MEDIÇÃO DE TERRA

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MEDIÇÃO DE TERRAS

quarta-feira, 9 de setembro de 2020

Saber que não se sabe


Em artigo publicado pelo Instituto Independiente, Alvaro Vargas Llosa comenta os erros de políticos, cientistas e jornalistas sobre o coronavírus. Isto confirma, diz ele, o que já diziam os pensadores sérios há milênios: somos ignorantes:

Lo mucho que no sabemos todavía sobre el nuevo tipo de coronavirus y el Covid-19, y el pasmoso ridículo que han hecho tantos científicos, políticos y comentaristas, deberían ser una razón para deprimirse. A mí, en cambio, me levanta el ánimo porque me confirma algo que dicen los pensadores serios desde hace milenios. En resumen, que somos ignorantes y que a eso debemos el progreso humano.
El científico de nuestro tiempo que mejor lo explicó fue Karl Popper. Él concluyó que la ciencia no está en condiciones de verificar ninguna teoría, sólo de refutarlas. Cada teoría refutada exige volver a plantear hipótesis y crear nuevas teorías para que luego sean sometidas a la prueba de la falsificación. Añadió que eran indispensables la imaginación y la pluralidad porque sin ellas el proceso de «falsificación» no podía dar pie a nuevas teorías que sustituían a las comprobadamente falsas.

Él y sus seguidores trasladaron esta idea central a lo político y social: así como en ciencia todo tiene que ser criticado, también en los otros campos la crítica racional es indispensable. Los totalitarios creen, desde que surgió la diosa Razón en el siglo de la Ilustración, que a través del pensamiento racional se puede llegar a la verdad absoluta; por eso tantos tiranos han tratado de imponer sistemas opresivos a partir de su verdad racional. Pero esto es la negación de Popper: para él la «sociedad de la razón» es una «sociedad abierta», es decir plural, libre, donde se ejerce constantemente la crítica y todo está sometido a pruebas que falsifican lo que se da por cierto, en un constante esfuerzo de superación. La libertad es, pues, la condición, del progreso, a diferencia de lo que creen los charlatanes que quieren imponer verdades «científicas» en política.

¿Adónde voy? A que el coronavirus ha demostrado, una vez más, que los científicos no son oráculos, sino seres falibles y poseedores de mucha ignorancia a pesar de todo lo que ha avanzado la ciencia. Pero la ignorancia -aun mayor, diría yo- se extiende a los demás, incluidos políticos y comentaristas que llevan meses pontificando sobre la pandemia sin que les tiemble el mostacho. Es una prueba más de que somos ignorantes, sí, pero sobre todo de la imperiosa necesidad de que la sociedad sea abierta y plural. Por ello yo presto una respetuosa atención cada vez que oigo o leo a esos disidentes que critican la respuesta dada por tantos gobiernos y sociedades al coronavirus y que han sido linchados mediáticamente por opinar o actuar de un modo diferente. Por ejemplo: el método sueco, el psicólogo alemán Gerd Gigerenzer, el microbiólogo francés Didier Raoult, el médico francés Yonathan Freundt, el epidemiólogo de Stanford John Ioannidis, el profesor de medicina de Yale David Katz o el médico danés Peter Gotzsche.

Shakespeare escribió que en la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber. Popper no dijo, pero intuyó, que en todo lo demás pasa lo mismo.
 
 
BLOG ORLANDO TAMBOSI

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