BLOG ORLANDO TAMBOSI
Que relação teve o artista de Málaga com a ciência? Como elaborou sua obra? Teve alguma influência da teoria da relatividade, de Einstein? Manuel Sánchez Ron para El Cultural:
Se adjudica a Pablo Picasso
la frase: “Me tomó cuatro años pintar como Rafael, pero me llevó toda
una vida aprender a dibujar como un niño”. Difiere mucho de las obras de
Rafael, pero el óleo sobre lienzo, Ciencia y caridad, que pintó en 1897
–tenía 15 años–, pertenece a la tradición que busca no alejarse de la
realidad vista con los ojos, no a través del filtro depurador
–¿deformador?– del intelecto, es decir, al “realismo social”.
No
es demasiado frecuente que un joven de 15 años muestre la sensibilidad
que revela este cuadro: la mujer enferma, a la que toma el pulso el
médico –representante de la modernidad que proporcionaba la ciencia– y
la monja, caritativa, con el niño, testigos dramáticos del final que se
sospecha se avecina. Los jóvenes, los niños, prefieren en general mirar
al presente y al futuro con ojos más optimistas, más despreocupados, no
con la infinita tristeza que refleja esta conmovedora obra.
Y sí, le llevó tiempo “pintar como un niño”, mirar con otros ojos, por ejemplo, Las Meninas de su admirado Velázquez,
y pintar sus versiones (en 1957), en las que se observa ese estilo
“infantil” que tanto le costó conseguir. Pero también se detecta en esos
cuadros, en, por ejemplo, la cara “partida” de la infanta Margarita
María, la huella del cubismo, el movimiento artístico que tuvo como sus
principales creadores al propio Picasso y a Georges Braque.
Enfrentados
al problema de representar en el plano bidimensional de un lienzo una
realidad que habita ineludiblemente en un espacio tridimensional, los
cubistas utilizaron la táctica de hacer coexistir en un mismo plano
diferentes perspectivas o ángulos de visión desde los que se observa esa
realidad, ya sea una cara, un cuerpo, una guitarra o una mesa.
Al
contemplar un cuadro cubista no pocas veces vemos una maraña de líneas
en las que no es fácil identificar la imagen que representa – no siempre
ocurre esto; por ejemplo, en Las señoritas de Avignon (1907),
referencia clave del cubismo, sí se distinguen bien las figuras, no en
el Retrato de Ambroise Vollard (1910)– , pero para sus creadores esa
maraña era la esencia del objeto o cuerpo “matriz”.
La
idea era mostrar que el arte puede existir independientemente de la
naturaleza y del tiempo tal como los percibimos, representar la esencia
de la realidad en lugar de su apariencia. Se abrió así la puerta que
condujo a una abstracción aún más radical, evidente en las obras de Vasili Kandinski, Kazimir Malévich o Piet Mondrian.
Al conocedor de la teoría de la relatividad especial, lo anterior le suena familiar. En efecto, la teoría que Albert Einstein
propuso en 1905 buscaba describir la esencia común de las leyes que
representan los fenómenos físicos, independientemente del sistema de
referencia desde el que se observan (siempre que estos sistemas se
relacionen entre sí con velocidades uniformes).
Como
los cubistas, Einstein buscaba la esencia del fenómeno, las leyes que
subyacen detrás de las distintas perspectivas –sistemas de referencia en
este caso– desde las que lo observamos. De hecho, el interés por
considerar “múltiples perspectivas” no sólo se encuentra en la pintura
cubista y en la física einsteiniana. También en la literatura existen
novelistas que estructuraron sus obras incorporando esa pluralidad de
perspectivas utilizando el recurso de contar una historia desde
diferentes puntos de vista.
Pablo Picasso: 'Los pájaros muertos', 1912. Colección Telefónica. Museo Reina Sofía.
Así, en Las olas (1931), de Virginia Woolf,
los seis protagonistas expresan alternativamente sus historias,
componiéndose de esta forma una imagen, una historia “comunal”, técnica
que también se ha practicado en numerosas ocasiones en el cine. Una
cuestión importante es la de saber si existe alguna conexión entre las
disciplinas en las que se desarrolló el “método de las diferentes
perspectivas”, si, en particular, la relatividad einsteiniana influyó en
el cubismo, o viceversa.
No
parece que así fuera. Los orígenes del movimiento cubista se encuentran
entre 1905 y 1910, cuando pocas personas –y desde luego sólo físicos y
algún matemático– habían oído hablar de la relatividad especial. Y no
conozco evidencias de la situación inversa. Las obras de los cubistas no
eran teóricas, su método creativo se basaba en la memoria visual.
Lo
que deseaban era librarse de lo que consideraban convenciones
estilísticas rigurosas; su problema era expresar la experiencia
subjetiva del artista y la manera de trasladar esa experiencia al
lienzo. Y si no existieron esas conexiones, ¿hubo, acaso, algo así como
un “espíritu del tiempo”, un zeitgeist cultural dominante que
favoreciese la aparición de semejantes coincidencias en personas tan
diferentes como Picasso y Einstein y sus respectivas disciplinas?
Es
posible que el nexo de unión, el eslabón perdido de ese supuesto
“espíritu”, tenga algo que ver con una tradición de pensamiento que se
remonta al obispo y filósofo George Berkeley, quien en el siglo XVIII,
en su Ensayo de una nueva teoría de la visión (1709), señaló que el
espacio que percibimos visualmente no es el de la geometría clásica. La
fuente de la percepción espacial visual, hacía notar Berkeley, es la
retina, que es bidimensional. Según él, debía de existir algún tipo de
“mecanismo interpretativo” en el proceso que convierte la imagen de la
retina en el espacio tridimensional que vemos los humanos.
Y
así entramos en el territorio de las neurociencias, de cómo opera el
cerebro, un órgano creativo que busca patrones en el caos y la
ambigüedad de las innumerables señales que recibe para construir modelos
de la compleja realidad que nos rodea. En un libro magnífico, La era
del inconsciente (Paidós 2021), el neurocientífico Eric Kandel, premio
Nobel de Medicina o Fisiología en 2000, escribió: “La emergencia de
talento artístico en personas con demencia frontal temporal en el
hemisferio izquierdo del cerebro, la existencia de savants autistas, y
la creatividad de artistas con dislexia nos ofrecen claves para algunos
de los procesos cerebrales que pueden estar asociados al talento y la
creatividad artística”. Y añadía su esperanza de que la biología de la
mente pueda enfrentarse a estos problemas de “una manera
intelectualmente satisfactoria en los próximos cincuenta años”.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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