O historiador Eduardo Baura García desvela, em novo livro, a criação do mito pelos humanistas italianos dos séculos XIV-XVI. David Barreira para El Cultural:
La primera vez que pisó los vestigios de la Ciudad Eterna,
en 1336, Francesco Petrarca quedó todavía más embriagado del mundo
clásico. "En verdad Roma me pareció más grande, y sus ruinas también son
mayores de lo que había imaginado. Ahora ya no me sorprende que el
mundo entero haya sido conquistado por esta ciudad, sino que haya sido
conquistado tan tarde", expuso a un amigo en una carta.
El poeta de Arezzo, pionero del humanismo y la literatura renacentista, había descubierto el legado de la Antigua Roma
y los autores latinos durante la juventud, en sus años de formación en
disciplinas como la gramática, la dialéctica y la retórica. Su devoción
por el esplendor político, cultural y religioso de esta época fue in
crescendo a lo largo de su vida, y contrastaba totalmente con el tiempo
que al él le había tocado presenciar.
Petrarca
fue un nostálgico de la Roma clásica y un feroz crítico de su presente,
a su juicio, resultado de la inmundicia y de siglos de desperdicio que
merecían ser olvidados y desechados. En uno de sus libros de epístolas
dirigidas a autores de la Antigüedad,
escribió: "Créeme, Cicerón, que si oyeras cómo nos van las cosas, se te
caerían las lágrimas, sea cual sea la parte del cielo o del infierno
que ocupes".
Dividió
el poeta la historia en dos edades claramente diferenciadas: la de la
Antigua Roma y la posterior, cuya frontera situó en el siglo IV, cuando
el emperador Constantino decretó la conversión al cristianismo.
Y también con el disfraz de pitoniso aventuró "una edad más dichosa".
"Lo de en medio es basura", le dijo al religioso Francesco Nelli. En
otra carta, señaló: "Si el amor a los míos no me lo impidiera, siempre
hubiera deseado nacer en cualquier otra época, y olvidar esta".
Petrarca,
el hombre medieval, hijo de las cosmovisiones de su momento a pesar de
sus innovaciones, no solo fue el profeta del Renacimiento, sino también
el creador de la imagen de la Edad Media
—término que no se acuñaría hasta un siglo más tarde— como un tiempo
oscuro, bárbaro, inculto, decadente y atrasado. En este sentido, el gran
medievalista francés Jacques Le Goff ha definido al poeta toscano como
"el primer 'entenebrecedor' de la Edad Media".
Trazar
los orígenes de ese mito del tenebroso Medievo, tan seductor para las
ficciones cinematográficas como la reciente película de Ridely Scott El último duelo,
es la empresa que se propone el historiador Eduardo Baura García en Un
tiempo entre luces (La Ergástula). El autor señala a Petrarca como el
principal responsable de una fake news que se vería consolidada y
ampliada mediante las posteriores generaciones de humanistas italianos
de los siglos XIV al XVI.
Operación propagandística
En su obra analiza las contribuciones de figuras como Giovanni Boccaccio,
el autor del Decamerón y "el anunciador del Renacimiento italiano";
Flavio Biondo, el primero en fijar una cronología del milenio medieval
—inaugurado, según su punto de vista, con el saqueo de Roma por el caudillo godo Alarico
en 410 y concluido en 1442, cuando remató su crónica Historiarum—; o
Giorgio Vasari, cuyas Vidas fue el primer volumen que sistematizó la
visión tripartita del pasado mediante la fijación de unas fechas
aproximadas de duración de la Antigüedad clásica, la Edad Media y el
Renacimiento italiano.
La
"profunda revolución historiográfica" que impulsó esta camada de
humanistas estuvo basada en una exitosa operación propagandística,
aunque con un riquísimo material en el que respaldarse —las creaciones e
invenciones de los Rafael, Miguel Ángel o Leonardo da Vinci así lo
acreditan—: la nueva época había sido capaz de superar la "oscura" Edad
Media para adentrarse en una fresca, dorada y brillante en la que las
artes y las letras habían "renacido".
"A los literatos y artistas del Renacimiento italiano
les interesaba pintar con los trazos más oscuros posibles el Medievo,
pues cuanto peor hubiera sido el periodo previo desde el punto de vista
de la cultura, más alabanzas merecerían ellos por haber logrado su
restauración", resume Baura García. Por lo tanto, concluye que desde su
misma invención la Edad Media "nació ya injusta e interesadamente
estigmatizada".
No
obstante, esa profunda modificación a la hora de abordar la historia,
abandonando la explicación secular del pasado en base a criterios
teológicos por una nueva comprensión de carácter terrenal, produjo una
llamativa contradicción. "Nos encontramos —escribe el historiador— ante
la paradoja de que unos autores cristianos, profundamente devotos
algunos de ellos, no solo abandonaron la tesis medieval de que la época
inaugurada con la venida de Cristo había supuesto el culmen de la
historia, sino que pasaron a afirmar precisamente lo contrario, esto es,
que la Edad Media, la era cristiana por excelencia, había sido la peor
época de la historia".
El
propio Petrarca, profundo cristiano, había estrenado este
posicionamiento con sus reproches a Constantino: "Pero tú, hombre
venerable, ¿qué estabas haciendo? ¿Dónde estabas? Si te deleitabas con
la munificencia, deberías haber preservado tus propios bienes; debiste
dejar intacta a tus sucesores la herencia del imperio que tú, como
guardián, aceptaste". Para el poeta, Italia había sido una tierra
colmada de bondades y virtudes antes de la conversión, cuando reinaba el
paganismo. Lo que vino después no fue más que infortunio.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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