Para entender alguns comportamentos produzidos durante as crises financeiras, assim como as circunstâncias que os rodeiam, a autobiografia do cômico norte-americano é imprescindível. José María Sayeras para El País:
A
medida que la tarima va tiñendo las canas, una se pregunta si para
explicar fenómenos complejos es mejor utilizar sesudos análisis y textos
barrocos o, por contra, se debe recurrir a otro tipo de aproximaciones
menos convencionales y ortodoxas. Ante esta dicotomía, me decanto
personalmente por la segunda ya que si, por ejemplo, una quiere
entender, de verdad, muchos de los comportamientos que se producen
durante las crisis financieras, así como las circunstancias que los
rodean, la autobiografía de Groucho Marx, Groucho y yo, no sólo es
altamente recomendable, sino que me atrevería a decir que es
imprescindible.
Bajo
su perspicaz prisma, algunos enmarañados y embrollados mecanismos se
observan nítidamente y, además, constituye una excelente narración de lo
que realmente ocurrió en la crisis de 1929. Cabe destacar, sin embargo,
que la lectura del texto no es, ni mucho menos, un compendio de
análisis técnicos (con ecuaciones que incluyen multitud de letras
griegas, análisis econométricos desde la más insospechadas perspectivas y
gráficos con numerosas fuentes y variables) sino un conjunto de hechos y
situaciones cómicamente hilvanados. Con todo, una lectora avezada,
sagaz e inteligente pueden encontrar en él, las principales lecciones
que se deberían extraer de cualquier proceso de burbuja especulativa.
Contra
lo que se pudiera pensar, Groucho hace gala, por partes iguales, de una
comicidad envidiable y de una lucidez encomiable en la utilización de
conceptos económicos y su interrelación para narrar cómo las personas
toman decisiones en dichos contextos. De esta manera, el escrito podría
inscribirse, sin ningún género de duda, en el campo de las
investigaciones económicas que proporcionan una visión empírica sobre
los factores que inciden en el riesgo de sufrir una crisis financiera y
de los distintos periodos por los que transcurre este fenómeno.
Desde
su posición, Groucho goza de una vista privilegiada ya que ve el mundo
por delante y por detrás, al igual que si estuviera en el escenario, así
que empieza por el principio: hay algo novedoso en el sistema económico
y con enormes potencialidades, lo que atrae a no pocos curiosos y
advenedizos. Durante la fase inicial, escribe, “un negocio mucho más
atractivo que el teatro atrajo mi atención y la del país; un asuntillo
llamado mercado de valores”. En esta etapa es cuando se (auto)convence
de que es un negociante muy astuto y hábil en tanto que todo lo que
compra sube de valor, por lo que no es necesario tener ningún asesor
financiero ni escoger o priorizar entre distintas inversiones. Entre
bambalinas, por tanto, recoge todo tipo de confidencias porque la máxima
es “¡compra ahora antes de que sea demasiado tarde!”, puesto que los
augurios nunca variaban: arriba, arriba, arriba y, para no desentonar,
arriba.
Hacia
la mitad del capítulo (y del proceso de burbuja), se hace dos preguntas
enormemente interesantes: “¿cuánto tiempo durará esto? y ¿no debería
haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus
dividendos y el precio de venta de sus acciones?”; e incluye los
augurios negativos de los profetas financieros que escribían artículos
sombríos, pero que “apenas si nadie prestaba atención a estos
conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela”. Hasta darse
cuenta de que nunca obtuvo beneficios debido a que parecía absurdo
vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o
triplicaría su valor; pero empezaba a sentirse cada vez más nervioso.
Mediante
su corrosiva prosa, también describe elementos de psicología personal
cuando se percata que el poco juicio que tenía le aconsejaba vender,
pero que, “al igual que todos los demás primos, era avaricioso”. Para
otra muestra de su conocimiento de la naturaleza humana el relato de
cómo el fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo,
estaban “todos anhelantes de hacerse ricos y arrojaban sus mezquinos
salarios – y en muchos casos, sus ahorros de toda la vida – a Wall
Street”.
Por
último, recurre a cinco palabras de Max Gordon, su amigo, antaño asesor
financiero y astuto comerciante, para describir el siempre abrupto
final de una burbuja: “¡Marx, la broma ha terminado!”. Según Groucho, y
en parte la mía, “en toda la bazofia escrita por los analistas de
mercado, nadie hizo un resumen de la situación mejor”. Sin lugar a duda,
es una buena síntesis, pero asimismo también describe las distintas
fases del derrumbe; vacilación, nervios, pánico, desplome (resumida con
la magistral oración que Wall Street lanzó la toalla; lo que dicho sea
de paso “es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba
llorando”) y, finalmente, consuelo porque todos sus amigos estaban en la
misma situación e, “incluso en la desdicha financiera, al igual que la
de cualquier otra especie, se prefiere la compañía”.
So
pena de ser reiterativa, quisiera insistir en mi defensa de visiones
heterodoxas y métodos alternativos para complementar los análisis
técnicos y de fundamentales con el objetivo de entender mejor la
realidad. Sobre esta afirmación, naturalmente, habrá quién prefiera unos
géneros sobre otros y distintas posiciones y percepciones (a favor y en
contra, como mínimo; aunque no creo que se llegue a más de doscientas)
pero no me cansaré de recomendar Groucho y yo como libro de cabecera;
incluso por delante de otros clásicos como Tirant lo Blanc, El Quijote,
Tristán e Isolda o El capitán Alatriste.
Tras
su lectura, no sólo será usted más sabia, sino que además le obligará a
esbozar una sonrisa de vez en cuando, cosa nada baladí en estos tiempos
que corren. Versus otras narraciones y textos, no tengo ninguna duda
que es superior desde numerosas miradas, puntos de vista o perspectivas
sin llegar a ser ese final de un ocaso crepuscular. Vía este artículo,
he intentado transmitir no sólo mi ilusión por la ciencia económica sino
mi pasión por la enseñanza y mis alumnos; no obstante, si quiere
enviarme algún comentario, vituperio o alabanza, no utilice la página
web del periódico y hágalo, como diría Groucho, en el reverso de un
cheque.
Jose María Sayeras es profesor del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade.
Postado há 3 weeks ago por Orlando Tambosi

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