (“domesticaran”) a la población local para que esta se
especializara en cultivar cereales. En este sentido, por ejemplo, las
murallas que rodeaban a las primitivas ciudades-Estado
no tendrían como propósito fundamental proteger a la población local de
los ataques exteriores, sino dificultar que la población local escapara
de la ciudad y del predominio extractivo de las élites locales.
Asimismo,
otra cuestión que indudablemente podríamos plantearnos es por qué,
siendo inicialmente tan escaso el número de Estados, este terminó
convirtiéndose en la forma política predominante hasta la actualidad. Y
aquí la razón parece clara: la obtención de tributos basados en cereales
otorgó a los Estados primitivos una mayor capacidad fiscal para
organizarse burocrática y militarmente, facilitando así la conquista,
dominación y explotación de otros territorios y de otras poblaciones
(las cuales o fueron anexionadas por la fuerza en algún imperio o
tuvieron que organizarse estatalmente para repeler la invasión externa).
Como famosamente sentenció Charles Tilly, el Estado hizo la guerra y la
guerra hizo al Estado.
En
definitiva, en su misma génesis el Estado fue una herramienta de
confiscación, conquista y parasitismo oligárquico que, para más inri, no
tuvo por qué estar vinculada con la mejoría de la productividad o de la
calidad de vida de la población local (aunque cabría imaginar algunos
escenarios en los que esto sí fuera parcialmente así). Una naturaleza
que, en el fondo, sigue siendo la misma a día de hoy por mucho que
también se encargue de proveer los llamados “bienes públicos” que pueden
contribuir a incrementar la productividad de una economía y, por tanto,
el excedente confiscable por el propio Estado (pero ¿habría formas no estatales
de proveer esos bienes públicos y, por tanto, de retener las ganancias
de productividad sin depender de una oligarquía parasitaria que las
impulse?).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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