Na Venezuela, só dá
fila: para comprar comida, remédios etc., às vezes dias a fio, sem
resultado nenhum. Essa é a desgraça do socialismo, ontem e hoje: todos
iguais na miséria. Artigo de José Luis Vallenilla, publicado em Libertad.org:
Simplificando se
puede decir que el socialismo es igual a vivir haciendo cola. Una manera
gráfica que es obvia para cualquiera es la proliferación de las colas
bajo el sistema socialista. Lejanas quedaban en la memoria como parte de
la historia del siglo XX, las fimágenes de la Europa del Este, China,
la Unión Soviética y otros paraísos socialistas y sus legendarias colas
hasta que llegó el socialismo del siglo XXI— que se parece tanto al del siglo anterior.
En el socialismo, las
colas las hacen las personas que, una detrás de otra, esperan
pacientemente horas —o días— afuera de una tienda para comprar un
artículo de primera necesidad. Las colas surgen para acceder a cualquier
servicio o para tramitar un documento en una oficina pública. A fin de
cuentas, se necesita hacer cola para cualquier cosa. Es una de las
consecuencias más visibles de lo que es el socialismo: El resultado del
desajuste que causa su implementación debido a su intervencionismo en la
economía y el necesario cercenamiento de las libertades individuales.
Como sabemos, los
países libres con economías libres logran de mejor manera que los bienes
escasos lleguen, prácticamente, a todos los que los demandan. Porque
los agentes económicos actuando libremente en el mercado son los que
tienen el mejor conocimiento disponible para saber cómo proveer lo que
la gente demanda. En las economías libres, la creatividad y el potencial
de cada quien, logra expresarse mejor y eso trae la saludable
consecuencia de que en las economías libres abundan los bienes y
servicios a pesar de los siempre escasos recursos ya que el mercado es
el mejor coordinador de la acción humana. Por eso, en el capitalismo
generalmente la gente no hace cola para comprar huevos o leche pero sí
para comprarse un capricho personal, como por ejemplo, el más reciente
iPhone. Pero lo hace en libertad.
En cambio en el
socialismo o en economías fuertemente intervenidas, como la de
Venezuela, las colas surgen como mecanismo perverso, pero natural, para
poder acceder a bienes o servicios. Al limitar o desaparecer la libertad
económica y al destrozar el espontáneo sistema de precios que sirve de
señal informativa sobre lo que la gente quiere, los agentes económicos
se ven en la imposibilidad de recibir las señales informativas de los
precios y se trastorna la posibilidad de sacar el mejor provecho de los
recursos escasos.
De este modo, al no
poder actuar con la libertad requerida para disponer libremente de los
recursos económicos para producir un bien o prestar un servicio,
disminuye de inmediato la variedad y cantidad de bienes y servicios de
los que podría disponer cada persona.
Además de que las
colas son la imagen característica del socialismo, también son en sí
mismas todo un drama humano. En las colas están los más desfavorecidos
de la sociedad. Son las victimas más débiles de la profundización de la
escasez que genera el intervencionismo en la economía. En la cola están
los asalariados a los que les confiscaron su poder adquisitivo por la
inflación que genera el gobierno, que termina siendo un impuesto que
penaliza al pobre y beneficia a los políticos que están en el poder.
Ellos, en sus pomposos cargos, siguen disfrutando de los privilegios
derivados del poder mientras el pueblo sufre las tristes consecuencias
de su política
Las colas son un
drama porque nos roban tiempo de nuestras vidas. Ese tiempo que perdemos
a la espera de conseguir algún bien o servicio. A eso hay que sumarle
que hacer una cola no nos garantiza que podamos acceder al bien o
servicio, porque, precisamente, es un modo muy imperfecto de distribuir
los bienes escasos.
En las colas, a
veces, se impone el más fuerte y no el más necesitado. A veces, la
autoridad presente privilegia a unos en detrimento de otros. A la sombra
de las colas surgen las mafias que pretenden apoderarse de los bienes
escasos comprados a bajo precio para luego venderlos a precios más
elevados a las personas que quieren evitar tener que hacer cola.
Una de las colas más
características y lamentables en estos tiempos de revolución socialista
en Venezuela es la cola ante los bancos que los jubilados realizan
durante días para retirar su pensión en efectivo. Como el gobierno tiene
el monopolio de la emisión de moneda y billetes desquició el sistema
monetario del país provocando una inflación descontrolada que ha hecho
imposible que los billetes conserven su poder adquisitivo. De inmediato,
la realidad es que al no valer nada la moneda, cada vez se necesitaba
más dinero para realizar las mismas compras y, por tanto, los billetes
empezaron a escasear también. El socialismo venezolano obliga a la gente
a hacer cola para obtener los billetes en los bancos y, luego nos
obliga a hacer cola para comprar los bienes o servicios que se deseen
adquirir.
La gente que disfruta
de libertad económica vive con mayor bienestar socioeconómico. Una
economía libre logra lidiar mejor a la hora de generar el mayor
bienestar y la mayor satisfacción de las necesidades en medio de una
realidad de recursos escasos.
Pero el socialismo es
enemigo de la libertad económica y eso siempre tiene como consecuencia
inevitable el dolor y sufrimiento humanos. El socialismo ha sido y sigue
siendo una tragedia porque, a pesar de las manidas buenas intenciones,
sus frutos provocan mayores penurias e incomodidades.
El contraste con las
sociedades donde hay una mayor libertad económica es abismal. En esas
sociedades libres abundan los bienes y la gente tiene algo muy valioso,
que cuando se pierde se lamenta muchísimo: Tiempo para dedicarse a otras
cosas productivas en la vida. Porque una de las cosas que nos roba el
socialismo es el tiempo para vivir una vida plena y cómoda. El
intervencionismo socialista se inmiscuye en todo, nos convierte en
prisioneros de un sistema que sólo sabe producir colas interminables y
nos roba las oportunidades de perseguir nuestros sueños.
José Luis Vallenilla es concejal del Municipio Girardot (Maracay, Venezuela).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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