O investigador britânico Richard Firth-Godbehere, autor de 'Homem Emoticus', concede entrevista da Daniel Arjona, de El Confidencial:
Una
luminosa mañana de julio de 2020, la joven encendió su teléfono móvil,
se hizo un selfi y lo colgó en Twitter para que lo vieran sus 312
seguidores. Escribió: "De compras por primera vez desde marzo. ¡Llevad mascarilla
todos! ¡Cuidaos!" Y siguió con lo suyo. Primero notó el zumbido de una
respuesta. Luego otra. Y otra. El zumbido se volvió permanente, no
paraba, resultaba tan molesto que silenció su 'smartphone' hasta que
concluyó el turno de trabajo. Entonces volvió a mirarlo y se encontró
1.513 respuestas. Había sido atacada por un ejército de troles con memes, insultos, arcanas conspiraciones,
amenazas de violación o muerte y todo tipo de mierda viral. Las
mascarillas son fascistas, le decían, nos oprimen, nos enferman, ocultan
el rostro que Dios te ha dado... Aterrorizada, borró el tuit.
¿Qué
emociones se habían puesto en juego aquí? Nuestras viejas amigas, el
miedo o la repugnancia. El problema, explica el británico Richard
Firth-Godbehere, es que la ciencia está tratando de dilucidar por qué
actúa la gente así y resulta que las emociones son tremendamente
complejas y difíciles de entender. Hasta es posible que no existan. Lo
cuenta en un libro decisivo, una referencia desde este momento en el
estudio de nuestros miedos y pasiones titulado 'Homo emoticus. La historia de la humanidad a través de las emociones'.
(Salamandra) Firth-Godbehere es miembro de The Centre for the Study of
Emotions y uno de los principales especialistas mundiales en el estudio
de las emociones. Cuando nos encontramos con él en un hotel de Madrid
recién aterrizado, y tras un incidente con su maleta en Barajas, se
muestra tan cautivador y divertido que la conversación vuela.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F175%2Fafc%2F67a%2F175afc67accf3336643bc39085a65d70.jpg)
PREGUNTA.
Comienza el libro con una afirmación inquietante: "Las emociones no
existen". ¿No es, digamos, un poco arriesgado empezar diciendo que el
objeto que va a estudiar no es real?
RESPUESTA. Uno de mis libros favoritos de Historia empieza así: "No hay tal cosa como la Revolución Científica
y este libro va de eso". Ja, ja, ja. Yo he querido hacer algo parecido.
No existen las emociones, eso que la gente comúnmente llama así, son
algo muy diferente. Y pretendía que los lectores empezaran el libro tan
sorprendidos como usted. Pude haber sido más suave, pero pensé, ¡hala!
P.
También asegura al principio del libro que no tiene dudas de que su
gato le quiere y de que se cabrea cuando le da tarde de comer. Pero que
los animales tengan emociones creo que es algo científicamente muy
disputado. El neurocientífico Joseph LeDoux de la Universidad de Nueva
York, por ejemplo, defiende que no las tienen y que lo que hacemos en
proyectar las nuestras en ellos…
R. Es verdad que hay un peligro en pensar que las emociones de los animales son iguales que las nuestras. ¿Qué ocurre con las animales?
¿Por qué digo yo que mi gato me quiere o que se enfada? Bueno, es que
sabemos que los gatos liberan oxitocina cuando ven a sus propietarios, y
sabemos también que la oxitocina es el producto químico del amor. Así
que sí, los gatos establecen vínculos con nosotros que la ciencia
demuestra y que podemos llamar 'amor'. ¡A mí me gusta llamarlo así! No
se trata, por tanto, solo de un reflejo de nuestras propias emociones en
ellos. LeDoux piensa, como también yo, que las emociones son un
constructo psicológico, no solo una cuestión de estímulos y respuestas.
Hay mucho más. El amor de los gatos no es tan complejo como el nuestro.
P.
A lo largo de la historia y de las culturas parecen existir una serie
de emociones primarias que se manifiestan luego de manera muy diferente
según el contexto. ¿Qué son y para qué sirven exactamente, desde un
punto de vista evolutivo, las emociones?
R. Las emociones sirven para que vivamos el tiempo suficiente como para aparearnos. Tener miedo de un león,
te ayuda a que el león no te coma y a que puedas luego tener hijos. El
asco que evita que comas una pera podrida, te salva del envenenamiento. Y
puedes tener hijos. Etcétera. Todas las emociones las podemos entender
más o menos así, jugando ese papel. Algunas son sociales, claro, como la
vergüenza, que evita que transgredas alguna norma del grupo, el grupo
te expulse. Y no te aparees.
P.
Vamos con la historia de las emociones. Lo más fascinante de su libro
es comprobar cómo va ampliándose la carga semántica de las emociones a
lo largo de los siglos. Lo que llama 'regímenes emocionales'. El asco,
por ejemplo. ¿Cómo se explica que un modo de defensa ante alimentos en
mal estado acabe sirviendo para atacar hoy al enemigo político?
R. ¡Sí, eso es así! A lo largo de la historia ha sido así. Los nazis, por ejemplo, fueron brillantes
a la hora de servirse del asco en películas y toda clase de propaganda
para denigrar a sus enemigos, para deshumanizar a otros seres humanos.
Esto ha ocurrido todo el tiempo, decir que tus enemigos son asquerosos
es una táctica muy popular entre los políticos. Resulta bastante más
sencillo que explicar por qué tus ideas son mejores que las de tus
contrincantes.
P. Ha citado ahora al partido nazi y en su libro apunta la teoría de que el asco es más propio de la derecha política.
R.
¡Era! Jonathan Haidt hizo experimentos que parecían demostrar que el
asco era más propio de la derecha. Pero, desde entonces, nuevos
experimentos parecen demostrar que la izquierda también se sirve del
asco para hacer política. Esto tiene en realidad que ver con la pureza
de ambos lados de los extremos políticos.
Porque los que estamos en el medio ni somos puros ni estamos muy
limpios, según ellos, jajaja. Hablamos los unos con los otros, nos
contaminamos.
P.
Es muy interesante también su concepto de "esfuerzo emocional": cómo
reprimimos o forzamos artificialmente emociones de alguna forma para
vivir en sociedad. El auxiliar de vuelo que mantiene la sonrisa ante un
pasajero grosero. ¿Acertaba así Freud en 'El malestar en la cultura'
cuando defendía que las civilizaciones se alzan sobre la dominación de
los impulsos humanos básicos?
R.
En gran parte sí. Pero hay veces, cuando estos impulsos se nos van de
las manos, que lo llamamos "revoluciones". En general intentamos
comportarnos como nuestro grupo quiere que nos comportemos para seguir
formando parte de nuestros iguales. Se trata de una presión muy potente
pero hay veces, cuando se reprimen demasiado las emociones que la gente
debe encontrar maneras de liberarlas, derribando, por ejemplo a las
personas que les reprimen. O votando contra ellos.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F665%2F293%2Ff6e%2F665293f6ecb45cc2fa7e73c43f5e6557.jpg)
P.
Relata como la visión de las emociones y de su relación con la razón,
por ejemplo, en momentos históricos determinantes, como el mundo clásico
o la ilustración, ha ejercido un poderoso influjo durante los siglos
siguientes y hasta hoy. ¿No es un poco frustrante que resulte tan
difícil librarse de percepciones milenarias que hoy no tienen ninguna
fundamentación científica?
R:
Sí, bueno, seguimos hablando del corazón cuando como todos sabemos que
el corazón no tiene nada que ver con las emociones, que solo es un
músculo que bombea sangre. Pero, ojo, hemos visto en los últimos tiempos
grandes cambios al respecto, como la diferencia entre emociones
positivas y negativas. Y como emociones que parecen negativas, como el
miedo que evita que te coma el león, en realidad son positivas. Eso es
bueno. Es cierto que muchas ideas muy antiguas permanecen pero poco la ciencia va dejando a un lado lo que Platón pensaba de todo esto.
P.
Ha mencionado antes a Jonathan Haidt, quien defiende que la idea de que
la razón es lo contrario de la emoción es una ocurrencia terriblemente
exitosa de un asperger como Immanuel Kant. Por cierto, ¿usted coincide
en que las emociones están indisolublemente unidas a la razón y de que
pensamos mejor con ellas que sin ellas?
R:
Desde luego, la ciencia eso es lo que demuestra hoy, como explican
Haidt, Damasio o yo mismo. Ahora mismo, precisamente lo que estudiamos
es cómo se une la emoción y la razón, el punto donde se juntan. La idea
es que no podemos tomar una decisión sin algún nivel de emoción. Y si
crees que puedes, ve a pedir un café sin mostrar ninguna emoción a ver
qué pasa. Tantos las decisiones, desde las pequeñas como pedir un café a
las grandes como ir a la guerra las encontramos combinadas con la emoción.
P. De hecho, parece que ciertas formas de enfermedad mental tienen que ver con una razón desprovista de emociones.
R.
Sí, algunas sí. Yo tengo un buen amigo con asperger que tiene
dificultades para entender el contexto o para empatizar y que me suele
preguntar, "¿pero qué quieres decir en realidad?" Eso sí, toca muy bien
la batería.
P.
Para terminar, el planeta parece hervir hoy en un volcán de emociones
con resultados no precisamente óptimos. El auge del populismo, del
racismo, de los extremos políticos interpela constantemente a nuestras
pasiones más tristes. Y las redes exacerban todo esto. ¿Qué antídoto
puede ofrecer un historiador de las emociones como usted, a la luz de
otros ejemplos históricos, para serenarnos todos un poco?
R.
¡Tiempo! Necesitamos tiempo. La última vez que algo así ocurrió fue
después de que inventáramos la prensa, una nueva forma de divulgar la
información mucho más rápido que antes y que logró que todo el mundo se
diera cuenta de que el mundo se estaba metiendo en un lío. Hubo miedo,
llegaron guerras, pero, al final, el péndulo osciló hacia el otro lado y
llegaron la Ilustración, la democracia, etcétera.
Lo que debemos esperar es que consigamos calmarnos con esa nueva
invención similar que es internet, si no nosotros, sí las generaciones
que vendrán, que sepan de nuevo diferenciar lo que es verdad y lo que
no. El péndulo oscilará nuevamente y tendremos una Ilustración digital.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
Nenhum comentário:
Postar um comentário