Carlos Alberto Montaner publica, em seu blog, artigo sobre Daniel Ortega e sua mulher, respectivamente presidente e vice-presidente da Nicarágua, hoje rechaçados por todos:
Daniel Ortega se ha
quedado solo. Solo con su mujer y vice Rosario Murillo, “la Chayo”, a la
que el pueblo quiere aún menos. ¿Por qué ese rechazo a esta señora
extravagante, pero bien educada? No está claro, pero sucede.
Para ellos es una
situación muy extraña. Estaban acostumbrados a contar con una favorable
caja de resonancia construida por la URSS y La Habana, como la que
escondía y condonaba los crímenes del sandinismo en la década de los
ochenta del siglo pasado en nombre de una mítica revolución popular que
estaban construyendo.
En primer término,
los abandonó toda la Iglesia. Los tiempos no son aptos para los
disparates de la Teología de la Liberación. Los obispos no estaban
dispuestos a jugar con un falso diálogo. Ellos ponían la mesa para
conversar, pero siempre que fuera de buena fe. Era demasiado dolor.
Cuando escribo esta crónica ya van por 93 personas asesinadas, casi
todos muchachos.
Los abandonaron los
estudiantes. Es conmovedor presenciar en YouTube las severas palabras
que le dirige a la pareja presidencial Lesther Lenin Alemán. Habla, sin
decirlo, a nombre de todos los universitarios, porque las universidades
también los han abandonado. Las turbas y policías de Daniel y la Chayo
entraron a sangre y fuego en la UCA y en la Escuela de Ingeniería.
Eso ha tenido
repercusiones fuera de Nicaragua. Desde la prestigiosa Universidad
Francisco Marroquín de Guatemala, el vicerrector, Javier
Fernandez-Lasquetty, ha escrito un gran artículo para la prensa española
en el que pide solidaridad con Nicaragua, la nación más pobre de
Centroamérica.
Los abandonaron los
empresarios agrupados en el Consejo Superior de la Empresa Privada, el
COSEP. Hace unas horas les pidieron a todos sus agremiados que se
disociaran del gobierno. Agradecían que el matrimonio Ortega-Murillo
hubiera abandonado las estúpidas pulsiones colectivistas que habían
destrozado la economía en aquella primera etapa de furia juvenil
(todavía hoy no se han recuperado los índices de crecimiento de 1979,
cuando derrocaron a Somoza), pero esa gratitud no alcanzaba para admitir
en silencio la bárbara represión desatada contra un pueblo que ejercía
su derecho a protestar.
¿Vale la pena
continuar la lista de entidades y personas extranjeras que han condenado
los crímenes de la pareja? La embajada de Estados Unidos, Amnistía
Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los 14
países del Grupo de Lima, la vecina y muy civilizada Costa Rica, Ileana
Ros-Lehtinen, Marco Rubio, Human Rights Foundation de Thor Halvorssen,
Human Rights Watch de José Miguel Vivanco y un larguísimo etcétera.
¿Quiénes respaldan a
Ortega y a Murillo? Apenas los rastrojos que quedan del Socialismo del
Siglo XXI: la Cuba de Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel, la Venezuela de
Nicolás Maduro y la Bolivia de Evo Morales, todos en diversas fases de
una grave crisis económica y política. Ni siquiera Petro, el candidato
colombiano de esa cuerda, se atreve a ponerle el hombro. Lo que hacen es
demasiado repulsivo.
Es probable que a
Daniel Ortega y a su mujer les queden municiones y falta de escrúpulos
para seguir matando por cierto tiempo más, pero si lo que pretenden es
recuperar la legitimidad que se necesita para ejercer el poder en esta
época, eso no lo conseguirán de ningún modo.
Los capitales han
comenzado a fugarse. Veremos cómo el país se empobrece cada día más. Ya
hay informes de que el turismo se ha paralizado en un 80%. Lo mismo
sucederá en otros rubros del aparato productivo. Nadie en sus cabales
invertiría en semejante sitio, en donde no existen vestigios de un
Estado de Derecho.
La propia hija de la
pareja, Camila Ortega Murillo, y Shantall Lacayo, fundadoras de
“Nicaragua Diseña”, han debido retirarse de un inocente evento del Miami
Fashion Week por la protesta de los exiliados nicaragüenses. Ese es
sólo un síntoma de la oleada que viene.
Observaremos un
declive acelerado de la pareja presidencial hasta que salgan del
gobierno por la violencia, quizás segregada por el estamento militar,
como sucedió en la Rumanía de Ceausescu, o tal vez por un espasmo
insurreccional de la sociedad, como otras veces ha ocurrido en el país.
Lo terrible es que
ese amargo final pudiera evitarse si Daniel y su esposa actuaran con
sensatez y se retiraran del poder antes de que la sangre llegue al río.
¿Es eso pedirle peras al olmo? No lo sé. No hay una pizca de grandeza en
esa terca resistencia. Es muy triste lo que pasa en Nicaragua.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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