Manuel González analisa, para o Instituto Cato,
a trilogia da economista Deirdre McCloskey (infelizmente, não traduzida
no Brasil), explicando as razões da expansão econômica nos últimos dois
séculos:
Durante los últimos dos siglos, la humanidad ha experimentado un
avance económico espectacular, que contrasta con el estancamiento
observado prácticamente durante toda su historia previa.
Según la historiadora económica estadounidense, Deirdre McCloskey, en
este lapso el PIB por habitante, a precios constantes, se ha
multiplicado por más de diez en el mundo y por más de treinta o cuarenta
en las naciones más ricas.
La prosperidad sin precedente ha incluido no solo más bienes y
servicios, sino de mayor calidad. Las condiciones de bienestar han
mejorado drásticamente, incluyendo un aumento significativo en la
esperanza de vida.
El progreso ha beneficiado a todos y, en especial, a los más pobres
liberándolos de la miseria. Además, la desigualdad económica se ha
acortado diametralmente respecto a la etapa previa.
El cambio de rumbo ocurrió con claridad alrededor de 1800 con el
surgimiento de la Revolución Industrial. El despegue se registró en los
Países Bajos durante el siglo XVIII, en Gran Bretaña en el siglo XIX y,
posteriormente, en sus colonias en América.
Por mucho tiempo, los historiadores se han preguntado cuál fue la
causa del gran arranque económico, así como por qué sucedió hasta
entonces y en esos lugares. La profesora McCloskey dedicó mucho tiempo a
estudiar este asunto. Los resultados de su investigación quedaron
plasmados en tres tomos, escritos en un estilo ágil con abundancia de
datos, publicados en años recientes, los cuales se dedican a lo que
llama la “Era Burguesa”.
Según esta economista, el gran progreso no tiene su raíz en los
factores “materiales” comúnmente citados por los historiadores, los
cuales abarcan, entre otros, la inversión, el comercio internacional, la
división del trabajo, la educación, los derechos de propiedad, el clima
y la genética.
Si bien algunos de estos elementos son indispensables para el
crecimiento, no son suficientes para explicar el notable enriquecimiento
de los últimos dos siglos. En términos generales, estos factores
estaban presentes desde tiempos remotos.
La tesis de McCloskey es que el progreso económico fue posible
gracias a una transformación cultural y de lenguaje, consistente en la
revalorización de las actividades comerciales realizadas típicamente por
la clase media, también llamada “burguesía”.
En la Inglaterra premoderna, había dos maneras de destacar: ser
soldado o sacerdote. El mercader era visto con recelo y, hasta desdén,
al considerarse que comprar barato y vender caro era una estafa y un
pecado.
El cambio de mentalidad y de retórica hacia la clase media ocurrió
como un proceso lento alrededor del Mar del Norte, iniciado en el siglo
XVII y culminado durante el XVIII y la primera parte del XIX. Esta
evolución fue facilitada por una serie de eventos previos que alteraron
la vida social, referidos como las cuatro Rs, por sus iniciales en
inglés, consistentes en Revuelta, Revolución, Reforma y Lectura.
La revalorización de la burguesía consistió en que las actividades
comerciales empezaron a ser apreciadas y hasta admiradas. Se redujeron
las barreras al emprendimiento, anteriormente edificadas por medio de
regulaciones gremiales y gubernamentales. Además, el burgués comenzó a
gozar no solo de la igualdad frente a la ley, sino de la igualdad en
dignidad. Sus actividades “mundanas” fueron percibidas tan estimables
como las de la aristocracia o la Iglesia.
La libertad y dignificación le permitieron a la clase media
aprovechar las oportunidades para generar innovaciones, las cuales deben
ser probadas en el mercado. En este ambiente, las posibilidades de
mejora resultan virtualmente ilimitadas.
Según McCloskey, el progreso económico no solo ha hecho más rica a la
humanidad, sino más buena. Ello es así porque el sistema de mercado,
además de sustentarse en las virtudes, las fortalece.
Sin embargo, advierte que, desde mediados del siglo XIX, ha habido
opositores a la innovación, que denomina la “clerecía”, compuesta por
artistas e intelectuales de élite, entre otros. Estos grupos abogan por
lo bohemio, pastoril y tradicional, arguyendo, sin hechos, que las
innovaciones han implicado un costo ético muy alto.
La economista reconoce que, si bien este “innovismo” basado en el
mercado tiene imperfecciones, ha rescatado a los pobres mejor que
cualquiera de los sistemas alternativos que se han aplicado a lo largo
de la historia.
Al parecer, el gobierno federal en México está promoviendo una
mentalidad adversa al emprendimiento y la libertad empresarial. El
regreso a una ideología que menosprecia el enriquecimiento y sublima la
pobreza es una receta segura para el atraso permanente del país.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 23 de junio de 2020.
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