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Novas investigações revelam que o controle cerebral dos movimentos voluntários é muito mais complexo do que se imaginava. Ignacio Morgado Bernal para El País:
Hágame
un favor el lector: ponga sus manos frente a sus ojos y deténgase un
momento a mirarlas con detalle por sus dos caras. Enseguida apreciará
que muestran un diseño especial, genuino, e incluso bello. Son uno de
los grandes logros de la evolución biológica.
Los dedos, ajustados en número y tamaño, les confieren una gran
capacidad de ejecución y de penetración en lugares poco accesibles,
remotos. El pulgar, al situarse en oposición a los demás, convierte lo
que sin él sería una simple pala en un poderoso asidero. La lista de lo que podemos hacer con las manos,
como movilizar cosas que necesitamos o nos estorban, llevarnos la
comida a la boca, vestirnos, utilizar herramientas, escribir, conducir
un vehículo... por poner solo algunos ejemplos, sería interminable.
Pero
eso no es todo, porque las manos, además de ser también un poderoso
instrumento para generar placer (masajes, caricias, estimulación
sexual), tienen una especial capacidad para saludar, expresar acuerdos y
desacuerdos, deseos y sentimientos, por lo que solemos decir que “hablan”, que nos comunican.
Los bebés, como nuestros ancestros prelingüísticos, consiguen
comunicarse con sus brazos y manos mucho antes que con su laringe. Las
manos vinieron al mundo para revolucionarlo. Si con las piernas y pies
nos acercamos al mundo, con los brazos y las manos acercamos el mundo a
nosotros, para ajustarlo a nuestras necesidades y propósitos. Sin ellas,
sin las manos, no sería concebible el gran desarrollo tecnológico y
científico de nuestras modernas sociedades; un desarrollo que, a su vez,
controla hoy más que nunca la evolución biológica del cerebro y el
destino de nuestra especie.
El
modo en que el cerebro controla los movimientos voluntarios de la mano y
demás miembros del cuerpo empezó a investigarse a partir de 1928,
cuando el neurocirujano Wilder Penfield, fundador y primer director del prestigioso Instituto Neurológico de Montreal, trataba de extirpar zonas anormales del cerebro como remedio para curar la epilepsia de sus pacientes. Desarrolló para ello una metodología basada en la estimulación eléctrica que permitía identificar
anatómicamente a aquellas zonas importantes de la corteza cerebral,
como las relacionadas con el lenguaje o el movimiento, cuya lesión
pudiese originar en los pacientes trastornos incluso mayores que los que
se pretendía eliminar.Más información
En
una operación cerebral típica, Penfield exponía el cerebro de sus
pacientes tras una trepanación craneal realizada con anestesia local, de
tal modo que permaneciesen conscientes durante toda la intervención. De
ese modo, él podía mover sus electrodos de un punto a otro de la
corteza cerebral, observando la influencia de la estimulación eléctrica
sobre los movimientos y la conducta de los sujetos. En cientos de
operaciones, su equipo recopiló datos que permitieron la localización de
diversas funciones sensoriales y motoras en las circunvoluciones pre y
postcentrales de la corteza cerebral.
Establecieron de ese modo un mapa cortical continuo, es decir, una franja de tejido nervioso cuyas neuronas,
organizadas en el mismo orden espacial de las diferentes partes del
cuerpo, controlan los movimientos voluntarios de cada parte. Ese mapa
puede representarse también mediante el dibujo de un hombrecillo
deformado (el homúnculo
motor) cuyos miembros y partes corporales tienen un tamaño y
proporciones que, en lugar de corresponderse con los reales, lo hacen
con la proporción de corteza cerebral dedicada al movimiento de cada uno
de ellos.
Así,
en el homúnculo motor las partes del cuerpo con mucha movilidad, como
la mano y sus dedos, particularmente el pulgar, presentan un gran
tamaño, mientras que otras partes con menor movilidad, como las piernas y
pies, son más pequeñas. Un dibujo, en definitiva, que nos muestra las
partes del cuerpo con mayor capacidad motora al relacionarse con un
mayor control de la corteza cerebral. Más allá de esa franja, se han
descubierto otras regiones próximas de la corteza frontal que
intervienen en crear las secuencias espacio-temporales de la actividad
de las neuronas que permiten realizar movimientos voluntarios
El
homúnculo motor es una representación del cuerpo humano deformado, de
modo que el tamaño de cada parte del cuerpo se corresponde con la
proporción de la corteza cerebral que se dedica a su movimiento.
Pero
ese modelo de simplicidad cortical (neuronas particulares controlando
los movimientos de miembros particulares del cuerpo), que es el que
hemos venido enseñando en universidades y centros de investigación
durante muchos años, ha sido progresivamente cuestionado por los
resultados de nuevas investigaciones basadas en las modernas
tecnologías. En el excelente y detallado trabajo
que acaba de publicar la revista científica Nature, un numeroso grupo
de investigación de varios centros de EE UU usa técnicas de resonancia
magnética funcional de alta precisión para mostrar que, en lugar de ser
continuo, el homúnculo motor y clásico se interrumpe con regiones que
tienen distinta conectividad, estructura y funciones.
En
otras palabras, la corteza cerebral motora se divide en regiones
alternadas para distintas funciones. Como hasta ahora, se reconocen bien
tres regiones motoras que representan el pie, la mano y la boca, pero
entre ellas hay otras tres regiones muy diferentes, llamadas
interefectoras, que están funcionalmente interconectadas y acopladas a
otro grupo anexo de regiones corticales (red cíngulo-opercular)
implicadas en el control mental (preparación e implementación) de las
acciones motoras. Estas nuevas regiones descubiertas se observan también
en macacos y en niños jóvenes, lo que indica que se trata de una
organización primitiva del cerebro conservada en la evolución, que se
origina tempranamente en el desarrollo del cerebro infantil.
En definitiva, y tal como podíamos suponer, el control cerebral de los movimientos voluntarios es anatómica y funcionalmente mucho más complejo de lo que hasta hace poco habíamos imaginado.
No es tan preciso ni tan continuo y lineal como creíamos; y todavía nos
queda mucho por saber hasta tener una película muy detallada de cómo
trabaja el cerebro, para que podamos ejecutar las acciones voluntarias
que nuestros propósitos requieren.
Materia grises
un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro
crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las
motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria,
el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos,
serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a
conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con
las demás personas.
Ignacio Morgado Bernal es
catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y
en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona
Postado há 3 weeks ago por Orlando Tambosi
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