BLOG ORLANDO TAMBOSI
Trata-se de "salvar" o planeta, pouco importando que, em nome disso, sejam atropeladas a democracia, a liberdade e as leis. J.L. González Quirós para Disidentia:
Vivimos
en un mundo en el que la lucha de minorías woke para imponer sus ideas
al público, cuyo buen juicio y cuya libertad menosprecian, avanza sin
cesar. Esos nuevos autoritarismos se están haciendo de sentido común y
crecen sobre la base de una aceptación pasiva que se inspira en el
asombroso criterio de que nadie diría cosas como las que se dicen si no
fueran verdades indiscutibles. Es un caso práctico de la teoría de la
propaganda y la sumisión, a medida que crece el número de los creyentes,
se fortalece la adhesión al dogma de turno.
La
credulidad de muchos no hace sino crecer porque les basta que se diga
que la ciencia ha establecido lo que fuere, por encima de cualquier
duda, para que hagan suya de manera inmediata la idea e, incluso, la
adornen con lo que creen ser experiencias de primera mano que corroboran
las convicciones de fondo con las que acaban de comulgar.
Lo
llevamos viendo este último año con la pandemia que ha hecho que
crezcan como setas las admoniciones de los expertos y la gente que se
cree investida de una gracia salvífica para hacer que la humanidad no se
despeñe de manera definitiva y pronta. Para muchos de estos
presuntuosos cenizos el virus ha sido casi una bendición natural que
permite ver hasta qué punto son irresponsables e insolidarios los que no
se someten al régimen casi conventual pero puramente arbitrario que se
ha querido imponer con la severidad de lo sagrado. La experiencia parece
haber servido para corroborar las ideas de los nuevos dictadores y
abundan las expresiones del tipo “ya se sabe lo que pasa cuando se dejan
los grandes desafíos globales al albur de la responsabilidad
individual”.
Hay
una legión de almas bellas comprometidas con que se acepten las
verdades inapelables de esa nueva religión que nos ofrece un sistema de
dogmas incontrovertibles y de objetivos apostólicos en la defensa de la
sostenibilidad, el feminismo liberador, o en la lucha contra la
violencia de género, la homofobia, o el cambio climático. El argumento
de los nuevos predicadores que llaman a la cruzada pretende basarse en
supuestas evidencias que no todo el mundo es capaz de comprender, y así
se dice que, por ejemplo, frenar el cambio climático supone una
movilización de energías y de fuerzas de tal calibre que no se puede
dejar al criterio y la medida del ciudadano común. Piensan y repiten que
unos objetivos tan grandiosos requieren grandes transformaciones
tecnológicas, económicas y empresariales, así como políticas públicas
capaces de superar las divisiones partidistas, de forma que conciben su
misión como algo con derecho a prescindir de la libertad, la democracia y
las leyes.
Se
trata de salvar el planeta, y no se puede andar con zarandajas, así que
no debiéramos extrañarnos si no se tarda mucho en ver legiones de
voluntarios de la nueva fe dispuestos a hacerse con el poder para
obligar a la gente a portarse bien.
Hay
dos maneras de conseguir esos objetivos, la primera es lograr una
concienciación, como se dice, del público para que no rechiste y acepte a
pies juntillas los nuevos mandatos. La segunda, si la primera no marcha
bien, aunque no va nada mal como hemos dicho, es derrocar las
instituciones de la democracia en aras de un bien muchísimo mayor que la
bobada esa de la libertad política, que solo sirve para equivocarse.
De
momento, los ayatolas de estas nuevas religiones se ocultan detrás de
órganos de opinión, de redes sociales y se dedican a un activismo que
podríamos considerar de kale borroka, a dar mamporros hasta poner en
fuga a cualquiera que diga algo que no encaje en el sistema dogmático
que tratan de imponer con una incesante manipulación y repitiendo lemas y
aleluyas de todo tipo. Nadie se libra de la vigilancia de estos
guardianes que jamás descansan. Al presidente del gobierno le ha caído
la del pulpo por decir que le gustan los chuletones. Ya es mala suerte
que le critiquen para una vez que dice la verdad, pero es que ha tocado
la fibra ecologista de forma irreverente al olvidarse del enorme mal que
causan los pedos de las vacas.
Ante
un crimen como el homicidio de un joven en La Coruña y sin conocer las
circunstancias del caso los censores de guardia se han lanzado a toda
prisa a presentarlo como un delito de homofobia porque hay que imponer
la creencia de que toda violencia es machista y debe ser suprimida de
raíz no por lo primero sino por lo segundo: si es violencia ha de ser
machista y no se hable más.
Para
esta clase de sujetos dogmáticos e intolerantes, no cabe tomarse a la
ligera ni los pretendido grandes daños que causa el ganado con sus
flatulencias ni abrigar la menor sospecha de que cualquier violencia es
una manifestación de homofobia y machismo, y que se libren jueces y
fiscales de sostener cualquier suposición contraria si no quieren tener
problemas.
Parece
que nuestros apóstoles han descubierto que argumentar es de necios, y
que el público traga con mucha mayor facilidad lo que se le manda que lo
que se le sugiere. Es lo que pensaban los nazis, y no les fue mal,
además de que constituye la esencia de la democracia china bajo las
órdenes indiscutibles del partido comunista que mejor ha entendido los
resortes del poder. Todo sea que en el corrupto occidente haya que
esperar un poco para que ese miedo reverencial al futuro y esa sumisión a
los profetas que dicen saber cómo evitar el desastre se pueda imponer
mediante recursos tecnológicos. Entonces viviremos en Jauja y ya no
habrá nada que pensar.
Postado há 6 days ago por Orlando Tambosi
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